lunes, 20 de junio de 2011

Presentación sinóptica de la obra de Jacques Lacan (2003)

Textos:

· Jacques - Alain Miller, “Recorrido de Lacan”.

· Jacques - Alain Miller, “Lacán clínico”.

El autor del texto “Recorrido de Lacan”, intenta dar una presentación sinóptica de la obra de Jacques Lacan. Para ello, se remite a los inicios de su enseñanza, momento que se desarrolló haciendo un retorno a la obra freudiana. La pregunta fundamental que Lacan se hizo fue “¿cuáles son sus condiciones de posibilidad?” a lo cual la respuesta fue que el psicoanálisis sólo es posible si el inconsciente está estructurado como lenguaje. El desarrollo de esta hipótesis, será el punto central de las enseñanzas lacanianas. Y al hablar de inconsciente, es el mismo del que habla Freud; el que descifra junto con los mecanismos primarios del inconsciente, a saber, la condensación y el desplazamiento, los cuales tienen sus prototipos en la metáfora y la metonimia.

Por otra parte, agrega el autor, lo propio del psicoanálisis es actuar sobre el síntoma por medio de la palabra. Pero para entender cómo es que la palabra actúa sobre el síntoma, o dicho de otro modo ¿cómo es que el procedimiento de la asociación libre y el dispositivo de la cura analítica puede afectar lo real del síntoma? Es una pregunta que sólo puede ser respondida bajo el principio de que el inconsciente está estructurado como lenguaje.

Freud va exponiendo las consecuencias del descubrimiento del inconsciente de manera desordenada en opinión de Lacan, por lo que él intenta reordenar la teoría. De esta manera, el autor expresa que de modo general, Lacan afirma que en realidad no hay una teoría del inconsciente como tal, sino que existe una teoría de la práctica analítica, siendo siempre la estructura que se le reconoce a la experiencia analítica, la que se supone es la estructura del inconsciente. Entonces el analista, formaría parte del mismo inconsciente. Y la práctica analítica en Lacan, estará dada en la dimensión de lo imaginario.

Pero es a partir de 1953, que Lacan introduce la proposición del inconsciente estructurado como lenguaje, junto con la distinción de lo real, lo imaginario y lo simbólico, elementos que serán la piedra de tope en toda su enseñanza.

En los primeros seminarios, los textos de Freud son comentados, y es la categoría de lo simbólico la que es dada como dimensión esencial de la experiencia. En una segunda etapa, ya no son estos textos el punto central de sus seminarios, sino sus propias ideas. Se habla entonces, del sujeto tachado ($), el objeto a minúscula y el A, por ejemplo. Finalmente en una tercera etapa, Lacan toma por objeto los fundamentos de su discurso, especialmente la tripartición de lo real, lo simbólico y lo imaginario. En este período, lo real es la categoría esencial.

El autor explica, que es necesario tener claro lo que es el estadio del espejo, que ha sido el objeto de la primera intervención de psicoanálisis de Lacan. En este estadio, el niño en un principio no reconoce su propia imagen y experimenta una “discordancia intraorgánica”. En una segunda etapa, el niño reconoce su imagen, pero es una imagen especular, que se articula en la relación con otro. En un tercer tiempo, la imagen del otro es reconocida como propia y es precisamente esta identificación con la imagen del otro, lo que se vuelve constitutiva del yo en el ser humano, y por lo tanto, estamos constituidos por identificaciones ideales, que van más allá del simple desarrollo fisiológico. La imagen yoica, se ha alienado a la imagen de otro. Esto explicaría la agresividad ambivalente del se humano, ya que estaría deseando el deseo del otro.

Por otra parte, abordar la cuestión del yo, a partir del estadio del espejo, también implicó con cambio de dirección de la teoría freudiana inicial. Desde esta nueva perspectiva, el yo es un desorden de identificaciones imaginarias, las que en el curso de la cura analítica, van reapareciendo. Es decir que en sentido lacaniano, el yo está constitutivamente desintegrado.

Si bien esta teoría tiene sentido según el autor, agrega que la relación imaginaria del yo y del otro es mortífera, la que tiene como única salida, un desenlace identificatorio; es decir, alienante. Ahora bien, Lacan utiliza el término imago para resumir la dificultad que implica la distinción que se hace entre los distintos tipos de identificación que hay. Por un lado, hay una imagen sensible y por otro, un conjunto de rasgos organizados. Respecto a este punto, Lacan distingue la disyunción entre lo simbólico y lo imaginario.

