lunes, 20 de junio de 2011

Familia, sexo y matrimonio (2003)

Textos:

· Stone, Lawrence, 1989, Características de la familia (cap. III) y El desarrollo del individualismo afectivo (cap. IV), en “Familia, sexo y matrimonio en Inglaterra 1500 – 1800”, México D.F., Ed. Fondo de Cultura Económica.

· Mannarelli, María Emma, 1993, La invasión española y los nuevos patrones de relación entre hombres y mujeres (cap. I), en “Pecados públicos” Ediciones Flora T.

En los capítulos III y IV del libro “Familia, sexo y matrimonio en Inglaterra 1500 – 1800”, se describen y esbozan algunas causas del modo en que se establecían las relaciones familiares, sexuales y matrimoniales, en Inglaterra entre los años 1500 y 1800 así como también, “las restricciones patriarcales en las familias núcleo” entre los años 1550 y 1700.

En este sentido, el autor señala que la característica más relevante de la familia en el período que comprende el fin de la Edad Media y principios del siglo XVI, fue la exposición de las familias de todos los estratos sociales, frente a las influencias externas, las cuales variaban, dependiendo del estrato social sobre la que se estuviera ejerciendo tal influencia. Es así como la aristocracia actuaba en torno a la preservación, incremento y transmisión, por medio de la herencia y el matrimonio, de la propiedad y el linaje. En consecuencia, los parientes estaban directamente involucrados en la conformación de los matrimonios siendo éstos, una decisión colectiva familiar, y en caso alguno individual. Es decir, la estructura familiar, tenía una distribución jerárquica del poder, que determinaba el matrimonio y la crianza de los hijos fuera de casa.

Dentro de este sistema, el factor más importante entre las familias que tenían propiedades, era el principio de primogenitura, destinado a la conservación y protección de la herencia, por medio del vínculo. Sirviendo a los mismos fines, existía también el sistema de dotes, lo cual permitía hacer un intercambio de dinero y bienes, entre las familias de los novios. En este contexto, los intereses personales sólo eran tomados en cuenta, cuando se trataba de asegurar una buena reproducción. Las expectativas matrimoniales eran bajas y en consecuencia, también las decepciones. A veces, podía establecerse lazos emocionales entre los cónyuges.

La expresión de este sistema, se reflejaba físicamente en la arquitectura de las casas, desprovistas de toda privacidad entre sus miembros. Además, no era necesario que los casados hicieran su vida en común siendo la generalidad, el hecho de que cada cual continuara haciendo su vida de siempre. En términos psicológicos, existía una escala valórica en la cual, la lealtad personalizada y el señorío eran las más altas cualidades. Esto, se refería expresamente al recíproco amparo, apoyo y lealtad, entre los habitantes de la casa, incluyendo a los sirvientes, esclavos, dueños, etc., priorizándolos por sobe los Diez Mandamientos, o el respeto a la autoridad del rey. Asimismo, un tercer valor que se destaca, es el honor, a causa del cual, era posible batirse a duelo por cualquier razón.

En el caso de los campesinos, el autor señala que se presume - según los escasos documentos existentes al respecto – que los padres tenían gran libertad de decisión, y aun cuando también en esta clase social prevalecía la primogenitura, había por otro lado, una tendencia a fragmentar las propiedades, para asegurar a los hijos menores. Sin embargo, esto trajo como consecuencia, el debilitamiento de sus fuerzas económicas.

Los pobres por su parte, al carecer totalmente de bienes, los padres no tenían control sobre el matrimonio de sus hijos puesto que éstos abandonaban tempranamente la casa, para vivir como sirviente o aprendiz, en otra casa. Es el único caso, donde el matrimonio es más bien un asunto personal (siglo XVI). La influencia venía entonces, por parte de los vecinos.

En este contexto, el autor expresa que en general, la falta de interacción y la desconfianza en el semejante, son las características predominantes de la visión sobre el ser humano, predominante en esta época. Es por ello, que resultaba muy difícil establecer lazos emocionales con cualquier persona. El amor romántico y la poesía, se daban solamente en la casa del príncipe y de los grandes nobles, donde los jóvenes de ambos sexos tenían mucho tiempo de ocio, y poca supervisión paterna sobre sus acciones.

