lunes, 20 de junio de 2011

Sobre la familia (2003)

Textos:

· Bourdieu, Pierre, 1997, Anexo: El espíritu de la familia, en “Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción”, págs. 126 – 138, Ed. Anagrama.

· Elías, Norbert, 1998, El cambiante equilibrio del poder entre los sexos, La civilización de los padres y otros ensayos”, págs. 201 – 248, Bogotá, Ed. Norma.

El planteamiento central del texto de Bourdieu, es que la familia es una construcción verbal, que trae implícita o explícitamente, una serie de características. De lo que se trata, dice el texto, es de analizar las representaciones que tiene la gente de lo que se entiende por familia.

Según la definición dominante de familia normal, ésta sería un conjunto de individuos emparentados y vinculados entre sí, ya sea por alianza, afiliación o adopción, y que viven todos bajo el mismo techo. Pese a esta definición, se ha visto que en las sociedades modernas es una situación excepcional. E incluso, creemos que esta forma familiar siempre ha sido así, cuando en realidad es una invención reciente.

Los etnometodólogos, consideran el discurso sobre la familia como un discurso de “ideología política que designa una configuración valorada de las relaciones sociales”[1], de las cuales se extrae un cierto número de presupuestos comunes a este discurso:

1) Se concibe a la familia como una realidad trascendente a sus integrantes, como un ser dotado de vida propia, espíritu común y una visión particular del mundo.

2) Se presupone la existencia de la familia como un universo social separado, que se encarga de perpetuar las fronteras, y orientada hacia la idealización de lo interior como algo sagrado.

3) Del punto anterior, se desprende la concepción de morada, (la casa) como un lugar estable, indefinidamente transmisible, habitada por ocupantes que permanecen asociados en forma duradera a ella.

De esta manera, el discurso familiar mantiene la unidad doméstica, basándose en un conjunto de presuposiciones cognitivas y normativas. De la familia se extraen también, los modelos ideales de las relaciones humanas, y de los principios de construcción social.

Por otra parte, si la familia es una construcción verbal, ésta asigna una categoría que evidencia una construcción de la realidad social. Y por lo tanto, ésta existe, en tanto es reconocida colectivamente. A su vez, para que sea reconocida colectivamente, debe haber una estructura mental que lo permita, por lo que se habla de que esta construcción es a la vez individual, y social. Es la base del consenso social, y del sentido común. Y están bien fundadas, por cuanto contribuyen a construir la realidad que evocan. La familia entonces, es una construcción inmanente a los sujetos, en tanto tiene un factor colectivo incorporado, y a la vez los trasciende ya que los encuentra en forma objetiva en los demás. La familia aparece entonces, como algo natural y universal.

Bourdieu agrega además, que si la familia aparece como algo tan natural es debido a que este modelo actúa como modelo clasificatorio y principio de construcción del mundo social. En este sentido, la labor de la institución, a la vez ritual y técnica, induce a la constitución de la familia como entidad unida, estable e indiferente a las fluctuaciones de los sentimientos individuales. En esta labor, ha sido primordial la participación de las mujeres como encargadas de mantener las relaciones, y de darle continuidad al sentimiento familiar.

En resumen, la familia es un privilegio universal, simbólico: el deber ser como se debe, el de normalidad, el de la norma. Este privilegio, está apoyado en las prácticas de acumulación y transmisión de privilegios económicos, culturales, simbólicos. Mantiene además, el espacio social y las relaciones sociales.

Pero no todos los miembros familiares tienen la misma capacidad de adaptarse a la definición dominante de familia, ni la disposición ética, ni los interese particulares. En estos casos, es posible dar cuenta de las prácticas familiares, en elecciones en materia de fecundidad, consumo, educación, etc. El funcionamiento de la unidad doméstica, encuentra sus límites en la dominación masculina, que se ve reflejada en los intereses del capital económico, pero también el capital simbólico (nombre) y el social.

