domingo, 19 de junio de 2011

Y no érasmos así... (2005)

Recordaba perfectamente, aquel invierno en que se separaron sus padres. Por alguna razón, ni él, ni sus hermanos recordaban a su padre. Quizás, por que se quedaron viviendo con la madre. A ella se le hacía demasiado grande la cama matrimonial. Para remediar esta situación, se metían los cuatro a la cama. De esta manera, paleaban el frío sobre dimensionado que sentía ella, especialmente durante ese invierno. Pero el tiempo fue pasando, y Mateo junto a sus hermanos crecían sin notarlo. Entonces la madre, les había explicado que debían volver a dormir solos, puesto que era sólo en sus propias camas donde ellos podrían crecer. Para apoyar esta idea, los ilustró con las modernas teoría biológicas, respecto al crecimiento de los niños.

Claro, que esta nueva determinación de la madre, de dormir cada uno en su propia cama, no había sido fácil de cumplir. Primeramente, habrían de pasar a los menos seis meses de nocturnas persecuciones de cama en cama, entre los integrantes de la familia. Primero, el menor de los hermanos partía a la cama de su madre. Luego, Mateo la llamaba para que le contara un cuento. Posteriormente, la madre se iba a la cama del que estaba en la suya, y así, sucesivamente se cambiaban de cama en las diversas combinaciones posibles. Pero paulatinamente, se habían ido aquietando, cada uno en su propia cama.

Fue entonces, cuando él había descubierto que su madre tenía razón: crecían más en sus camas. No acababan nunca de crecer; noche tras noche, sus cuerpos les quitaban unos centímetros más de espacio. Cada vez que se iban a acostar, les costaba más conciliar el dueño, puesto que resultaba difícil acomodarse en un espacio tan pequeño.

A pesar de todo, parecía que nadie más que ellos, se daban cuenta de su crecimiento. Ni siquiera su madre parecía notarlo. Es decir, ella sabía que crecerían, pero dentro de parámetros normales. Pero no era eso lo que ellos sentía que ocurría. Al llegar a la adolescencia, decidieron dejar su casa, para buscar un lugar donde hubieran camas más grandes. No imaginaban, recordaba Mateo, que encontrar camas grandes, fuera un problema. Aun así, pasaron los años, y sin embargo nunca encontraron las camas que tanto deseaban, pero ya no era un problema, puesto que sus cuerpos se habían ido adecuando a la imagen que los demás veían de ellos. Habían conseguido achicarse, si bien más lentamente de lo que se demoraron en crecer.

Cuando por fin alcanzaron un tamaño que les resultara cómodo, retornaron a su antigua casa. Ahora sí que la madre notaba más altos a sus hijos; muucho más grandes... parecía no darse cuenta, que en realidad ella se había achicado por dentro. Ellos por su parte, no notaban gran cambio en su madre. Quizás estaría un poco más vieja, pues los años no pasaban en vano. Pero nada, a parte del deterioro natural. Sin embargo, Mateo hacía un recuento de su vida, desde su niñez, y notaba extraña a su madre. Sin saber precisar qué podría ser, tomó una cámara fotográfica, y sacó una foto familiar. Al revelar el rollo, se encontró con cinco cuerpos, con halos de distintos tamaños. Eran ellos, pero cada uno, se repetía innumerables veces, en distinto tamaños.

Entonces entendieron, que ninguno de ellos era del tamaño que creían, ni que los demás veían. Realmente, no tenían claro cuál era su forma real. De ahora en adelante, no tendrían que buscar camas que les acomodaran. Tampoco intentarían encontrar la manera en que la madre los viera más chicos. Habían decidido quedarse juntos, buscando la forma de verse, como eran realmente.

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