domingo, 26 de junio de 2011

Resumen EL PROBLEMA ANTROPOLÓGICO DEL FANTASMA (Jean – Paul Valabrega) (2011)



EL PROBLEMA ANTROPOLÓGICO DEL FANTASMA
Jean – Paul Valabrega

I.          INTRODUCCIÓN
El autor abre su exposición precisando que antes de presentar las generalidades que se desprenden de las investigaciones sobre el fantasma, es necesario dejar claro que todos los analistas coinciden en la creciente importancia que ha adquirido el fantasma en la práctica clínica, la técnica y la teoría.
Valabrega señala que para buscar los orígenes del concepto, es necesario investigar retrocediendo hacia un aspecto esencial del psicoanálisis mismo. Esto implica entonces, remontarse una y otra vez hacia lo anterior, recorriendo una cadena, cuya s amarras se anclan en la historicidad.
Pero es justamente en la interjección de estas amarras, o en los eslabones que faltan, donde encontramos el fantasma. Hacemos pues, agrega el autor, “a propósito del análisis, lo que hacemos en el análisis”.
Esto nos da pie para mostrar una primera indicación, a saber, la transformación, noción central en el desarrollo de esta exposición.
En segundo lugar, el hecho de remontarse en el tiempo, solo puede desembocar en el mito, que universalmente refiere al origen.
Con estos elementos, tenemos suficiente para dejar planteado el problema antropológico del fantasma, pero además, no hay otra forma de hacerlo, sino bajo la óptica de la antropología psicoanalítica. Con esto último, el autor recuerda que se refiere a la rama donde el desarrollo de toda investigación, es necesariamente desigual por un lado, puesto que a los antropólogos les falta la interpretación analítica en sus trabajos, mientras que muchas veces a los psicoanalistas, les faltan los datos que poseen los antropólogos.
Pero esta situación, no es solamente una cuestión metodológica, sino que evidencia el problema del reenvío de un campo a otro, del fantasma al mito, y viceversa. Es en este punto donde se encuentra el fundamento de la antropología psicoanalítica.
Finalizada la introducción, Valabrega considera necesario desarrollar las nociones que se han planteado.
II.         
Lo primero a desarrollar, tiene relación con las principales direcciones, comparaciones, relaciones clásicas y oposiciones acerca del estudio del fantasma.
1.         Fantasma y realidad
El papel que juega la realidad en el análisis, nos impide llegar al corazón del asunto, ya que lo real a lo que alude el paciente, es lo que precisamente muestra lo más aproximado del inconsciente. Es aquello que dice “Ya lo sé, pero aun así…”. Pero no es la realidad la que resiste sino el inconsciente. Es esta la transformación que es necesario operar aquí. Para entender mejor esta premisa, es necesario recordar que Freud partió de la realidad, del realismo, lo cual se entiende dentro del contexto histórico científico de la época. Sin embargo en el transcurso de su trabajo abandonó el realismo, descubriendo al fantasma. Al respecto es necesario destacar el papel del resto diurno en el sueño. Este recibe su función en el hecho de que en él puede entrar un fantasma, o este último, adueñarse de él. Se produce entonces un encuentro; una coalisión del fantasma con el símbolo, donde el elemento de realidad, debe ser4 buscado en el hecho mismo de la coalisión. Esto explica el hecho de que aparezca el resto diurno durante el análisis del sueño, en la medida que este sueño sea relatado. Por otro lado se advierte que en el transcurso del análisis, no es fácil distinguir el resto diurno del fantasma del sueño. El resto diurno se nos aparece como infiltrado por el fantasma, que es el que designa a ese resto, para desempeñar su función en la elaboración del sueño.
2.         Se ha planteado frecuentemente la cuestión de si el fantasma es consciente o inconsciente, o si viene del yo o el ello.
Al revisar al obra de Freud, nos encontramos con que el fantasma tiene un componente mixto. Asimismo, en el mito, hay dos formas, dos contenidos, dos lecturas, lo manifiesto y lo latente, lo consciente y lo inconsciente. Por eso los argumentos de algunos autores por unificar los conceptos, tales como fantasma consciente y fantasma inconsciente, como es el caso de Laplanche, se desmoronan ante lo que el psicoanálisis realmente busca. Es justamente desagregar los contenidos que han sido condensados en el sueño, lo que el psicoanálisis hace.