Lacan dice que una vez que se distancia el símbolo de la imagen, lo simbólico tiene dos vertientes: la de la palabra y la del lenguaje. Agrega que mientras la relación imaginaria es fundamentalmente una dimensión de guerra, la función de la palabra es pacificadora. Ella también opera identificaciones, pero estas permiten superar la rivalidad imaginaria.

En esta vertiente también entra en juego el síntoma, el cual se debe en opinión de Lacan, a un defecto de simbolización que conforman un centro de opacidad en el sujeto, porque no fue verbalizado. Entonces, la cura se vuelve un proceso fundamentalmente intersubjetivo, donde el sujeto es llevado a restablecer la continuidad de su historia, que ha sido interrumpida con el síntoma. La cura opera, porque permite dar una significación retroactiva a lo que ha permanecido opaco en la experiencia del sujeto.

La otra vertiente está constituida por “el orden simbólico como conjunto diacrítico de elementos diacríticos, separados”. Cuando se habla de diacrítico, se hace referencia a que los elementos adquieren valor unos respecto de otros, ya que estando separados, carecen de sentido. Es por ello, que Lacan se opone a la idea de psicogénesis, puesto que la concepción histórica del desarrollo psicológico del sujeto no es lo esencial, sino la estructura del lenguaje que preexiste como estructura en el sujeto. Es una estructura sin - sentido, ya que el niño debe someterse a ella, independientemente del aprendizaje.

Puesto que estas dos vertientes de lo simbólico presentan el problema de que uno es ante todo significado, y otro es ante todo sin – sentido, Lacan elaboró una dimensión común a estos dos aspectos, rectificando el paralelismo que Saussure postula entre el significante y el significado. Insistió entonces, que el significante actúa sobre el significado. Incluso afirma que el significante crea al significado, siendo a partir del sin - sentido, que se crea la significación. En segundo lugar, introdujo el concepto de cadena de significantes, que da cuenta de la sobredeterminación en la cual ve, la condición de toda formación del inconsciente.

En tercer lugar, Lacan muestra cómo la relación entre la estructura simbólica y el sujeto, se distingue de la relación imaginaria del sujeto y del otro. El Otro es el gran Otro del lenguaje, que siempre está allí. Es el de la cultura, un externo, que está presente a partir del momento en que se escucha a alguien. El inconsciente del Otro es el discurso, es el Otro del deseo opaco del sujeto. Es la dimensión externa, que tiene una función determinada para el sujeto. El inconsciente no resiste, no deja de girar y decir siempre lo mismo. Si hubiera resistencias, estas se ubican en la relación imaginaria entre el yo y el otro. Estas formaciones imaginarias se manifiestan principalmente por su inercia, por cuanto difuminan las relaciones del sujeto con el gran Otro. Y es a partir de entonces, cuando la operación analítica se juega en lo simbólico.

Entonces ¿cuál sería la función del analista? Es desaparecer en tanto yo, no permitiendo que la relación imaginaria domine la situación. La experiencia analítica debe estar en el lugar del gran Otro. Y Lacan se pregunta “¿cómo puede constituirse el sujeto en el lugar del Otro que lo preexiste?” a lo cual se agrega, que el rasgo fundamental valorizado por la experiencia analítica es que el hombre es un ser viviente que habla, lo cual tiene incluso consecuencias corporales, fragmentando al sujeto en efectos de significante. Esto quiere decir que el lenguaje moviliza los afectos más profundos del cuerpo. El significante tiene un efecto desvitalizador sobre el cuerpo.

A partir de esto, se explica la pérdida constitutiva del objeto a la cual Freud se aproximó en la teoría de los estadios. Lo fundamental de esta teoría, es que cada estadio se organiza a partir de un objeto en falta. La castración y el estadio genital constituyen el núcleo de la teoría del Edipo, donde el falo, en su dimensión simbólica e imaginaria, también se encuentra fundamentalmente perdido. Entonces es posible afirmar de modo general, que las necesidades del hombre se traducen en demandas hacia el Otro. En este proceso, el significante es sustituido a la necesidad. El Otro tiende a convertirse en la demanda pura de la respuesta del Otro. Y esta respuesta, es más importante que la satisfacción de la necesidad. Ahí es donde se encuentra el principio de la identificación simbólica.

El deseo del cual se habla, es esencialmente insatisfecho. Se encuentra capturado en la cadena significante (metonimia del deseo). El analista entonces, es quien no responde a la demanda, de manera que pueda situarse en interpretar a nivel del deseo. Lo que se intenta, es no cedes en cuanto a su deseo. El síntoma sería pues, ceder en cuanto a su deseo. No es posible liberar al deseo. Este se encuentra coordinado con una función en falta, de carencia.