Bourdieu se pregunta por los responsables de la construcción de las categorías oficiales sobre cómo deben ser las familias, puesto que debido al efecto ratificador del discurso familiarista, de alguna manera prescribe un modo de existencia, y de vida familiar. Este discurso, poderoso y actuante, dispondría según los etnometodólogos, de los medios para crear las condiciones de su propia comprobación, especialmente en las operaciones de estado civil. De esta manera, el proceso de institucionalización estatal de familia, podría poner de manifiesto que la oposición entre lo público y lo privado, oculta hasta qué punto lo privado es un asunto público.

Desde esta perspectiva, hasta nuestros actos más íntimos dependen de acciones públicas. Es por ello que finalmente Bourdieu concluye, que la familia es una ficción, un artefacto social. Sin embargo, es una ilusión bien fundada puesto que al ser producida y reproducida bajo el alero del Estado, recibe de éste, los medios para existir y subsistir.

El texto de Norbert Elías, se enfoca hacia el cambio de equilibrio de poder, entre los sexos, y los factores que hay influido en dichos cambios. Para demostrar que sí tiene sentido enfocar el tema de esta manera, se explaya en algunos ejemplos.

Plantea que en varios casos en distintas culturas, se ha dado una desigualdad armoniosa, en cuanto ciertos comportamientos se han convertido en hábitos dentro del código social, y por tanto en autocerción. Por lo tanto, las mujeres no podrían faltar a esas costumbres, sin faltarse el respeto a ellas mismas. En este escenario, los hombres adquirieron recursos de poder mayores que los de las mujeres.

En el caso específico del código de conducta de las clases altas y medias europeas, fue bastante ambiguo. En ciertos aspectos hay un desequilibrio de poder que beneficia a los hombres (códigos andárquicos), pero en otros, estaba cargado hacia el lado femenino (códigos ginárquicos), en especial, las costumbres de cortesía.

En este contexto, el concepto de equilibrio de poder permite la conceptualización de los matices y grados en las diferencias de poder en los grupos humanos.

El de la cultura europea se remonta a la Antigüedad del Cercano Oriente y grecorromana. Dentro de su desarrollo milenario, se descubren según el autor, tendencias hacia la atenuación de las desigualdades sociales entre hombres y mujeres. Es así como en los tiempos de la República Romana y del Primer Imperio, hubo una transición desde una extrema sujeción de las mujeres hacia los hombres dentro de la vida marital, a una cierta igualdad, situación que influyó en la concepción matrimonial de la primera iglesia cristiana.

El autor señala que para entender las relaciones que se daban entre hombres y mujeres, es necesario poder entre paréntesis la actual concepción que tenemos del término familia, ya que no se ajusta a lo que en esa época se entendía por esta palabra. Existían entonces, condiciones pre – estatales (o tribales) en las leyes y costumbres de la sociedad estatal, como son la compra de mujeres, o el enriquecimiento paulatino por botines de guerra, lo que convirtió a los matrimonios en una cuestión política dinástica. Pero en general, las regulaciones derivadas de distintas etapas de desarrollo, respecto a las modalidades del matrimonio, con base al pago o la dote, se encuentran una al lado de la otra.

En la transición de la tribu al Estado, la fuerza física fue uno de los principales requisitos para la supervivencia, incluso en la vida cotidiana. En consecuencia, la inferioridad social de la mujer, estuvo íntimamente ligada a la debilidad física de ésta. Es así, como no eran consideradas aptas para luchar, y eran aptas para autogobernarse. De esta manera, la mujer era propiedad del esposo, el cual podía hacer con ella, lo que quisiera. Esta situación calza perfectamente en lo que se entendía tradicionalmente por familia romana siendo ésta, el conjunto del hogar y todas las posesiones del hombre dirigente, incluyendo a su esposa, sus hijos, esclavos y ganado.

Así también, en los primeros días de la República no existía una autoridad central que pudiera imponer su voluntad sobre las cabezas de las familias patricias. Por lo tanto la inferioridad de la mujer estaba dada por la estructura social predominante, donde la fuerza, la capacidad de lucha, tenían una importancia primordial. Lo único que le hacía el contrapeso a esta situación, eran los poderes mágicos, que constituían una fuerte fuente de poder social, que podía exhimir del matrimonio a las mujeres. Pero en general, las mujeres de las clases altas romanas llevaban una vida muy limitada. De hecho, ni siquiera tenían un nombre propio, sino la versión femenina del nombre del progenitor.