Lo mismo ocurre con la palabra fantasma y fantasía, cuyos significados son diversos en francés y en alemán. Pero no es posible afirmar a partir de esto, que el psicoanálisis abandonará la palabra fantasma, como un concepto específico de su disciplina. En el caso de la palabra fantasía, refiriéndose a los dichos de Lagache, el autor señala que el problema es que el término Phantasie designa simultáneamente una función y una producción; es a la vez imaginación y también lo que se imagina.
Estos ejemplos, nos llevan al hecho de que ciertas discusiones sobre el problema del fantasma, tienden a permanecer en un nivel meramente terminológico. Y por otro lado, todas las resistencias  dadas a propósito del sueño, con respecto a lo consciente y lo inconsciente, se vuelven a encontrar a propósito del fantasma.
También se ha relacionado al fantasma con la pulsión. Esta última, como la satisfacción primaria alucinatoria, con la sensación que sería la forma primera del fantasma, según S. Isaacs, con las necesidades, con los instintos, con la imagen de la percepción sensorial, con el recuerdo encubridor entre otros.
Llegando a este punto, el autor retoma nuevamente la obra de Freud acerca de la pulsión y del fantasma, “Lo inconsciente”. En este texto, Freud deja claro que la pulsión es y permanece por naturaleza inconsciente, y demuestra que la noción de fantasma se encuentra implícita en la dinámica pulsional y se desprende de ella, ya que la representación ideológica inconsciente es, el fantasma.[1]
El inconsciente entonces, no es un núcleo puro, sino un intermediario entre lo psíquico y lo somático. Freud nos dice que la doctrina de las pulsiones son nuestra mitología[i]. Mito, agrega el autor, que se descifra en la representación pulsional y sus transformaciones, es decir, en el fantasma. Freud también habla de ramificación, refiriéndose a la representación de la representación, que se entiende en un sentido dinámico, y en otro estructural. Citando a Freud, el autor rescata la idea de que las ramificaciones de los impulsos inconscientes, existen algunas que reúnen en sí, determinaciones opuestas. Es decir, por un lado presentan un alto grado de organización,, han usado todas las adquisiciones del sistema consciente, y casi no se diferencian de los productos de este sistema. Sin embargo son inconscientes e incapaces de consciencia. Cualitativamente, pertenecen al sistema preconsciente, y al inconsciente, y pese a su alto grado de organización, permanecen reprimidos y no son capaces de llegar al consciente. Su destino depende de su origen. Tanto las fantasías de las personas normales como de los neuróticos, son de esta naturaleza, de las fases preliminares de la formación de sueños y síntomas.
Lo que se quiere destacar de estas ideas, es que las pulsiones y los fantasmas se encuentran en estrecha y necesaria relación, puesto que los segundos son las representaciones de las ramificaciones pulsionales. Y que las pulsiones (seres míticos) y los fantasmas (seres mixtos), son ambos intermediarios.
En este punto es importante hacer alusión a la imago. Este concepto, si bien fue ampliamente utilizado en un primer tiempo, ha ido siendo desplazado por la noción de fantasma. La imago, entendida como la imagen inconsciente, está del lado del fantasma. Así, el fantasma quedaría claramente definido como el aspecto dinámico de la imago. También es un intermediario, entre la proyección y la introyección.
Son estas últimas observaciones, acerca de la pulsión, el fantasma y la imago, las que el autor considera relevantes como fundamento teórico para desarrollar el problema antropológico del fantasma.
3.         Entonces, teniendo presente a estos mixtos, intermediarios, - fantasmas y pulsiones - que definen las coordenadas de base de la doctrina analítica, Valabrega se pregunta acerca de la, o las leyes que presiden su formación y estructuración. Esta ley, es la de la transformación.
Esta no puede ser reducida a mecanismos que ya recibieron esta denominación, agrega el autor, así como tampoco a ciertas formas del discurso, a la inversión, o renegación. Sería mejor, precisa Valabrega, hablar de vuelco, pero por ahora, se hablará de ley de transformación.
