Sí, recién después de casi cuarenta años, me doy cuenta que se trata de un recuerdo mudo. Mudo en todas sus dimensiones; que no habla, que no dice, que no he sido capaz de pronunciar, enunciar, describir… y mudo sin ruidos.
Habiéndome dado cuenta de esto, pude entender al fin, la sensibilidad hacia otros ruidos, como una necesaria escisión del recuerdo en dos partes, el suceso y el sonido. Este último, agrediendo al mutismo cotidianamente se manifiesta a cada minuto. Pero sin su contraparte resulta incomprensible.
Ahora los dos están juntos, son uno solo, aun sin palabras, sin sentido.