No obstante, en las clases superiores había dos modalidades matrimoniales, que con el tiempo resultarían bastante relevantes sobre todo para la mujer. La primera consistía en que el control de la mujer estaba en manos del esposo. En la otra modalidad, la tutela de la mujer no era transferida al esposo, sino que quedaba en manos de sus familiares masculinos. Esto le permitió a las mujeres liberarse de hecho y por ley, del control del hombre, actuando como individuos con derecho propio. Esto es relevante si se toma en cuenta que:

1) Las mujeres no podían poseer propiedades

2) No podían divorciarse por su propia iniciativa

3) Tenían prohibido beber vino

4) Tenían prohibido el adulterio

Hay que agregar además, que la vida sexual de las personas se mantuvo como un asunto exclusivamente personal. Fue una institución pre – estatal, de incumbencia de los clanes, de las unidades familiares. Pero la República Romana, no tenía los medios institucionales para inmiscuirse en esos asuntos. Así mismo, el divorcio se decidía entre parientes, vecinos o representantes de la comunidad local. Por lo tanto, agrega el autor, el cambio de equilibrio en el poder entre esposas y esposos que ocurrió, fue en primera instancia, un cambio de costumbre.

Es así como durante los siglos II y I a.C., hubo una controversia pública entre los hombres acerca de la posición de las mujeres en la sociedad romana. De todas maneras, se habla de cambios graduales, aun cuando se puede indicar un punto de quiebre, situado en la época de la destrucción de Cartago. En este período, el cambio emancipatorio hizo que las hijas no casadas participaran con mayor libertad de las oportunidades educativas. Así mismo, fue de gran importancia el hecho de que las mujeres pudieran conservar sus bienes a través de sus familias, y por otra parte, el divorcio fue también una elección posible para ellas, lo cual le dio un carácter voluntario a la asociación matrimonial. De la misma manera, las relaciones extramaritales de las mujeres fueron toleradas socialmente, aunque con mayor recato que en el caso de los hombres.

El cambio de equilibrio de poder entre los sexos, también se vio reflejado en el surgimiento de nuevas formas de relaciones entre mujeres y hombres, como por ejemplo, las relaciones dadas entre un joven socialmente inferior, y una mujer mayor socialmente superior, lo que fue especialmente frecuente en la sociedad cortesana. Estas nuevas formas de relacionarse, trajeron consigo una diversa gama de emociones y una mayor sensibilidad. Pero por otro lado, dio lugar a nuevas formas de lucha entre los hombres.

La mayor autonomía de la mujer, trajo por otro lado, mayor autodisciplina en las relaciones entre los hombres y mujeres casados. Los matrimonios eran relativamente pasajeros, por lo que las mujeres conformaban una red social por sí mismas, con sus propias convenciones y canales de relaciones. Y dentro de sus vidas matrimoniales, alcanzaron una plena igualdad con sus esposos. No obstante, ellas seguían excluidas de la participación en asuntos de Estado, dándose esta participación, en el ámbito de la red de mujeres (con la influencia en las mujeres e hijas de los magistrados). Pero también ocurría que los hombres eran excluidos de ciertos aspectos sociales femeninos. Este circuito social separado de hombres y mujeres, siguió siendo un rasgo notable de la vida romana, durante la era cristiana.

Para entender mejor este desarrollo hacia un balance menos desigual en el poder de ambos sexos, es necesario tomar en cuenta que en el transcurso de cuatro o cinco siglos, Roma se desarrolló transformándose de una ciudad Estado, a un vasto imperio. De esta manera, los campesinos guerreros pasaron a ser propietarios aristocráticos de altos cargos militares y civiles, con tierras y riquezas. Esta acumulación de riquezas es la primera razón que en opinión del autor, debe mencionarse para el cambio en la relación entre marido y mujer.

