domingo, 19 de junio de 2011

Parece una broma, pero somos inmortales (2005)

“Parece una broma, pero somos inmortales. Parece broma, cuando vemos que nos morimos unos tras otros, y nos entierra, y nos comen los gusanitos” le decía el médico genetista a sus alumnos. Ellos miraban con los ojos desbordados de peros, y el médico se divertía con el efecto de sus palabras; usaba espacios de silencio, para hacer engordar la ansiedad de los novatos. Luego se explayaba: “si tomamos en cuenta que somos producto de la mitad de los cromosomas de nuestro padre, y la mitad de cromosomas de nuestra madre, en estricto rigor, todos somos inmortales, aun cuando no podamos recordarlo, ni disfrutar de ello. Nuestra vida se extiende en un registro genético, que será traspasado transgeneracionalmente, mientras exista vida humana.” El rostro de los oyentes, denotaba una marcada decepción ante estas declaraciones. A lo cual, como a una pregunta tácita, el catedrático concluyó: “Bueno, lo que ocurre, es que esta idea es un atentado al orgullo y al ego sobredimensionado del ser humano. No recordar, no tener el control absoluto de la situación... Es intolerable. Tendremos que esperar la evolución de las almas, a lo largo de las encarnaciones, para que llegue el momento de recordar. Pero si hemos evolucionado, lo siento chicos; es seguro que ya no nos interesará dominar al mundo.”

“Parece una broma, pero somos inmortales.” El filósofo transmitía su pensamiento telepáticamente a su audiencia. Visto desde el exterior, era un espectáculo extraño; cuerpos de piel gruesa y pálida, apenas con un agujero en la boca... Sin oídos ni pelos; muy delgados. Sin olor. Era la comida... Mejor dicho, el suero. Hacía algunos milenios que la vida había comenzado a cambiar drásticamente.

En este estado de cosas, los alumnos no parecían muy impresionados con el discurso. Más bien, expectantes: “parecería una broma, si tomamos en cuenta que hemos cambiado la composición del planeta y de nuestra raza... Lo cierto es que cada vez nos acercamos a formas de vida más alejadas de la sustancia” Los signos de interrogación se dibujaban claramente en las caras: “pues si, nada se pierde; todo se transforma. Y aunque cuando llegue ese momento no recordemos... Seguiremos existiendo. No tendremos una mente para hacer ese proceso mental, serenos simplemente vida.” Los alumnos se retiraron del lugar, preguntándose cuántas veces más los sorprendería aquel personaje que, encarnación, tras encarnación, les echaba por tierra sus ideas.

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