martes, 15 de noviembre de 2011

HAY CICATRICES QUE RESULTAN INTOLERABLES (2011)


solo una historia...

HAY CICATRICES QUE RESULTAN INTOLERABLES, decía un artículo que leí, enmarcado en promociones de esmaltes de uñas. Me llamó la atención esta frase. Ciertamente que nunca me había detenidos a pensar en qué cicatrices me resultan intolerables. A mí, porque en ciertos momentos me fue difícil asumir que para quienes yo quería, no les eran tolerables mis cicatrices. Es más, aparecía como él motivo, para alejarse de esta persona con marcas. El más honesto me dijo “si tienes esas cicatrices en el cuerpo, no quiero imaginar las que tienes en el alma, y no lo puedo soportar. Me voy.”
Entonces empecé a fijar la mirada en quienes me aceptaban simplemente así, con todo el cuerpo y su historia, aun cuando hasta el momento nadie se ha atrevido a preguntar… pero yo, mis cicatrices intolerables… cuáles son? La pregunta cae ahora, justo cuando mis huesos empiezan a asomarse lentamente, día a día, a través de la piel. Inútil es explicar que como, que no vomito… en fin. Pero lo cierto es que en el silencio y la oscuridad de mi habitación, a veces me toco los huesos… casi no puedo describir lo que sucede entonces… no hay palabras para ello. Horror… goce de ver cómo se asoma aquella cicatriz, esa, la que sí me resulta intolerable. La que no puedo confesar… quizás la más pedestre y que se hace cuerpo – o más bien hueso – cada vez más. Por qué? Si es tan intolerable, está cada día más cerca de la superficie? Cuál es la metáfora que representa? No puedo responder. Pero debe ser más grande de lo que mi cuerpo en estos momentos puede soportar, sino, por qué hacerse a un lado, retrotraer la musculatura, desalojar las grasas, e irme dejando desnuda de esqueleto… las cicatrices del cuerpo las llevo, casi con cierta dignidad, y si me falta la culpa, el medio se encarga de hacerme pagar día a día los errores de la adolescencia. Y la otra? De qué se trata? Cómo escribir y escribir de algo sin poder decir realmente una sola palabra de ese algo? Solo bordear, como bordeo con mis dedos los huesos, hundiéndolos fácilmente el la piel, hasta llegar a esas durezas, que no lo son tanto. Cartilaginosos, más bien. Y el horror me invade… como si pudiera tocar la muerte, mi propia muerte… esa cicatriz, resulta intolerable. Esa es, no la conozco. Quizás, soy la cicatriz. No me miro al espejo para verla, como lo hace la niña del reportaje. No hablo de ella… la vivo y la silencio. Si la gente hace de espejo, puede que resulte estar un poco delgada ante sus ojos. Pero solo yo toco esos huesos, solo yo sé que existe lo intolerable en ellos…

lunes, 14 de noviembre de 2011

LÍMITES EN LAS PSICOSIS (2011)