Por otra parte, en este punto es importante notar que Freud da un vuelco desde el artículo sobre las Pulsiones, con respecto a cómo plantea el mecanismo de defensa del Yo posteriormente. La transformación, significa también un retorno al objeto narcisístico. Todo el alcance de la transformación reside, en el texto de Freud, en las palabras Verkhrung y Gegenwenwdung, de las cuales su sentido no alcanza a ser traducido en su real dimensión. Para Valabrega, la transformación en el sentido de ley de transformación, es la raíz del dualismo freudiano.
Considerando a la pulsión, ser mítico, e intermediario entre lo psíquico y lo somático, la transformación aquí consiste en la noción de conversión psicosomática. con respecto al caso del fantasma, éste se debe descubrir o interpretar, utilizando la ley de la transformación. En el artículo sobre Recuerdos encubridores, Freud ubica al fantasma detrás del recuerdo, donde se muestran ejemplos tales como “quien bien te quiere te hará llorar”, que se transforma en “quien te hace llorar, bien te quiere”. Es decir que por medio del intercambio de proverbios, podemos evocar una serie de producciones emparentadas con el fantasma. Así también ocurre con los cuentos, las leyendas, etc.
Pero además es posible ilustrar otros aspectos más amplios y precisos de la ley de transformación, que el autor considera como una de las leyes fundamentales de la fantasmática.
La tesis que nos propone Valabrega, es que no se opera ni exclusivamente, ni esencialmente sobre la materia misma del fantasma, es decir, sobre el enunciado mismo que de ella se desprende. Se opera entre el fantasma y el mito, y viceversa. Dicho de otro modo, para comprender el efecto de la ley de transformación, hay que introducir y conservar en la teoría de la bipolaridad: Fantasma-Mito.
El mejor ejemplo de esto, es el Epido. Si bien hay muchos autores que afirman que el Edipo existía gracias a que Freud era un hombre muy culto. Esta, en opinión del autor, es una explicación culturalista, que no muestra en su totalidad el proceso real que sucedió. Si el psicoanálisis descubrió el complejo nuclear, señala Valabrega, y posteriormente lo reencontró en el teatro antiguo, no es porque Freud haya leído a los griegos, sino porque el complejo se encontraba en el mito. Pero hay que aclarar que Freud fue a buscar el Edipo, ahí donde no se encontraba en forma manifiesta, es decir, en los sueños. Y posteriormente, en un retorno al mito, lo reencontró, dándole un nombre. En esto consiste precisamente la ley de transformación.
Ciertamente que en la tragedia de Sófocles no estaba todo dicho, sino el psicoanálisis habría nacido cuatro siglos antes de Cristo. El psicoanálisis esperó a que el mito se transformara en fantasma, se encontrara con el fantasma y se uniera a él, mientras que el mito no era ya el mismo, más que el fantasma transformado. Es por lo tanto a partir de este encuentro en Freud, que nace el psicoanálisis, y surge el complejo de Edipo como tal. Luego, cuando tuvo que completar la teoría del Edipo, Freud retoma otro mito, el de Narciso, a partir del cual da cuenta de los fantasmas psicóticos, que fueron bautizados por Freud como neurosis narcisística.
Por su parte F. Perrier observó que la referencia freudiana al mito, dado que es una constante, aparece como una necesidad interna de la teoría psicoanalítica.
Por donde se aborde el tema entonces, está la transformación del mito en fantasma y recíprocamente, del fantasma en mito, lo que lleva a hablar más bien de una ley de doble transformación o transformación recíproca. A su vez, la operación de nominación, interviene en el cruce mismo de la transformación. La operación de nominación viene a ser el tercer término, imposible de ser reducido al igual que el mito y el fantasma.
Esta operación de nominación, puede ayudarnos, dice el autor, a comprender ciertos fenómenos de la vida cotidiana, como por ejemplo:
·         La elección del nombre de algunos niños. Darle un nombre santo a un niño, es darle un nombre mítico. Es decir, que al momento de su nacimiento se opera transformándolo de niño fantasmático a niño mítico. La nominación interviene, en la encrucijada del mito y del fantasma. Es más, es consagrar al niño a un mito. Esto es lo que se quiere decir al afirmar que el niño preexiste, en el fantasma de los padres, y especialmente en el materno. Y ya en el fantasma materno, el niño ha sido objeto de una doble transformación que opera entre el fantasma y el mito.