Por otra parte, de la falta de compromiso, y resignación frente a este sistema matrimonial, se explica con la alta tasa de mortalidad de los adultos, lo cual reducía el elemento de compañía en el matrimonio, y aumentaba los factores puramente reproductivos y de crianza. Aun así, también existía una alta tasa de mortalidad infantil que, aunada con la costumbre de criar a los hijos fuera de casa (en las clases altas), disminuían el incentivo psicológico de establecer lazos emocionales.

Entre los siglos XVI y XVII hubo una tendencia hacia una mayor libertad para los hijos, y una relación más equitativa y afectiva entre los esposos, situación que produjo una mayor independencia de la familia central respecto a sus parientes, y un mayor aislamiento de la comunidad. Esto también se vio reflejado en la arquitectura de las casas, las que tendieron a tener habitaciones más privadas.

Por otra parte, se reconoció que los hijos eran distintos a los adultos. En consecuencia, su educación excluyó cada vez más, el tema del sexo y la muerte. Continuando con los cambios, hubo también en esta época, una inclusión de la sensualidad y erotismo en las relaciones maritales.

Los cambios descritos, encuentran su explicación en un cambio en la forma de concebir al individuo en relación con la sociedad. Se desarrolló el individualismo, y la libertad fue considerada como un nuevo bien, que vino a modificar la rigidez de una sociedad cohesionada por la preservación de los hábitos de obediencia a la autoridad. Esto se había visto especialmente reflejado en la subordinación de los padres hacia los hijos, y de las mujeres hacia los hombres.

En este contexto, hubo un mayor desarrollo de la introspección, muy ligado a los sentimientos opresivos del pecado producto del puritanismo. De este modo, entre los siglos XVI y XVII, convivía el mundo sensual secular (nacimiento del héroe individual) y el puritano (calvinista), quien fue posteriormente desplazado por el primero, produciéndose una inclinación hacia el hedonismo.

Para que estos cambios se pudieran dar, el autor señala que cobra gran importancia la alfabetización, ya que ésta permitió el acceso a una mayor producción literaria (en especial los diarios y autobiografías) sobre la autoexploración. A su vez, ésta se vio estimulada por la teología y la moral calvinista. De esta manera, hubo una progresiva evolución en la literatura, que se vio aumentada además, con la posibilidad de difundirla en forma más masiva gracias a la imprenta.

Un segundo aspecto del individualismo, fue una creciente demanda de autonomía, que exigió mayor libertad de acción y de creencia interna, lo que agudizó como reacción a las fuertes presiones ejercidas sobre los individuos, a causa del surgimiento de los Estados – naciones soberanos, y las divisiones religiosas de la Reforma. Es así, como los cambios producidos en la escala de valores, se da una progresiva reorientación de la cultura hacia la búsqueda de placer en este mundo, situación que se ve reforzada, por una creciente confianza en la capacidad del ser humano, de dominar a la naturaleza. Lo que se rescata de estos acontecimientos, es la nueva actitud indiferente hacia la autoridad del clero, y la teología moral.

Sin embargo, con el advenimiento del avance científico y la expansión cultural propia de la época, hubo cambios culturales, que hicieron que los hombres escogieran a sus esposas, fijándose en su herencia genética, y orientando la crianza de los hijos, como si fueran animales. Así mismo, se destaca la santidad de la propiedad privada, sin conflictos morales en el desarrollo económico, ámbito en el cual, hubo un gran desarrollo en el estado de derecho y la convención cultural.

Pero por otro lado, también se produjo un expansivo rechazo hacia la crueldad, derivado de las ideas de la Ilustración en Europa, lo que produjo la abolición del tráfico de esclavos, por ejemplo. Las nuevas actitudes y emociones que aparecieron, permitieron un nuevo tipo ideal, el “Hombre de Sentimiento”.

Estas nuevas ideas, produjeron una incompatibilidad del patriarcado doméstico, con la teoría política. En consecuencia, hubo una serie de modificaciones en el aspecto tanto legal como moral, respecto al tema del matrimonio, la familia y los contratos en general. Se integró además, la idea de la búsqueda de placer personal en el ámbito emocional y el sexual, al interior del matrimonio, dejando de ser una decisión regida meramente por intereses económicos y de relaciones de poder.

Finalmente, el autor plantea que fue el gran desarrollo de la economía de mercado en Inglaterra, lo que permitió e hizo necesaria la teoría del individualismo económico en Inglaterra más que en cualquier otro lugar de Europa. Este individualismo se caracterizó por el secularismo mundano, el alfabetismo, la privacía física y corporal, la búsqueda de la felicidad y el humanitarismo, donde la noción de interés propio, convergían con el interés público.