Laurent (1989) nos recuerda que en 1967 surge en el psicoanálisis norteamericano, el concepto de borderline, producto de la sistematización del estudio realizado por Otto Kernberg. A partir de ese momento, diversos autores desarrollan esta nueva categoría, en conjunto con el modelo psiquiátrico, lo cual remite a los límites entre las psicosis y alguna otra cosa.
Lo interesante, es que este concepto surge de la clínica, del análisis y de las dificultades relacionadas con la transferencia en el abordaje de estos casos.
Un autor francés destaca que se produce una ampliación del tema del borderline hacia una nueva clínica definida a partir de la situación analítica, que toma como punto de referencia los tipos de transferencia y no los síntomas, intentando separar estos dos elementos.
Otto Kernberg plantea con la presentación de su trabajo, explica que existe una organización del yo que continua en sus diferentes mecanismos de defensa. Para este autor, Anna Freud se habría equivocado al pensar que la continuidad de los mecanismos de defensa es histórica, oponiendo a esta idea, la de un continuo de organizaciones estructurales. Y lo plantea a partir de la idea de pensar que todo lo que amenaza la consistencia del yo y de su organización, todo lo negativo, debe ser pensado en positivo. Esta positivización de la amenaza de destrucción de la consistencia del yo, produce nuevas categorías que comprenden una serie de formas de personalidad. En realidad, un yo sin defectos, sería desde este punto de vista, un yo sin personalidad. Y las personalidades esquizoides, paranoides, etc. Se presentarían como una amenaza a ese funcionamiento ideal.
El borderline, es una personalidad que no es ni neurótica ni psicótica ni perversa, sino una organización límite. Por medio de esta operación lógica, se presenta una serie que tiene continuidad, y que se apoya sobre la desconfianza en el síntoma, ya que el paciente puede presentar síntomas que a primera vista parecen neuróticos, típicos, pero que no obstante, se inscriben en una forma particular de organización del yo que pudiera dar cuenta de una patología distinta. Pero ¿a qué le llama síntomas típicos Kernberg? La respuesta a esta pegunta es relevante, por la implicancia que tiene al pensar en los límites de la psicosis. Cuando se trata de obsesiones por ejemplo, Kernberg destaca que la obsesión surge imponiéndose al sujeto, y no en términos de la lucha permanente a la cual hace referencia Freud. Asimismo, las fobias serían un indicador de la presencia de angustia, y no estarían organizadas en torno a un significante que las cristaliza y organiza. En el caso de los síntomas histéricos, para Kernberg tienen relación con una vida amorosa erotizada, sin ahondar en los síntomas conversivos.
Entonces si retomamos con estos criterios los síntomas y la lógica de acuerdo a ellos, sería posible ser psicótico y tener una vida amorosa complicada, por ejemplo.
Al defkinir el síntoma basándose principalmente en el comportamiento, es decir no en lo que el paciente dice – estilo psiquiatría-psicoanálisis -, se introduce la desconfianza hacia el síntoma, e introduce la confianza en la personalidad. Kernberg afirma que es posible realizar un diagnóstico diferencial y descriptivo, que ubique experimentalmente al paciente en un continuum de acuerdo a la patología de personalidad que tenga. Esta propuesta logra efectivamente realizar una clínica con cierto éxito. Laurent (1989) se pregunta por qué.
El síntoma, explica, efectivamente cambia, se desplaza, en la experiencia analítica. Y por lo tanto es pensable tener desconfianza en él. Lo mismo ocurre desde la psiquiatría, cuando se trata con medicamentos a los pacientes y se reducen efectivamente, de manera que el síntoma respondería al efecto de un determinado medicamento.
Lacan por el contrario, acentuó el síntoma, su consistencia por una parte, y por otra, la inconsistencia de las formas imaginarias del yo. Es a partir de este punto, que Laurent (1989) propone retomar la pregunta acerca de los límites en las psicosis.
Lacan siempre mantuvo interés en la envoltura formal del síntoma (Seminario III), buscando el momento en el que surge un fenómeno elemental. Lo que interesa en el delirio, es justamente ese momento, en el cual surge el fenómeno elemental. Los delirios serían siempre organizaciones parciales. Cabe señalar sin embargo, que cuando se habla de siempre parcial, Lacan está pensando en que no todo en una psicosis es delirio. Hay una lógica del no todo del universo del discurso, siempre parcial, ya que siempre hay un elemento que queda fuera del universo del discurso. Por lo tanto decir que el delirio es una construcción siempre parcial, y que el psicótico se encuentra fuera del discurso, es equivalente, ya que siempre hay una producción de esa función en lo real llamada objeto a. Este objeto a, inmundo, es un objeto que nunca logra inscribirse en algo que describa un universo.
Después del año 1976 surge una nueva definición del síntoma, llamada síntoma. J. –A. Millar señala que se refiere al síntoma, en tanto que es real. El síntoma ya no se concibe solo del lado de lo simbólico, sino que en tanto real, es una función real. Asimismo Lacan desplaza al fantasma como imaginario, hacia el fantasma como real.
Esta doble vertiente, hace que los fenómenos elementales que en su definición sintomática parecían servir de guía hacia el desencadenamiento de la psicosis, nos guían hacia el núcleo central de la psicosis. Así, las alucinaciones informan mucho más que la temática delirante. Nos dan las circunstancias, y el punto en el cual el sujeto se eternizó.
Es precisamente la vertiente de las estabilizaciones, agrega Laurent (1989), la que permite entender cuál fue la razón que le permitió a Joyce (en Joyce-el-sinthoma) no delirar. Porque a pesar de que en estas epifanías se produjeron fenómenos elementales, algo de lo eral parecía imponerse. Surgió lo que Lacan llamaba un sujeto desabonado del inconciente. El término desabonado, tiene relación con la idea de estar abonado a algo, al teléfono por ejemplo, donde entonces hay una respuesta del otro lado. En este caso, se trata de la no circulación de los mensajes, por eso el sujeto se encuentra desabonado, en este caso de su inconciente. Esta separación del sujeto de su inconciente, es parte de la nueva definición del síntoma. Y en este sentido, la decisión de Joyse fue no pasar por un análisis, por el recorrido del inconciente, sino por la literatura.
Sin embargo cabe señalar, que esta elección fue exitosa para Joyce, pero que no asegura que sea efectiva para todos los psicóticos. Joyce creó una nueva literatura, un lenguaje donde lalengua se eleva hacia una posición de semblante de lenguaje.
Estas dos vertientes presentadas por Lacan, de los fenómenos elementales y el síntoma, nos introduce, señala Laurent (1989), a las tres exigencias que se pueden extraer de las enseñanzas de Lacan sobre las psicosis.
Además de las posibilidades que se deducen de sus enseñanzas, se presentan ciertas exigencias a la clínica analítica. La primera, es el retorno a la confianza del síntoma, buscando su organización en las dos vertientes planteadas anteriormente.
Por otro lado, nos encontramos en las enseñanzas de Lacan con una permanente búsqueda de los fenómenos elementales, sea o no evidente la psicosis, especialmente en las entrevistas preliminares, cuando por ejemplo nos encontramos con un sujeto que presenta síntomas neuróticos atípicos. Si bien en el seminario de 1956 Lacan no recomienda tomar en análisis a sujetos pre-psicóticos, ya que esto mismo los haría entrar de lleno a la psicosis, actualmente estos pacientes están siendo tomados. Y es en este contexto donde cobra relevancia prestar atención a estos elementos en las entrevistas preliminares. Laurent (1989) nos señala que los analistas están prevenidos ante sujetos pre-psicóticos, o psicóticos. Pero la sorpresa viene cuando el brote psicótico se presenta años después de haber entrado en análisis. Acá, si uno se remite a las entrevistar preliminares, debieran encontrarse elementos que pudieron advertir de este posible desenlace, fenómenos elementales que fueron desconocidos por el analista.