En “Lacan clínico” J. A. Millar explica que para Lacan, la obra de Freud fue un medio y no un fin en sí mismo. El verdadero fin sería la práctica del análisis. Pero Lacan aclara que el psicoanálisis sólo se aplica como tratamiento clínico. Se habla entonces, de un psicoanálisis aplicado a un sujeto que habla y que oye.

En este contexto, el analista no debe criticar, sino emular. Millar señala que esto implica una gran valorización de la literatura, donde el psicoanálisis produjo sus efectos, al igual que en la histeria. De este modo, cuando en los escritos de Lacan se encuentran referencias al teatro, los cuentos, etc. Éstos son usados para ilustrar la experiencia analítica. Esto permitiría el hecho de que el significante funcione en primer lugar como separado de su significación. Eso permitiría que se prestara para nuevas significaciones. Por medio del escrito literario, hay una aproximación al discurso analítico. “la interpretación psicoanalítica” dirá Miller respecto al pensamiento lacaniano, “no está en su lugar más que en la experiencia analítica en cuanto dicho del analista”. Un dicho del cual él espera por parte del sujeto, una mutación. En este sentido, la interpretación no sería una construcción, sino la captación de la ocasión en la sesión analítica. El analista se sitúa en el lugar del Otro, como se vio en el texto anterior, y por lo tanto sus mensajes van dirigidos hacia ese otro. De la misma manera, el estilo en que Lacan se dirige hacia los auditores de sus seminarios, entonces, su estilo genera transferencia. Es decir, explica Millar, se genera una suposición de saber que va más allá del saber explicado, un saber que no es sabido. Es decir, Lacan daría cuenta del inconsciente. En este aspecto, Lacan movilizaría al sujeto – supuesto – saber y la consecuencia de esto sería imaginar que todo es contemporáneo. Pero en los escritos de Lacan las definiciones planteadas en un principio van evolucionando en el curso de los textos. Por eso no se puede hablar de la obra de Lacan propiamente tal. Él habla en términos de recorrido, de avance y facilitación. Sus definiciones construyen y modifican lo que introducen. Este aspecto es importante para Millar, quien intenta dar ciertas directrices para leer a Lacan en el curso de los seminarios que imparte sobre la obra de este autor, puesto que sería inevitable que aflorara esta problemática subyacente a sus enseñanzas.

A Lacan, agrega, hay que leerlo desde sus preguntas, y no a partir de sus respuestas, ya que se dirige primero al otro para fundarlo en su ser. Por ello en opinión de Millar, la enseñanza de Lacan es una enseñanza que procede de un permanente esfuerzo contra la represión. Y es por eso también, que en sus seminarios, Lacan adopta su posición en la condición de analizante, de sujeto en falta. Y lo que está en juego en la enseñanza de Lacan a partir de la práctica, es lo que se puede aprender y transmitir, acerca de lo que es el hombre a partir de su definición psicoanalítica. Es posible aprender mucho sobre su deseo, y sobre el movimiento de su deseo que se ve detenido por un límite invisible, del que además, no conoce nada.

En este sentido, ha sido a partir de Freud, que estas dificultades humanas adquieren forma, y cierta comprensión. Freud demostró que determinados acontecimientos como los sueños, los lapsus, las dificultades del deseo, son hechos organizados, eslabonados en una lógica. En este sentido el síntoma, está establecido por el que habla de sí mismo, no por el clínico que lo observa. Es decir que hay síntoma, cuando el sujeto se experimenta como desbordado en el ámbito de piensa que es su ser. Cuando el síntoma resulta imposible de soportar, pasa al ámbito corporal del sujeto. Es así como Lacan define a la clínica como lo real, que es imposible de soportar. Pero también hay artificios que ayudan a soportar, como lo es la cultura. Desde esta perspectiva, la clínica no se reduciría solamente al consultorio del analista. El psicoanálisis sería entonces, una experiencia social, donde están presentes los constituyentes mismos del lazo social. A este ámbito se suman el lenguaje, el discurso universal concreto. Es a partir de esto, que Lacan definió cuatro modos fundamentales del lazo social, a saber, los cuatro discursos.

A partir de esto cabe preguntarse por qué el hombre es tan sensible a las disrupciones sociales, a la acción del significante del discurso. Se han producido grandes movimientos sociales a partir de cosas como ésta, como es el caso del significante “Mahoma”. Millar agrega, que también se trata de abordar estos temas en la experiencia analítica.