·         Otro fenómeno más claro, es el siguiente: casi todos los niños, juegan a transformar las letras de su nombre, o a crear otro lenguaje. En estos casos podemos interpretar este juego, dice el autor, como la emergencia de la ley de transformación. La transformación procede del fantasma está en el origen del juego y lo sostiene. Además se dirige a un mito, en tanto el niño desea acceder a un personaje místico que otro él mismo. Es él mismo, ya que se nombra con las mismas letras, y otro, porque el segundo nombre es la transformación., que no tiene sentido sin la ley del primero. En ocasiones es posible encontrar durante un análisis, una clave y una raíz mítica de la vocación o el destino. Esto es lo que designa la dimensión mítica del sujeto, de modo que es posible observar la inserción de esta dimensión mítica, a través de una transformación, en el momento en que ésta se opera a partir del nombre, en el juego del nombre transformado.
·         Algo similar ocurre en los encuentros de la realidad y de la ficción. La nominación cobra importancia en estos fenómenos, ya que surgen en el momento mismo en que se los nombra, y no de otro modo. Un ejemplo claro, es el del encuentro entre la función y el nombre, así, el cura que se llama Sacerdote, aunque suene cómico. Pero ahí no se trata de la realidad, sino de los encuentros con el símbolo. El autor sostiene, que “Es un cruce del fantasma y del símbolo que, de pronto, confiere una dimensión mítica a la relación entrevista, y que se traduce ya por la risa o ya, más profundamente, por un estado específico de perplejidad”.
o    Respecto a este mismo estado de perplejidad, es destacable también lo que sucede a nivel inconsciente, los efectos de la ley de transformación se dejan ver cuando los enunciados sitúan al autor y al oyente en ese mismo sentido de perplejidad, porque deja ver bruscamente la otra dimensión – fantasmática o mítica – del enunciado. Por ejemplo, podemos encontrar la Filosofía de la miseria, y la Miseria de la filosofía. Podemos ver, que los enunciados se prestan para la transformación, y entre las preposiciones, demuestran ser muy propicios. El determinativo, abre por sí mismo una vía para la transformación.
Por otro lado, esta transformación también es un “truco” técnico. Como es una ley de formación del fantasma, se la puede aplicar al sueño o a cualquier otro enunciado. La transformación aparece, como el revelador del fantasma.
o    Con respecto a la perplejidad ante el sueño, habrá que referirse a la temporalidad. Cuando se estudia el mito y el fantasma, y se muestra que el análisis del fantasma prueba que necesariamente desemboca en un mito, y que por lo tanto estos dos no pueden separarse, se descubre que la ley de transformación opera en todos los planos. Por lo tanto, se podría afirmar que también hay transformación del tiempo en el espacio y viceversa. Es por eso que el estudio de la temporalidad en el mito, en el fantasma y en el sueño, es lo que permitirá percibir determinados rasgos de la naturaleza de ese proceso.
El tiempo es el mismo en el mito, el sueño y el fantasma; es un pretérito indefinido. Como en los cuentos, “había una vez”… asimismo en lo que respecta a los sujetos a los que esas producciones se refieren, siempre hay un sujeto indefinido, un Se o un Ello (Es). Estas producciones, por otra parte, son las que pueden proveer el dato intuitivo más aproximado, del Es de la tópica analítica.
La ley de temporalidad – pretérito indefinido - en el mito, el sueño y el fantasma, es una transformación también indefinida, en el sentido Unendlich, sin fin.
La ahistoricidad, ese carácter designado por Freud, como uno de los predicados del sistema inconsciente, no es la ausencia de historia. El autor critica a los analistas que prescinden el hecho de interpretar el presente en términos de pretérito y viceversa, como la técnica por excelencia de la interpretación de la transferencia, ya que esto sería una interpretación grosera de la ley de transformación.
Más bien, esa temporalidad del pretérito indefinido le corresponde a todo acontecimiento fechable, tanto en el sueño como en el fantasma, el acompañamiento ineludible de la perplejidad. El análisis de esta sensación, muestra por demás, que ésta descansa y la demuestra, en la adhesión confusa de un efecto de transformación. En efecto, la perplejidad es la actitud específica del soñante, que luego al comenzar su narración dice “tuve un sueño curioso…”, lo que alude no solo al contenido, sino a la situación misma del soñante.