La segunda exigencia que se plantea, es describir lo más preciso que se pueda, las formas en que un síntoma se produce en el análisis del sujeto psicótico. Es decir, cómo algo llega a estabilizarse en un nuevo síntoma, como el caso de lalengua que produce ese pasaje entre lo simbólico y lo real, que logra calmar sin la presencia de la función paterna. Aunque como se dijo anteriormente, pensar que un psicótico se cura escribiendo, es insuficiente. Sin embargo la función del analista, tampoco está en interpretar esos escritos, sino que permitir al sujeto mantenerse en el orden de la palabra, usando la escritura como apoyo para lograrlo, que siempre corresponde al orden de un S1 que se repite. Por lo tanto la tentativa se direcciona no en mantenernos en el orden de la letra, sino que en el del significante.
Entonces retomando la segunda exigencia, se trata de describir con la mayor precisión posible las formas de estabilización de esta lógica de exclusión del universo del discurso. En este sentido, cabe retomar el concepto presentado en 1956 por Lacan, del empuje – a – la - mujer. Se trata de una estructura lógica, que se relaciona con la pulsión. Esta pulsión tiene algo del orden del empuje, y es una nueva forma de pulsión que se desprende del funcionamiento de las psicosis, articulada  con una estructura lógica que es la de La mujer de les falta a todos los hombres. Siempre vemos en las psicosis, dice Laurent (1989), esta formación de “el todo”, siempre parcial, donde siempre algo falta.
Un ejemplo que grafica esto, es el caso de una mujer que trabajaba en una empresa multinacional (Laurent, 1989) que pudiera llamarse ABM. Al salir del trabajo, ella alucina “Miss ABN”. Así, la estructura de esta alucinación constituye el universo del todo. Y la paciente se define como la mujer que falta en dicho universo. “Miss ABN” era por consiguiente, todo lo que le faltaba a ABN. La estructura del fenómeno elemental entonces, en este caso es la que introduce el desarrollo de su psicosis, como una esquizofrenia paranoide.
Para ver cómo se construye y estabiliza esta lógica, actualmente se cuentan con mayores recursos que la propuesta antiguamente por Lacan, de la metáfora delirante. Porque la dificultad de este concepto, es la ausencia de la teorización del objeto a. si bien “la metáfora paterna permitía introducir una función que se aplicaba a este conjunto ordenado produciendo una significación y un significante, el falo y una significación del goce”[1], el problema estaba en cómo hacer funcionar la metáfora paterna sin la función de paréntesis que introduce la metáfora paterna. La función del padre no operaba y el desencadenamiento se produce cuando esta función que está, vacila, es ocupada por Un padre. Por consiguiente el vacío de la función es ocupado. Cabe aclarar que para Frege, una función se define como un argumento vacío, como un lugar que permite mantener vacío el predicado. Entonces la ocupación de esa función produce una ruptura y una oposición. Por lo tanto hay un goce que se opone al funcionamiento significante y que producirá un lugar externo, el objeto a.
Es posible pensar la metáfora paterna de manera más precisa, bajo la lógica de el empuje – a – la – mujer, del no – todo, donde el sujeto se produce como el objeto que falta en el universo del discurso. El sujeto intenta producir el significante pasando siempre por esa vía imposible, la de producir un significante a partir del goce, un nuevo goce que siempre surge, y es lo que vemos cada vez que hay un desencadenamiento de la psicosis. Entonces la segunda exigencia, refiere al establecimiento de una serie de estabilizaciones.
La tercera exigencia, que vale para todos los casos de psicosis, ubica la posición del analista en la transferencia.
Sabemos que usualmente el analista se pone del lado del objeto a, y ocupar ese lugar produce la división subjetiva. Sin embargo en el caso de la psicosis, el es el sujeto (psicótico) el que se coloca en la posición del que sabe. Para él, nunca es el Otro el que sabe, sino que él encarna ese saber que le es desconocido al Otro. Se trata del goce en su conexión con el saber.
La consecuencia de este cambio de posiciones, es que es el analista el que se encuentra dividido. Podemos entonces caer en la contratransferencia y quedar hipnotizados por ese sujeto que ocupa el lugar de objeto, o podemos situarnos como amo, tentación de la cual también hay que mantenerse distante.
Respecto al saber, podemos encontrar en el sujeto psicótico enunciados como “yo sé”, “sé quién soy”, “soy Jesús en el universo del Evangelio”… es un saber que forcluye al sujeto, el cual es producido como rechazo por este orden del saber.
Constatamos pues, que el sujeto psicótico intenta sostener un nuevo orden de discurso, y lo hace poniéndose a él mismo en la posición que permita garantizar este nuevo orden. Se observa también, que el sujeto impone al analista esta posición discursiva, desde la cual tanto él como el analista, garantizarían un nuevo orden del universo fuera del discurso. La exigencia del psicótico se apoya en la inexistencia misma del discurso como tal, de su inscripción en el discurso, no obstante se sostiene insertándose en la oposición entre el funcionamiento de lalengua y el del un lenguaje.
En suma, las tres exigencias que se deducen de la enseñanza de Lacan, en relación a las psicosis, se refieren en primer término, al interés de una forma de guiar el diálogo con el paciente para detectar el núcleo de aquello que habla, y no de la temática de su relato. Este núcleo se puede entender a partir del circuito del sujeto que se inscribe en el grafo del deseo. También el núcleo se basa en una metáfora usada para describir los términos del grafo como átomos de comunicación. Así, se hace referencia a una serie limitada de términos cuya estructura donde la retroacción se encuentra completamente modificada. Si arriba a la izquierda del grafo tenemos el goce y a la derecha la voz, en la psicosis lo que conecta son precisamente la voz y el deseo.
Se podría decir que es el mismo tipo de transformación que existe entre el esquema R y el esquema I, donde según exoklica J.-A. Millar, la célula elemental del grafo, el átomo de comunicación, toma la forma del núcleo de comunicación psicótica. Es decir, que cuando el psicótico se dirige al Otro, en vez de encontrar un enigma, encuentra algo que se pronuncia, una significación previa en el Otro, una significación de goce. Es por ello que Lacan afirma que el psicótico solo se ubica en el primer piso del grafo.
La conexión entre voz y goce se encontraría por fuera del grafo del deseo, siendo su revés entonces, el grafo del goce.
La segunda exigencia es ver de qué es la producción de este síntoma, por una parte inanalizable y por otro lado, estabilizador del paciente. Para ello se torna imprescindible ubicar correctamente el síntoma al final de un análisis. Lacan teoriza al síntoma como una identificación con este síntoma, y como relación incurable. Si bien es posible atravesar el fantasma, siempre queda esta relación de la imposibilidad de cuidar y todo el recorrido de un análisis finalmente alcanza este punto, que es lo que se espera que debiera suceder.
Finalmente la tercera exigencia, es la de definir esa nueva posición del analista en la transferencia, en la erotomanía, y definir además, dicha posición a partir de la forclusión del saber de la estructura de las psicosis.

