viernes, 10 de junio de 2011

Pues quién sabe qué quizo decir Lacan, y luego Jean-Alain Miller, pero aquí va un "resumen" acerca de LA TRANSFERENCIA (2011)

TRANSFERENCIA E INTERPRETACIÓN

Jacques – Alain Miller

“Transferencia e interpretación” son los dos términos necesarios para situar al psicoanalista en la dirección de cura. Ambos están unidos en primera instancia, en el hecho de que el psicoanalista interpreta solamente a partir del estatuto particular y variable, que le otorga la transferencia.

Es por ello que se considera que la transferencia es la condición de la interpretación. Incluso en la época de la cura tipo (de una secuencia reglada y fija del despliegue de la cura analítica), la instalación de la transferencia era considerada como un tiempo previo a la interpretación.

Esto vuelve inútil una recopilación de interpretaciones psicoanalíticas, puesto que no existe una interpretación que tenga un valor universal, es decir, que se pueda separar del contexto de cura, cuyo índice estaría dado por el momento de la transferencia.

Hasta aquí, lo dicho se encuentra en concordancia con el psicoanálisis en extenso, pero en lo que sigue, dicho acuerdo se interrumpe.

Es a partir de las líneas de operación de la interpretación bajo transferencia, que Heinz Kohut se pregunta ¿Cómo cura el análisis? Esta es la pregunta acerca del punto de aplicación de la interpretación. Ello nos remite a ¿Quién interpreta?.

Si bien todos los analistas responderán que el paciente, falta saber cómo se interpreta, del lado del analista, el efecto de significación que llega desde esa respuesta.

Desde la ego – psychology, “interpretar el ego exige que éste en primer término haya disminuido el control que ejerce sobre lo que le llega de las otras dos instancias que lo enmarcan, el superyó y el ello, de modo tal de que acceda a la conciencia lo que emana del superyó y del ello en forma de impulso, anhelo o de pulsión”, idea que retoma la segunda tópica de Freud. Entonces, cuando el ego ha relajado su control, y se filtran por tanto las emanaciones del superyó y el ello, el analista lleva al paciente a apreciar la distancia que media entre lo que le llega del ello, del superyo, y de la “realidad objetiva”.

Una segunda corriente psicoanalítica, trabaja desde la interpretación del self. Este término fue promovido por Winnicott. Se parte de la premisa de que al mostrar empatía con el paciente, se producirá una baja de sus defensas, de modo que se trata de “decirle que sí”.

Para quienes toman como referente la enseñanza de lacan, se trata de interpretar al sujeto. En opinión de Miller, el sujeto es la interpretación más simple ya que en tanto hipótesis, se deduce del hecho mismo de la interpretación. Es decir, el sujeto es la interpretación tal como se la utiliza en psicoanálisis: el supuesto mínimo que puede plantearse.

Interpretar desde este ángulo, no es hacer comprender, sino hacer mínimamente en el campo de la experiencia, una intrusión de significante. Así, el analista solo interpreta en tanto que como “intérprete”, interpreta, lo que un “tercero presta”. Presta el significante de +1, y tiene efecto de desciframiento y de mutación del sujeto.

Si bien lacan no inventó el término de mutación, James Strachy hizo un aporte fundamental acerca de la interpretación mutativa. Para él, el significante de transferencia no es más que el significante intruso captado como primero.

Pero qué implica hacer del sujeto supuesto al saber el soporte y el pivote de la transferencia? Primeramente, se define de esta manera a la transferencia a partir de una relación del sujeto con el supuesto saber (Lacan), y no a partir de algún afecto. No hay relación sexual, sino que se trata de una relación epistémica.

El autor señala que esto quiere decir, que el sujeto se vuelve interpretandum (interpretante del hombre), sujeto a interpretar. “Fundar la transferencia en el sujeto supuesto al saber es dar a la transferencia la interpretación como fundamento. La transferencia de Lacan, en este sentido, se diferencia por ser ante todo transferencia de interpretación”.

El inconsciente entonces, es su interpretación. Lacan plantea en este sentido, que cuanto más se interpreta, más se hace existir al inconsciente, que lo mantenemos con la interpretación.

La interpretación quiere decir otra cosa: cada vez que los psicoanalistas intentaron hacer una doctrina de la interpretación partieron de la interpretación inexacta. En un artículo, Edward Grover, se inquieta por la incompletud e inexcatitud de las interpretaciones. Sobre el psicoanalista cae la sospecha de “Tú no sabes nada de lo que dices”, y es justamente lo que la interpretación entraña, la división del sujeto. ¿Y la Otra cosa? ¿Cómo hace el analista con la Otra cosa?

Miller –al igual que Grover -, retoma la interpretación analítica como la tentativa de enunciar la Otra cosa. Para entender, hay que remitirse a cómo se enunció fundamentalmente la Otra cosa en el psicoanálisis. ¿Se la interpretó a través de qué? Solamente a través de la pulsión. Cuando Lacan dice “La interpretación atañe a la causa del deseo”, al objeto a, no hace falta más que interpretar la pulsión, y no es esto lo que lo diferencia de otras escuelas psicoanalíticas.