Sin embargo, el cambio de personalidad que se produjo de la mano con el concepto de que cada persona es única, abre paso al hombre de sentimiento, al afecto. Esto cambió las relaciones familiares, y se formó el individualismo afectivo predominante entre las clases acomodadas de los siglos XVII y XVIII.

Me ha parecido pertinente haber comenzado con el texto anteriormente descrito, ya que guarda directa relación cronológica con el libro sobre la llegada de los españoles al continente. Es así, como se puede establecer una relación de acontecimientos y flujo de ideas entre el continente viejo y Latino América. En el capítulo I libro “Pecados públicos”, la autora intenta establecer algunas coordenadas que orientaron las relaciones entre hombres y mujeres, en el periodo de la conquista, que son resultado del conflicto e interacción entre la sociedad española y la nativa.

La familia española poseía un orden jerárquico, con funciones delimitadas para cada uno de sus miembros. Sin embargo en principio, existían iguales derechos patrimoniales. No obstante, la figura masculina fue preeminente en la interacción social. La autoridad femenina en cambio, era considerada como un ser inferior, concepción argumentada ampliamente por las autoridades religiosas. Así mismo, las relaciones extramatrimoniales fueron consideradas por la iglesia, como “pecados” (siglo XV), siendo sancionados tanto en el plano civil, como en el jurídico. Aun así, había una conducta sexual relajada entre los grupos dominantes, lo que fue el rasgo esencial de la cultura hispana. En consecuencia tolerancia hacia sus relaciones y los hijos nacidos a consecuencia de éstas. En este sentido, para la legitimación de estos niños, era necesaria la firma del rey, por lo cual la autora presume que gran parte de la empresa de conquista, tuvo un significado compensatorio para los favores del rey, respecto a los hijos ilegítimos.

La autora señala que entre los nativos, las uniones matrimoniales se realizaban establecer alianzas políticas, selladas con el intercambio de mujeres. Esto permitía el acceso a los medios de subsistencia de la sociedad (proceso de producción), así como el control de las instituciones políticas y religiosas. En este contexto si bien se aseguraban ciertos derechos de las mujeres, era evidente que había una relación de dependencia y subordinación de las mujeres hacia los hombres.

Entre los españoles, código de honor tuvo grandes implicancias en el escenario de la conquista, y las actitudes hacia las mujeres e hijos, siendo éste, un código usado como principio discriminador de estratos, comportamientos y privilegios. Es así como la reputación de un hombre, se adquiría por su rango, su modo de actuar, lo que conlleva a la pertenencia de una posición social. Pero en el caso de los hombres pobres, el honor estaba basado e la virtud. En el caso de las mujeres, este se refería al recato sexual. Aun así, el código de honor hacía legítima la apropiación física y los servicios personales de las mujeres, por parte de los hombres.

Por otra parte, la consolidación del Estado y la monarquía centralizada, tuvo su correlato en el contexto colonial americano, influyendo en la actitud de los hombres hacia las mujeres, los que se comportaban cautelosamente en el plano sexual con las españolas, no así con las mujeres indígenas, a quienes no importaba tanto la virginidad. Sin embargo, los españoles optaban por casarse con mujeres de su mismo grupo, ya que en realidad lo que se buscaba eran las relaciones con los padres de sus esposas, más que con la mujer en sí misma. Pero las relaciones extramatrimoniales con las indígenas, establecen un nuevo tipo de relación sexual, ya que al provenir las indígenas de grupos étnicos sometidos, tendía entonces, a identificarse a las amantes con las criadas. A su vez, este nuevo vínculo se agregó a una nueva jerarquización de lo masculino y lo femenino.

A esta situación, se suma el hecho de que las alianzas entre conquistadores e indígenas de la nobleza, facilitaron el ejercicio del poder sobre la población aborigen. En este sentido, hay testimonios que dan cuenta de una actitud de beneplácito frente a estas uniones, y que los indígenas pensaban que eran alianzas verdaderas, cuando en realidad resultaron ser falsas.

A partir de estas alianzas, convergen entonces dos culturas patriarcales distintas, donde la actitud de los españoles hacia sus concubinas, es más bien paternal puesto que son amantes, pero a su vez, se encargan de encontrar marido para ellas. Y por lo general, el tipo de crianza que hubieran tenido los españoles, influía en gran medida en la forma en que posteriormente establecía sus propias familias.