(1989). Laurent, Eric. Estabilizaciones en las psicosis. Ed. Manantial. Argentina. Buenos Aires.


[1] (1989). Laurent, Eric. Estabilizaciones en las psicosis. Pág. 31

sábado, 12 de noviembre de 2011

sobre las “ESTABILIZACIONES EN LAS PSICOSIS”[1] (2011)



Al abordar la psicosis desde las enseñanzas de Lacan, nos dice el autor Laurent (1989), es necesario tener en cuenta que  entre los años 1936 y 1976 Lacan hace una reformulación acerca de este tema. Comienza en el año 36, con el estadio del espejo. Años más tarde, en 1946, encontramos el texto “Acerca de la causalidad psíquica”, en el que Lacan reordena su tesis anterior, y presenta la locura como límite de la libertad. En este texto, Lacan presenta a la locura y la articula, como identificación del ser con la libertad, de manea que en la psicosis el Ideal estaría ocupando el lugar de la infinitización de la libertad.
Pero si bien ya aparece el Ideal en este texto, es recién la preparación para el desarrollo que realizará posteriormente, en torno al esquema normal – esquema R -, hacia el esquema transformado en la psicosis – esquema I -, donde el Ideal del Yo ha ocupado el lugar del Otro. Es entonces en 1956 con su texto “Las Psicosis” (Seminario III), donde se retoman las ideas del trabajo anterior, explorando las psicosis, junto con la inclusión de la tesis del inconciente estructurado como lenguaje. El Ideal ya no es definido exclusivamente en elación a su función en el estadio del espejo, sino que se deduce de la estructura del Otro y en oposición a él.
Este texto, es un gran aporte para entender algunos fenómenos en las psicosis, que se encuentran del lado del desencadenamiento.
Este último término, fue introducido por Lacan en el contexto de las psicosis, y se adscribe a una posición discontinuista respecto a la psicosis, que la concibe en tanto la estructura del Otro se opone al Ideal. La discontinuidad estaría dada, en el hecho de que el significante es discontinuo, y se presenta esencialmente como diferencia y discontinuidad.
Esta presentación se tradujo entre otras cosas, en una nueva forma de pensar un tratamiento como por ejemplo, el texto de Serge Leclaire “En busca de un tratamiento psicoanalítico de las psicosis”. En él, la idea central es que si existe un déficit simbólico, la cura estaría del lado de lo imaginario. Por ejemplo en la esquizofrenia donde hay un déficit de lo imaginario, el tratamiento consistiría en proponer un exceso o una prótesis imaginaria con el fin de reconstruir una estructura. Por su parte en la paranoia donde por el contrario lo que se evidencia es un exceso de lo imaginario, se intentaría producir un vacío en lo imaginario y una prótesis simbólica.
En otra línea, se propusieron tratamientos orientados a restituir los límites del cuerpo esquizofrénico, es decir, inventarle un imaginario al psicótico, por medio del trabajo con barro por ejemplo, para modelar un cuerpo al sujeto.
Laurent (1989) critica estas líneas de trabajo, así como también califica de desastrosa la propuesta de Laplanche, quien sostuvo que si se trata de instaurar una prótesis simbólica al sujeto psicótico, el analista se presenta en el lugar del padre. Para Laurent (1989), habría una contradicción en esta concepción, ya que sería justamente esta situación de presentarse en el lugar del padre, lo que desencadena la psicosis.
Si bien la presentación de 1956 funciona bien en estos fenómenos de discontinuidad, quedan fuera las psicosis infantiles. Sin embargo lo relevante del planteamiento lacaniano, tiene relación con la intención de proponer un abordaje de las psicosis que permitiera desplazar el concepto de proyección. Este es un concepto esencial, ya que fue a partir de la identificación proyectiva, como mecanismo esquizoide, que se abrió un campo para la terapia de las psicosis, desde los planteamientos kleinianos. Estos sostenían que era posible manejar de alguna forma la transferencia en las psicosis.
Pero la proyección supone siempre un sujeto previo, que es la condición para proyectar algo. Es por eso que Lacan opone esta concepción, a una basada en la respuesta en lo real, a partir de un caso clínico expuesto en su texto de los Escritos la alucinación “marrana”. Cabe destacar que Lacan presenta este caso, con ciertas diferencias entre lo expuesto los años 56’ y 58’, período en el cual retoma ideas del texto de R. Jakobson “Shifters, verbal categories and the Russan verb”.
Lacan señala en 1956, que es el hombre que viene por el corredor frente a la paciente, quien introduce el mensaje, el “marrana” que nace en este enfrentamiento imaginario, por lo tanto no queda claro si fue emitido o pensado por la paciente o por el otro. Hay una confusión entre el sujeto y el otro. El Otro, no se encuentra en el circuito. Hay un cortocircuito en lo imaginario del sujeto y el otro con minúscula.
Este caso se trata de una psicosis declarada, paranoica. Y en el diálogo con ella, Lacan no buscaba un diagnóstico, sino los fenómenos elementales de esta psicosis. Qué hay que buscar en el diálogo con el sujeto psicótico? Lacan enfatiza en que no se trata de subrayar la temática o el sentido del delirio, sino de encontrar los fenómenos incidentales, aquellos que no son centrales desde la psiquiatría. Son estos pequeños fenómenos alucinatorios como el “marrana” donde surge un significante. La actitud, es buscar un elemento nuclear en la psicosis, que se presenta en torno a la producción de estos fenómenos elementales. Con esto Lacan presenta la estructura de las psicosis en función de estos trastornos del ciclo pregunta – respuesta. La pregunta esencial, dice Laurent citando a Lacan, es ¿quién soy yo? El sujeto psicótico articula su respuesta en el lugar mismo de la pregunta, desde lo real, y no con proyecciones.
Respecto al mismo caso del “marrana”, Lacan presenta las cosas de distinta manera en 1958. Hay una reformulación de la misma entrevista con al paciente. Para entender los matices y giros del abordaje que hace Lacan en este caso, resulta imposible omitir algunos pasajes del relato de Lacan y la entrevista realizada a la paciente.
En 1956 Lacan señala que la paciente le comentó que en el pasillo, “en el momento en que ella salía de su casa, se encontró con una especie de maleducado, hecho que no tenía por qué asombrarla, pues era ese malvado hombre casado que era el amante regular de una de sus vecinas de vida fácil” (Seminario III). Al pasar, ella prosigue todavía herida, “él le había dicho una palabra grosera”. Lacan destaca que la paciente intentaba demostrar algo. Probablemente su preocupación fundamental era no ser mal interpretada por el médico, hecho que ella daba por sentado. Entonces ella intentaba demostrar su buena intención, al tiempo que algo la hería, de modo que no podía silenciar este hecho. Una vez en confianza con Lacan, la paciente le confiesa que no es totalmente inocente, puesto que ella también le dijo algo al pasar “vengo del fiambrera”.