Qué quiere decir pulsión? Se pregunta Miller entonces. Que en el psicoanálisis, siempre se ha interpretado el “bla bla” mediante la satisfacción silenciosa, a veces por la fijación de una satisfacción silenciosa, o por una serie de ellas.

La enseñanza de Lacan está completamente atravesada por el problema de articular la interpretación, como simbólica o significante, con el desciframiento del silencio de la pulsión. Lacan separa las técnicas de desciframiento del inconsciente y la teoría de las pulsiones. En esta línea, Lacan escribe la pulsión como una demanda en la que el sujeto se desvanece, donde desaparece la demanda y queda el corte en la que funda el estatuto de sujeto. La teoría del objeto a en lo que hace al fantasma y a la pulsión, trastrueca lo que hasta entonces estaba en su lugar. No obstante Freud indica que esta pulsión silenciosa es puesta en escena. Aquí cobra valor la escena primitiva, que sirve de matriz de la fijación de la satisfacción silenciosa. Es un concepto que designa al sujeto capturado por una escena de goce que lo deja interdicto, que decide su vocación en el deseo. Es decir, cómo de ahí en adelante, será llamado por su goce.

Entonces, se habló de sujeto interdicto, de la matriz de que el goce sea interdicto. Así, la interpretación responde a esa interdicción por la inter-dicción, por la dicción entre: entre-dicho, entre-visto, entre-oído. La interpretación analítica que es significante, recae sin embargo, sobre el intervalo del significante, ahí donde yace la otra cosa, otra cosa que los efectos de metáfora, que los efectos de sentido.

Podría decirse, que la interpretación como equivalente del deseo, es metonímica. Apunta a lo que no puede decirse, en tanto que es lo real en la práctica. Por eso es que fundamentalmente, la interpretación es siempre inexacta.

“Lacan agrega que además de subrayar los significantes amos, cuyo valor es la formalización del destino subjetivo, hay otra cosa. Se trata de subrayar lo que no está representado por un significante, es decir que la interpretación recaiga sobre lo imposible de decir, la causa del deseo en tanto ella no conversa”. Se obtiene así, efectos de resonancia. Pero dónde resuenan? En el goce silencioso. Por eso es que la metonimia juega con el goce, en la medida en que el goce no puede decirse.

Pero si bien en un principio se dijo que la interpretación apunta al sujeto, en realidad, se trata de apuntar al ser, no obstante que el sujeto es falla en ser. El sujeto no se hace fácilmente a su goce, sino que necesita tiempo para realizarse.

En este punto la interpretación encuentra su función temporal. “Es necesario tiempo para hacerse a ser”, y tiempo para resignarse a ello. Lacan se refiere con ello a la destitución subjetiva, a resignarse a perder lo más precioso del sujeto, a saber, su indeterminación, la que lo mantiene en la falla en ser. Sin embargo Lacan dice que la interpretación no puede hacer ser, a lo más, puede hacer un semblante de ser – paraser - , porque el inconsciente interpretable tiene límites. En la secuencia que da Lacan: indeterminación – certeza – ininterpretable – son los límites de lo que del goce, en tanto silencioso, puede pasar al inconsciente interpretado.

Todo el goce no puede pasar al inconsciente. Lo que queda de ese goce, Lacan lo llamó objeto a: aquello del goce que se resiste a pasar a lo inconsciente. El analista entonces, se dedica a hacer de resto que queda en la estancada. Y en la medida en que el análisis hace pasar al goce al inconsciente como interpretable, constituye un proceso de verdad. Es decir, es el sujeto el que abre la dimensión de la verdad, según la cual lo que hay resta en suspenso y lleva a hacerse a ser. Esto es lo que a veces se llama constitución del fantasma fundamental.

Pero no hay que olvidar que ese es ficticio, y por eso Lacan lo llamó proceso de verificación, que consiste en hacer verdadero (semblante), es decir, a pasar por el significante.

¿Qué aprendimos de Lacan? Escribió a, es decir, su estatuto de real como no verificable. Esto es algo que no se puede curar, precisamente porque no podemos verificar ese real. El resultado de la cura solo puede ser lo incurable(Kohut).

Tampoco puede verificarse el complejo de castración. Este complejo quiere decir, que no se puede verificar lo que debería sostener al deseo. Cuando Lacan dice que “no hay relación sexual”, se refiere a que ésta no es verificable. Ni lo real, ni el no hay son verificables.

Para finalizar, el autor refiere que Lacan da tres puntos en la técnica de interpretación para hacer paraser: la ortografía que juega la homofonía, la gramática y la lógica, ya que estas permiten ver el equívoco que lleva a lo que no es verificable.

El deseo del analista en su labor de interpretación, va en contra de la identificación, dado que va hacia el ser. No podría reconocerse un lacaniano, agrega Miller, que interprete clave en mano el significante – amo a su analizante. Por el contrario, juega con el equívoco, el cual le deja la opción al sujeto, acerca de qué escuchó. La interpretación introduce una nueva opción forzada que dirige al sujeto, no hacia el sentido, sino que al ser.

“El colmo de la transmisión del psicoanálisis, sería presentar el matema en silencio”.

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