Los niños nacidos en estas uniones, eran bien recibidos, pero el reconocimiento paterno producía un distanciamiento de la matriz cultural materna, y una buena posición en la sociedad hispana. Siguiendo en esta misma línea, el afán de mantener a los hijos mestizos ilegítimos alejados de la cultura nativa se reflejó también, en la creación de instituciones para albergar a estos niños, y la corona española se vio inmiscuida en la vida de estos niños. Pero aun cuando fuera posible reconocerlos, esto no los posibilitaba para recibir grandes herencias sino solamente la protección del padre. Aun así, el temor a que los hijos ilegítimos recibieran herencias inhibió su reconocimiento surgiendo de esta manera, diversas formas de expresar preocupación por ellos. En el caso de que no hubiera hijos legítimos, se incentivaba el reconocimiento de los hijos mestizos. Sin embargo, aun cuando estos niños fueran alejados de sus madres indígenas, permanecían en estado servil, situación que duraría varias décadas. En los siguientes siglos, el reconocimiento de hijos ilegítimos y bastardos, estaría influido por la procedencia social de la madre. Es decir, si la madre era una esclava, el hijo también pasaba a serlo.

En general, los españoles al igual que los indígenas, buscaron ventajas por medio de la convivencia temporal con mujeres indígenas. Pero en los primeros años de conquista, era necesario estar casado para acceder al tributo de la población nativa (ser encomendero). A consecuencia de este requisito, los matrimonios aumentaron ostensiblemente, lo cual le permitió a ciertos españoles ascender en la escala de jerarquías. Tanto los matrimonios entre españoles, como entre éstos y las indígenas (en ningún caso entre mujeres españolas y hombres indígenas), sirvieron para consolidar el poder, y para acceder a las reparticiones de los indios. También, permitía a las autoridades metropolitanas controlar el establecimiento de elites locales y su posterior fortalecimiento.

Al interior de estos matrimonios, las mujeres tanto indígenas como españolas, debían someterse a la voluntad de su marido. Es así como en un sentido más amplio, existía una predominancia del poder privado frente al poder público, situación que permitía una serie de abusos por parte de la familia hacia la mujer, justificándolos absolutamente.

En conclusión, la autora afirma que la verticalidad de las relaciones sociales terminó por afectar las relaciones entre hombres y mujeres, e instaurando una jerarquización entre géneros, expresión del ejercicio de poder sobre la población indígena y esclava.

Al finalizar la lectura de estos dos textos, podría decir que en principio existen ciertas similitudes entre la manera de concebir las uniones matrimoniales y relaciones familiares, entre españoles, indígenas e ingleses, en el sentido de considerarlo como un medios de control de la producción, del aumento y mantenimiento de las relaciones de poder y de las herencias. Sin embargo, los matices que después se van viendo, se hacen diferentes, probablemente porque en Inglaterra, se encuentran fuertemente influidos por las ideas humanistas, calvinistas y el gran desarrollo tecnológico, mientras que los españoles que llegan a América, se encuentran con otro tipo de patriarcado, y otra realidad.

En la conjugación de estas dos culturas, es la mujer la que parece salir más perjudicada, puesto que pierde en gran medida los derechos que tenía en su entorno indígena, para sumarse a una especie de maximización de los derechos patriarcales sobre ella. Por el contrario, en Inglaterra parece haber una evolución direccionada hacia un sentido más igualitario en lo referente a las relaciones matrimoniales y familiares, si bien pareciera que no se logra totalmente.

Por otra parte, los españoles parecen jugar un doble estándar puesto que finalmente, la decisión de casarse, siempre beneficiaba a la mujer española, pero no renunciaban tampoco a las relaciones extramaritales con las indígenas.

De los hijos nacidos en forma ilegítima, se habla extensamente en el segundo texto, dejando en claro que por una parte, fueron una muestra más de las desigualdades existentes, y por otra parte, que no existieron pautas claras y definidas, para ubicar a los descendientes.

En el caso inglés, se reconocen las relaciones extramaritales, producto del sistema de elección matrimonial que prevalecía en esa época, pero no se hacen mayores referencias a los hijos ilegítimos.

Pero finalmente en los dos textos, queda la impresión que las relaciones de poder y el principio económico, son los motores que han impulsado a las relaciones matrimoniales y familiares aquí, y en Europa, siendo perjudicada principalmente, la mujer.

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