Para 1958 Lacan da una nueva mirada a la entrevista, señalando que este hombre implicado indirectamente en la situación, y en forma bastante borrosa, le había dicho a la paciente un término grosero “marrana”, frente a lo cual, dejando de lado el ejercicio de extrapolar el cerdo como una proyección, se le pegunta qué es lo que ella había podido decirse el instante anterior.
Entonces en esta reformulación de la entrevista, vemos que Lacan destaca el rechazo de la proyección, pero le dice a la paciente “Usted entonces piensa en un puerco”, y es ahí donde ella añade “vengo del fiambrero”. En un segundo momento, Lacan deja de lado esta proyección y presenta solamente la articulación con la respuesta “vengo del fiambrero” que se formuló en ella, dice Lacan, como algo que tapa y se presenta simultáneamente con la palabra en lo real.
Entonces esto da cuenta de una forma de proceder en el diálogo con el psicótico, sin referirse a una proyección, sino a “una respuesta que se articula en el lugar de la pregunta imposible de formular, la pregunta ¿Quién soy yo?”[2]. se tiene una guía además, para pensar la transferencia desde la perspectiva de una respuesta, y no desde la identificación proyectiva.
Podemos además, encontrar otra diferencia más. En 1956 Lacan se refiere al hombre que se encuentra con la paciente como un personaje destacado, mientras que en 1958, lo presenta como un sujeto borroso, alejando de ella.
También en 1956 Lacan habla de un delirio de vecindad, ya que el personaje central era la vecina de vida fácil. En este punto cabe aclarar que la acepción de vida fácil se utiliza por antinomia, puesto que se refiere más bien a un goce fácil. Y por cierto que entre estas dos puntuaciones, lo relevante es la ubicación del goce, desbordante, de esa mujer.
De esta manera se subraya la ubicación del objeto en esta alucinación, y se tiene una idea de que en la transferencia psicótica, el problema se planteará entonces, del lado del analista, puesto que será quien ocupe el lugar de vecino malo. la erotomanía de transferencia, aclara Laurent, es la articulación entre ese amor y ese goce malvado que puede ubicarse, en el caso de esta paciente, en el lugar del vecino.
En este ejemplo, la transferencia y la interpretación se ubican de manera diferente a aquella en la que se ubicaría si la consideráramos desde el concepto de proyección.
Por ejemplo, prosigue Laurent, H. Searles o Longs se opone a la teoría de la proyección, sosteniendo que la transferencia no sería una proyección, “sino una percepción adecuada de la realidad de la transferencia”[3]. Proponer la respuesta, nos da la idea de que no se trata de una percepción, aun cuando es verdad que algo se percibe, pero en este sentido lo que se percibe, es una respuesta de lo real, y o una proyección.
En textos posteriores, Lacan desarrolla algunas ideas acerca de la psicosis infantil. Pero en lo que respecta a la psicosis en adultos, cabe destacar la presentación sobre el Seminario Joyce en 1976. “El Síntoma” surge una nueva idea del yo como procedimiento de rendimiento en las psicosis, la fabricación de un yo por el psicótico mismo.
Joyce no presenta una psicosis propiamente tal desde el punto de vista clínico. Entonces el punto de interés era responder a la pregunta ¿cómo alguien que es definido como un loco de acuerdo a la definición lacaniana, para quien la función del padre está completamente rechazada, cómo explicar que no se evidencie en él la psicosis clínica y que solo sea su hija quien la presenta?. En este año, lacan presenta una nueva forma de repensar las formas de estabilizar las psicosis, con la fabricación del yo o. hay que recordar, que hasta 1956, la posibilidad de estabilización que se presentaba era la delirante, que consistía en el acto como lo que podía sostener, lo que podía ocupar el lugar de un punto de detención, que podría ser por ejemplo, un acto de agresión.
Ahora, volviendo al planteamiento de 1976 con respecto a la fabricación del yo o, Lacan dice que la elección del yo introduce una dimensión distinta a la del acto propuesta en 1946, estableciendo a partir del estudio de los casos de Aimée, con su acto agresivo, y de Schreber con su acto de defecar, - como puntos delirantes que producen una estabilización - una oposición entre lo que es por una parte la infinitización del sujeto, la dispersión en el infinito de su delirio, y la reunión del sujeto en el acto.
Es posible pensar retroactivamente desde los textos de Lacan, la nueva definición del acto, no solamente desde el punto de vista de la acción, sino como el momento en que el sujeto psicótico logra unificarse, y en el cual obtiene algo que lo desata de la cadena significante. Lo común de Aimée y Schreber, señala Laurent, no es solamente la acción, que es la separación de ese otro que los persigue, sino que se trata de un acto para que de una vez caiga ese Otro que vocifera. En ambos se produce la separación de la cadena significante. En el caso Schreber, el acto de defecar, se produce el silencio.
Esto nos recuerda que no estamos en el psicoanálisis para hablar, sino que, para que cuando terminemos de hablar, encontremos la paz de callarse. Al final encontramos el punto donde lo que hay no son palabras, sino respuestas. En el neurótico, es la respuesta del goce. Y en ese lugar, la justificación del tormento es hablar. Al final, ese algo, que no es significante, nos responde, pero con otro significante, reiniciando el ciclo infernal.
Esto nos remite a pensar en la introducción del síntoma. En esta nueva definición del síntoma, hay que tener presente que a partir de los años 70’s, Lacan destaca al significante no como ligado a otro significante, sino como el significante Uno. A partir de ello, el síntoma cambia de posición y la topología lacaniana es precisamente el revés de la lingüística. Esta última fue la que Lacan usó para explorar el lazo entre el S1 y el S2: la topología por su parte fue el instrumento que usó para explicar el significante solo.
Para terminar este análisis, cabe destacar que en la última enseñanza, Lacan articula el S1 y el a. es decir, que hay algo en el significante, que se presenta como el objeto a solo. Es esta contradicción, la que no nos permite pensar la interpretación y el objeto.
Lacan pensó la topología para presentar la función del Uno, y la dificultad en la producción de este Uno solo (S1) en el fin de un análisis. A partir de esta nueva idea, cabe preguntarse sobre los límites de las psicosis, y la cuestión de la infinitización del sujeto.