Millar se pregunta ¿porqué entre los hombres y las mujeres, la cosa no marcha? En el fondo no habría una armonía preexistente. Para Lacan, el problema de fondo es que no habría relación sexual. Es decir, sí las hay, pero lo que no se da es una relación fija e invariable donde uno reconoce al otro como aquel que le hace falta. Por eso hay lugar para la invención, lo que proporciona diversas formas que permiten a los hombres y mujeres relacionarse entre sí. Sin embargo, la clínica habría mostrado que el repertorio de fantasmas que los seres humanos somos capaces de producir, es reducido y limitado. Además, nos muestra constantemente un sujeto descentrado con relación al significado pero también, el psicoanálisis descubre al hombre como un ser inédito en la historia. El punto, es que el lenguaje ya está ahí, antes de que empecemos a hablar; se encuentra en el exterior, en el mundo, en el Otro, que como se mencionó en el otro texto, es previo al sujeto, es cultural. En tanto tal, es algo que nos determina antes de haber nacido siquiera. Somos, desde esta perspectiva, “un pedazo de discurso”. Es lo que Freud llamó superyo, en tanto moralidad, pero Lacan habla de superyo para referirse a las fórmulas que se imponen al hombre para guiarlo, por vías de goce que llegado el caso, él rechazará. Laca intenta dar racionalidad a estos hechos. Para este fin, Lacan plantea el concepto de sujeto, que es la forma en que este autor da cuenta de ese hombre hecho de discurso. Es un sujeto, que va más allá del individuo, y en consecuencia es necesario hablar de transindividualidad. Se habla de un sujeto que es llamado a identificarse puesto que es carente de identidad. Pos eso grafica al sujeto en falta ($), y al sujeto que se identifica (S). Se produce la paradoja de que el sujeto se ve conducido a actuar contra su propio bien. Es decir, que precisamente su mayor goce se contradice con su bienestar. De hecho, la gente asiste al análisis, porque ese goce ya ha perturbado su bienestar. Eso es lo imposible de soportar; el sujeto es superado por el síntoma, y no sabe lo que le pasa.

El análisis del discurso, debe alejarse en opinión de Millar, de las ideas estructuralistas de buscar significantes, como consecuencia de otros significantes, a lo que este autor le llama, metonimia. En ese proceso de reconstrucción y construcción, no habría un aporte real a la cura analítica, sino que sería sólo una construcción contingente y tradicional, que no hace más que desrealizar el significante. Y no hay metonimia ilimitada, sino determinaciones, concreciones, acumulaciones. El significante, tiene efectos y productos; crea significación. Pero además, crea sufrimiento, fantasma, goce, síntoma. El análisis, se ocupa de la carencia de significante, del padecimiento de significante o lo que llamó Freud, de la castración. Sin embargo, éste produce sufrimiento en el sujeto. Es a causa de dicha pérdida, que podemos tener una idea del goce. El significante anula el goce. Y es aquí donde el goce llega al sujeto bajo la forma de “plus – de - gozar”. Es decir, se entabla un intercambio entre el lenguaje y el goce: la pérdida del goce es correlativa al lenguaje, pero queda un goce residual que en Freud, se les llama zonas erógenas. En este sentido, se podría decir que “el cuerpo siempre sirvió como superficie de inscripción significante”.

Por otra parte, Lacan llama al falo, como el significante del goce; un goce que se ha perdido. Es el goce del propio cuerpo lo que se ha perdido. Es lo que Freud desarrolla de otra manera, en sus ensayos sobre el desarrollo sexual. Pero en Lacan, ese goce es posible lograrlo completamente solo, primeramente en la masturbación tanto femenina como masculina. Sin embargo, no todo el goce femenino es fálico u objetal. Habría en las mujeres, acceso a un Otro goce.

Hasta aquí llega la exposición de Miller, respecto de la práctica del análisis en Lacan. Dado que el primer texto intenta dar una primera mirada a la obra de Lacan, me pareció atingente desarrollarlo también primeramente. Es interesante la reelaboración que hace del psicoanálisis freudiano específicamente, aun cuando no concuerdo con ciertos puntos que más bien tienen que ver con la forma, que con el contenido. Como una opinión muy personal, de alguien que ha estado por lo menos en alguna ocasión en un análisis freudiano, y también lacaniano, me hizo mucho sentido todo lo referente a la posición del analista, a su lugar instalado en el Otro, etc.

Por otra parte, me quedan más dudas que comentarios, frente a un texto que se me hizo más difícil de leer por el ruido que me produce el excesivo enaltecimiento de la obra lacaniana, que por la teoría propiamente tal; pues si se toman en cuenta comentarios como “ni las inteligencias más claras lo entendieron”, cabe preguntarse entre otras cosas, que si es tan, pero tan complejo e inentendible la obra de Lacan, cómo se explica que existan buenos analistas, que no comprenden, supuestamente, los fundamentos de lo que hacen?.

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