Es así, como el trabajo del sueño se efectúa según un pasaje de resto diurno, fechable, no obstante, el sueño propiamente tal, escapa al tiempo, dado que se encuentra con el fantasma inconsciente – por medio del resto diurno - , de manera que esta fórmula en pretérito indefinido, tal como el mito, traduce la transformación de lo temporal a lo atemporal, en el sueño, y en los fantasmas que lo sostienen.
o    Como tercer punto, Valabrega nos invita a observar las excepciones en etnología. Todos quienes estudian rituales, mitos, las leyes que rigen las agrupaciones humanas, considerando estos datos bajo un ángulo comparativo, saben que siempre surgen excepciones a la regla. Pero en realidad estas no son, en opinión del autor, las que confirman a la regla, como se dice habitualmente, sino que marcan la transformación sobre todo aquello que en el mito  o el ritual, suponen una extensión universal. Pero para llegar a esta integración de la excepción concebida como transformación, es necesario restablecer la libre circulación entre el mito y el fantasma, puesto que dicha circulación, es el principio de la ley de transformación, la fundacional de las demás leyes. De este modo es posible afirmar que el fantasma edípico, es la transformación de la ley de la prohibición del incesto, que es la ley universal prototípica.
4.       Para terminar, a Valabrega le parece imprescindible volver sobre la proposición de que el mito dice las cosas claramente.
Es precisamente, lo que se dice claramente, lo que no se puede ver, a no ser bajo ciertas condiciones relacionadas con la transformación del mito en fantasma y recíprocamente. No se puede ver, y sin duda en el mito de Edipo, éste debe perder la vista, al tiempo que lleva a cabo sobre sí, la castración.
El hecho de que el mito diga cosas que no se pueden ver, sin pasar por las condiciones descritas, es lo que el autor intenta retomar con el siguiente ejemplo.
Respecto a las manchas corporales, éstas pueden encontrarse en cualquier parte y con diversas características. Estas, sin embargo, no tienen la misma significación que un lunar en una determinada zona por ejemplo. En todas partes, existen numerosos mitos acerca de esas pequeñas manchas, como el que dice el antojo no satisfecho de una madre embarazada, queda posteriormente marcado en una pequeña mancha en el cuerpo del niño.
Lacan insistió a menudo en la mancha, la huella o la impresión como significante, en este caso del deseo, y como representante de un sujeto para otro significante, ya que la mancha es el objeto de una transmisión. Todo esto, se encuentra expuesto claramente en otra parte, en un mito. En este sentido, el autor concuerda con S. Leclaire, quien sostiene que la teoría ocupa el lugar exacto del mito.
Pero volviendo al ejemplo de las manchas, hasta aquí han quedado algunas cosas claras, pero es necesario retomar al fantasma. En primer lugar, la manchita o el antojo, tienen una gran importancia para la madre. La mancha, es un signo distintivo, el cual hará a su hijo siempre reconocible. Esto alimenta a su vez, una serie de otros mitos.
Ahora ¿qué muestra el análisis del fantasma? Continua el autor, que para el niño la mancha es de origen paterno. Lo que lo marcó es el encuentro entre el pende del padre y su esperma durante el coito, cuando el niño se encontraba en el vientre materno. Después de este descubrimiento, podemos ver lo que se dice claramente, a saber, que el antojo de la madre, es la envidia del pene del padre.
Con este ejemplo, se puede ver claramente el punto preciso en que se ubica y opera la transformación. En el mito, el origen de la mancha, del antojo, es la madre. En el fantasma, es el padre. Así, un fantasma reenvía siempre a un mito, y un mito siempre remite a otro mito. Entonces finalmente la pregunta por el origen nunca obtienen una respuesta en el tiempo, sino en un mito.


[1] “la antítesis de “consciente” es “inconsciente” carece de aplicación al instinto. Únicamente puede serlo la idea de que lo representa. Pero tampoco en lo inconsciente puede hallarse representado más que por una idea. Si el instinto no se enlazara a una idea ni se manifestase como un estado afectivo, nada podríamos saber de él. Así, pues, cuando empleamos una expresión inexacta hablamos de impulsos instintivos, inconscientes o reprimidos, no nos referimos sino a impulsos instintivos cuya representación ideológica es inconsciente”


[i] La creación literaria y La angustia y la vida instintiva.

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