[1] (1989). Laurent, Eric. Estabilizaciones en las psicosis. Ed. Manantial. Argentina. Buenos Aires.

[2] Pág.15
[3] Pág.16

miércoles, 2 de noviembre de 2011

LA FOBIA


Introducción

La fobia desde Freud, se llamaba histeria de angustia. Sin embargo el concepto se disipó en síntomas tanto en la neurosis, como en las psicosis, o en períodos de infancia.
Entonces la pregunta es ¿de qué forma se la puede abordar a la luz de los conceptos lacanianos? Y si es posible hablar d e una estructura fóbica. Para Charles Merman, se trata de una enfermedad de lo Imaginario, punto central de la cuestión de la fobia.
Para comprender la propuesta de Lacan, hay que remitirse primeramente al estadio del espejo.[1] Más tarde Lacan desarrollará el nudo borromeo RSI.
La fobia, separa y distingue imagen, Imaginario y mirada. “Es la que separa y pone en relación el espacio de dos y de tres dimensiones”[2], justo lo que en el estadio del espejo, debiera juntarse. Opone escena y fuera de escena, poniendo fuera de ella un animal extraño, un cuerpo enigmático que causa miedo, sin ser un monstruo. Es este objeto fobígeno, el que permite ocultar la angustia fundamental del sujeto.
¿Es posible separar esta idea del cuerpo, que evoca goce de vida, de la imagen del cuerpo investida por el falo?, ¿Pensando justamente que el cuerpo tiene un efecto estructurante?.
Lacan desarrolla esta idea, cuando habla de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Lo Real, dice, es lo impensable. Es el punto de partida que permite vehiculizar un sentido. La práctica analítica opera ese sentido, reduciéndolo a ese algo. Y es en la medida en que el inconciente se soporta de ese algo, que podemos trabajar. Ese algo, es lo Simbólico.
El sentido, agrega Lacan, es aquello a lo cual responde algo que es diferente de lo Simbólico. Y solo es posible soportarlo por medio de lo Imaginario.
¿Qué es lo Imaginario? Se pregunta Lacan en el seminario 22, aquello que existe. Es lo que hace referencia al cuerpo. Todo lo que para él representa; es el reflejo de su organismo.
Pero la noción de cuerpo es su definición misma, lo que se presume que son sus funciones. De modo que lo que consta que el cuerpo existe, es esa mens (mente, mentira), porque esta dimensión se introduce por el lenguaje. Es decir que no sabemos verdaderamente si existe, puesto que es un saber supuesto por lo Real. Existe, no sabemos dónde, ya que nada nos da testimonio de su consistencia.
Es importante comprender la relación de estas tres dimensiones, para seguir la lógica que se suscita en la fobia, con respecto a la separación que se produce de ciertos elementos. En este sentido, Lacan propone pensarlos en una unidad mínima de anillos, que permanecen unidos. Si se saca uno, se liberan los otros. Pero a qué registro pertenece el nudo borroneo? Al del Imaginario. Es en tanto que se liga a lo Simbólico y a lo Real, que existe lo Imaginario. Es para sostener a lo Simbólico y lo Real, que existe lo Imaginario, como un cuerpo mínimo posible.
En la clínica de la fobia, en cambio, lo Imaginario no se resuelve en la imagen, ni en las dimensiones del fantasma del objeto a. lo Imaginario debe entenderse, como se explicó anteriormente, como uno de los constituyentes de la estructura del lenguaje, del lado del sentido. En el fóbico, nos mostrará la clínica, el sentido se desmorona, tanto como la cohesión tranquilizadora del espacio donde debiera encuadrarse el fantasma. En vez de estar la realidad regulada por este fantasma, surge lo Real de la mirada.
En la fobia infantil, señala Merman, se descompone el desafío: la simbolización en su lazo con lo Imaginario, es el lugar donde el fóbico paga su tributo a la sexualidad.