Así mismo, otra de las razones de cambio fue el hecho de que la mujer haya pasado de ser propiedad del esposo, a ser poseedoras de propiedad por derecho propio, siendo costumbre dotar a las mujeres con propiedades y joyas. Ante esta situación, la prescripción legal de un matrimonio se convirtió en el principal vehículo para el cambio de costumbres, que permitieron a las mujeres casadas, tener el control sobre sus propiedades.

Sin embargo este cambio de costumbres, implicó una modificación de la estructura del Estado romano. En este sentido, la jurisdicción se hizo más imparcial, menos determinada por las diferencias de poder y estatus, y las instituciones para vigilar el cumplimiento de la ley se volvieron más efectivas.

Por lo tanto, una de las condiciones que influyeron en el logro de la igualdad de las mujeres respecto a sus maridos, fue el desarrollo de una ley que protegía a las mujeres del despojo y las amenazas físicas de su marido, y que garantizaba la seguridad de hombres y mujeres, junto con sus bienes. Es decir, hubo una creciente organización estatal, en particular, de las instituciones legales y de vigilancia legal.

Por otra parte, la recepción de la cultura griega y la nueva creatividad en la literatura, la historia y la filosofía, produjo un refinamiento en las costumbres y en el amor. No obstante, en contra jugaron las influencias de las costumbres nativas de los invasores germánicos. Pero la forma matrimonial relativamente igualitaria, se conservó especialmente en las cases más ricas del Imperio Romano.

A fines de la República, el matrimonio entre las clases altas fue cada vez más de carácter voluntario, y de costumbre se transformó en ley, que comprendía varios tipos de divorcio. Esto contrasta con la enseñanza de la iglesia antigua, que exigía una asociación para toda la vida, como un lazo indisoluble. Pero posteriormente, se agregó el consentimiento de la mujer en la unión matrimonial. Por su parte, la ley agregó restricciones para el divorcio pero pese a todo, éste se mantuvo en el código del derecho romano, logrando sobrevivir a la influencia de los nuevos reinos franco, anglosajón y germánicos, quienes introdujeron costumbres de una fase menor de desarrollo.

En esta revisión, ha quedado claro en opinión del autor, que la efectividad del Estado en la protección de la persona, así como de ingreso o propiedad de las mujeres, fue uno de los factores responsables de los cambios del equilibrio de poder entre hombres y mujeres, factor que también prima en estos días.

Finalmente, es posible ver que existe una relación entre la paridad entre hombres y mujeres, y el grado de desarrollo de la civilización. Un alto nivel de autorrestricciones, es decir un impulso civilizador, fue una de las condiciones para el surgimiento y el mantenimiento de formas más igualitarias de las relaciones entre hombres y mujeres en la Roma antigua. En la actualidad, ocurriría lo mismo.

De alguna manera, es posible ver en los dos textos, que el concepto de familia es relativo al contexto histórico y cultural, por lo cual no podemos hablar de un concepto de familia absolutamente igual en todas las culturas y las épocas. Se hace común también, el hecho de que en cierta medida son construcciones sociales (incluyendo los aspectos económicos, simbólicos, rituales, sociales), las cuales van de la mano con el desarrollo institucional. Este actuaría en cierta medida como correlato de las manifestaciones sociales, si bien en el ejemplo romano, se vio que en principio las costumbres fue lo que primó en las costumbres sexuales y matrimoniales de los romanos. Sin embargo a la larga, también en este caso hubo modificaciones institucionales y legales, que terminaron por regular en cierta forma el ámbito de lo privado.

En este sentido, los factores económicos y de poder, se ven fuertemente involucrados en la constitución de la vida familiar, así como su correlato en las relaciones entre hombres y mujeres a nivel marital, siendo por lo general la mujer, la más perjudicada.

Si es o no la igualdad expresión de civilización, es algo que tendría que pensar más detenidamente pues desde esa perspectiva, en Chile nos encontraríamos en franco retroceso.



[1] Bourdieu, Pierre, 1997, Anexo: El espíritu de la familia, en “Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción”, pág. 127, Ed. Anagrama.

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