El nudo borroneo en la fobia
Al hablar de la fobia, Merman nos hace ver que hemos olvidado el tipo de goce que se organiza en la constelación fóbica. Para ello ilustra con un ejemplo cotidiano en el desarrollo infantil, a saber, el juego de las escondidas, que consiste en esconderse – en lo posible – con un compañero del sexo opuesto, para protegerse de un tercero amenazante.
Lo relevante, destaca el autor, es la relación con el compañero, ya sea de pareja, amigo, madre/hijo. Se produce un tipo de enlace polivalente, perverso, donde el erotismo está presente, en la medida que se encuentra un tercero, en un triángulo amoroso. Esto es la fobia, con el alcance, de que el fóbico ya no juega, sino que constituye su realidad. Aunque eso no quiere decir que no se encuentre algo de fóbico en cada uno de nosotros.
Desde otra perspectiva, es interesante analizar las fobias a espacios abiertos, por cuanto grafica cómo se conjugan una serie de elementos en dichas fobias. El acceso de angustia, nos dice el autor remitiéndose a la psiquiatría del siglo XIX, surge cuando aparece el agujero, ahí, donde no hay ningún detalle arquitectónico, algo que haga relieve, que ponga límites entre el fóbico y ese agujero. Pero qué es lo que hace tan heterogéneo el paisaje? Es el hecho de que los espacios están ordenados por líneas paralelas que conforman una perspectiva, con un punto de fuga hacia el infinito. Es ese punto el que desencadena la angustia. Es necesario agregar, que ello ocurre particularmente en lugares urbanizados, y no en el medioevo.
Para comprender el por qué esta analogía se hace necesaria para entender la fobia, caben algunas explicaciones acerca del estudio de la perspectiva. Para que las cosas parezcan verdaderas, deben ser deformadas, de manera que se entienda que ciertos objetos están más alejados que otros. Es decir, se debe aceptar que estamos frente a un mundo de representaciones, un semblant que nos ayude a que el mundo parezca verdadero.
Lo relevante en esto, es que este punto al infinito, el que permite crear la perspectiva, fobígeno, merece ser individualizado en el espacio, como la mirada, aquello que provoca el acceso de angustia en el fóbico. Es un lugar que se encuentra dispuesto de tal manera, que lo que se encuentra ahí presentificado es, como el agujero, algo que vale como la mirada. Y las líneas de perspectiva, viene a ser los rayos de aquella mirada.
¿Qué sucede entonces cuando surge de esta forma en el espacio, un objeto a? Se produce una disolución del fantasma, ya que éste, solo se sostiene si el objeto a no está ahí, si no se sabe desde dónde se es mirado. En consecuencia, junto con la caída del fantasma, se produce la disolución del sujeto.
Desde el momento en que el objeto a emerge, no queda nada del sujeto; es expulsado, y se produce una caída de la dimensión de lo Imaginario, ya que esta dimensión se sostiene solo en la medida en que la ventana del fantasma queda abierta. Es decir, se produce una caída del Yo. Ello podría llevar a una parálisis, y es por ello que aparece la angustia, para evitar dicha situación.
Pero cómo lo hace? Buscando un Yo suplementario, que pueda estabilizarlo, y que le permita sostenerse en ese eje Imaginario. (esquema L). Es manteniendo ese eje Imaginario a – a’ con el acompañante, que el sujeto puede conservar su espacio, una identidad, y puede afrontar lo que de otra forma estaría deshecho para él[A1] .
Es necesario recordar que el Home, es el lugar habitado por algún dios, nos dice Merman. Un lugar, donde el otro no está, pero a la vez, se encuentra demasiado presente. En el acceso de angustia, el espacio del Home no se debe entender como un espacio regido por lo Imaginario, sino como uno cuyo poder benéfico se agota con la distancia que se toma de él, como un espacio que no se sostiene sino por una especie de simbolización. Se encuentra recubierto por una posible simbolización, lo que explicaría por qué su poder benéfico se agota cuando uno se aleja de él. Pero qué condiciones produce el acceso de angustia?, esta surge en tanto para un parlêtre, viene a presentificarse el Otro, en esa posición sin límite, enigmática, a la cual no sabe cómo satisfacer, y no sabe qué es lo que hay que sacrificar para aplacar esa presencia, lo que le permitiría establecer un límite, un borde, una frontera. Ese borde, que diferencia el espacio mío del tuyo.
Quien está sujeto a estos accesos de angustia, el espacio se presenta como algo escurridizo, movedizo, porque una vez que ha salido de sí mismo, esa hiancia, ese agujero no tiene límite.
Pero por qué es la mirada la que emerge en ese espacio? Podemos suponer, dice Merman, que no ha pagado al Otro el tributo Simbólico que da estatuto sexual, e identificación sexuada. Es decir, se trata de alguien que no se introduce en el espacio a partir de la imagen de sí mismo, desde un estatuto Imaginario y Simbólico, que garantice su circulación.
El acceso de angustia se organiza en torno a una invitación del Otro a la castración. Sin embargo el fóbico se siente entregado a él, sin límite ni garantía de que el precio será pagado de una vez. El Otro es vivido como una boca (que lo devora).
En el dispositivo histérico, se trataría de encantar a esta bestia, de domesticarla, aunque en el intento, lo que hace es verificar que se trata de una bestia. Asimismo es posible encontrar esto en el inmigrante, siempre incómodo con su imagen. Este desentona en el paisaje, y al mismo tiempo es centro de él, de modo que se produce la conjunción de sentimientos de indignidad, y grandeza.
De alguna manera, la amputación del espacio mismo, viene a constituir en el fóbico, el tributo que debe pagar para reconstituirlo. Para los neuróticos, los espacios están delimitados, y el tributo ha sido pagado en el registro de lo Imaginario. El problema para el fóbico es que, como se dijo, ese tributo no tiene límite, de modo que puede darlo todo.
Entonces qué es lo que sucede en la fobia, desde el nudo borromeo? De los tres redondeles, lo Imaginario se encuentra expulsado, y en consecuencia, lo Simbólico y lo real, se encuentran desatados. Esto podría hacer pensar que se trata de la psicosis, pero no lo es, ya que para el fóbico, la represión originaria está en su lugar y lo Real y lo Simbólico subsisten. Pero sin embargo, el fóbico no parece querer pagar, o no acepta la castración.
Se podría pensar entonces, que lo que se produce en la fobia, es que el redondel de lo Real, recubriría el redondel de lo Imaginario. A partir de ese momento, todo sucedería como si el redondel de lo Simbólico fuese el que organiza el trenzamiento.
Es necesario recordar cuán refractaria es la dimensión de lo Imaginario a la percepción de la castración. Es ciertamente el campo de lo escópico donde la castración, por el mismo hecho de su imagen en su totalidad, es lo más fácilmente ocultada. En el fóbico, la castración aparece como un agujero sin límite, donde lo Simbólico no entra para ponérselo, y es en esta dimensión, donde la castración aparecería menos evidenciada.
En suma, en la fobia hay una relación con el semejante, cercana a la perfección, donde no es uno sin el otro, y donde todas las relaciones son posibles. No hay límites.

El nudo fóbico

Para desarrollar  el nudo fóbico, Merman retoma el Nudo “normal” de tres redondeles. Básicamente Lacan especifica que el redondel de lo Real, pasa sobre el redondel de lo Simbólico. Esto no significa que lo Real tenga preeminencia sobre lo Simbólico, pero que sí importa que esto suceda así. El redondel de lo Imaginario, es lo que asegura la consistencia del nudo.



 








Merman propone pensar qué pasaría si pensamos en la fobia, que el redondel de lo Real pasara sobre lo Imaginario, y a partir de ese momento, el redondel de lo Simbólico fuese el que le da consistencia al nudo, puesto que en la fobia, estas tres dimensiones se encuentran particularmente presentes, y en una extraña vinculación.












Pero por qué pensarlo de esta manera? Merman nos recuerda los dichos de Lacan, a saber, que lo Simbólico es lo que hace agujero, lo Imaginario la consistencia, y lo Real, es lo que funda la ek – sistencia.
En la fobia, aparece una relación singular entre lo Imaginario y lo Real. Es lo Imaginario lo que aparece como agujereado, como si la operación de la castración se produjera en este registro, cuando en los casos normales, la castración se encuentra escondida en este registro.
En la fobia, el espacio se encuentra marcado por esta amputación, por este agujero que desencadena la angustia. La fobia habita este espacio reservado, este agujero, con un efecto tranquilizador, que a su vez, se sostiene ella misma en este registro. No se trata de un sustituto del Nombre del Padre, sino del falo. Lo real viene a apoyar al redondel de lo Imaginario, siendo lo Simbólico, lo que da consistencia.
Entonces en la fobia es el redondel de lo Imaginario, lo que asegura la ek – sistencia, como el animal fóbico, que se caracteriza precisamente por sostenerse sin ek – sistir. “En cuanto a lo Real, aquí hace agujero”[3].
Otra consecuencia de esta operación, vendría a ser que el goce fálico se colocaría a nivel de esta amputación en el redondel de lo Imaginario, hecho por el del Real, mientras que el goce del Otro vendría a este otro agujereado.
Esto sucede así, porque es en el campo de lo Imaginario donde funciona al parecer, el carácter del límite, de lo prohibido, de la clausura. Y contrariamente a la forma en que se da en el neurótico, en el fóbico, se daría el acceso a lo ilimitado en la dimensión de lo Simbólico. Es decir que lo que se paga, la castración, se da en el registro de lo Imaginario, y los fóbicos no se encuentran en forma alguna inhibidos mentalmente por la castración.
Esta diferencia, introduce un elemento esencial, la relación con el animal fóbico en vez del Nombre del Padre. El animal fobígeno permite una relación con el falo, sin que ello implique una diferenciación de sexos, y produce una relación de fascinación yoica y particularmente libidinizada con su entorno.
Hay en la relación una inmediatez. Solo la distancia permite introducir una variación en la relación que se puede tener con un representante fálico, y no un elemento metafórico ni metonímico.
Ahora, retomando la cuestión de la angustia, Merman nos dice que en la fobia, es en relación a la angustia, que es posible modular el goce, y que haya momentos de sosiego, provocados por momentos de tensión. Es la angustia, la que sazona la existencia. El fóbico prescinde del Nombre del Padre. Es una persona que encanta, que atrae y seduce.





Bibliografía
§      (1974). Lacan, J. RSI.
§      (1999). Merman, Ch. Revista de la Asociación Freudiana Internacional. El nudo borroneo en la fobia. UNR Editorial. Argentina.
§      (1999). Merman, Ch. Revista de la Asociación Freudiana Internacional. El nudo fóbico. UNR Editorial. Argentina.
§      (2005). Quevedo, M. cátedra Psicoterapia Psicoanalítica. UAHC. Chile.



[1] En el espejo, nos encontramos inicialmente con un ser desorganizado. Hay un espacio real, y otro virtual. El ojo avanza hacia el mundo de la imagen, mientras que el espacio de lo Real se borra. El espejo plano, es lo que permite crear el espacio, diferenciar el Imaginario del real. El espejo en cierta forma hace de ley, que es la mirada de la madre. Es ella la que tiene el impulso de la pulsión escópica. Para que el niño fije su mirada en el objeto, es necesario que sea este objeto el que capte la mirada de la cría. Esto nos remite a la matriz de lo Simbólico, que permite a la cría reconocerse como especie.
Entonces una que el objeto ha sido captado por la cría, hay un investimento, que se devuelve y la cría capta al objeto nuevamente.
Esto explica cómo la madre cumple las tres funciones: como objeto, como ley, como deseante.
Como deseante, porque si la madre no carga libidinalmente al niño, éste no se diferencia de ella. Por su parte la ley, es el espacio consensuado, el del lenguaje.
Lo Imaginario, es lo que mapea y organiza el cuerpo. Y es gracias a la intervención del otro, que esto se hace posible.
[2] Fobia. Pág. 5
[3] Fobia. Pág. 84


 [A1]el fantasma?).