miércoles, 2 de noviembre de 2011

LA FOBIA


Introducción

La fobia desde Freud, se llamaba histeria de angustia. Sin embargo el concepto se disipó en síntomas tanto en la neurosis, como en las psicosis, o en períodos de infancia.
Entonces la pregunta es ¿de qué forma se la puede abordar a la luz de los conceptos lacanianos? Y si es posible hablar d e una estructura fóbica. Para Charles Merman, se trata de una enfermedad de lo Imaginario, punto central de la cuestión de la fobia.
Para comprender la propuesta de Lacan, hay que remitirse primeramente al estadio del espejo.[1] Más tarde Lacan desarrollará el nudo borromeo RSI.
La fobia, separa y distingue imagen, Imaginario y mirada. “Es la que separa y pone en relación el espacio de dos y de tres dimensiones”[2], justo lo que en el estadio del espejo, debiera juntarse. Opone escena y fuera de escena, poniendo fuera de ella un animal extraño, un cuerpo enigmático que causa miedo, sin ser un monstruo. Es este objeto fobígeno, el que permite ocultar la angustia fundamental del sujeto.
¿Es posible separar esta idea del cuerpo, que evoca goce de vida, de la imagen del cuerpo investida por el falo?, ¿Pensando justamente que el cuerpo tiene un efecto estructurante?.
Lacan desarrolla esta idea, cuando habla de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Lo Real, dice, es lo impensable. Es el punto de partida que permite vehiculizar un sentido. La práctica analítica opera ese sentido, reduciéndolo a ese algo. Y es en la medida en que el inconciente se soporta de ese algo, que podemos trabajar. Ese algo, es lo Simbólico.
El sentido, agrega Lacan, es aquello a lo cual responde algo que es diferente de lo Simbólico. Y solo es posible soportarlo por medio de lo Imaginario.
¿Qué es lo Imaginario? Se pregunta Lacan en el seminario 22, aquello que existe. Es lo que hace referencia al cuerpo. Todo lo que para él representa; es el reflejo de su organismo.
Pero la noción de cuerpo es su definición misma, lo que se presume que son sus funciones. De modo que lo que consta que el cuerpo existe, es esa mens (mente, mentira), porque esta dimensión se introduce por el lenguaje. Es decir que no sabemos verdaderamente si existe, puesto que es un saber supuesto por lo Real. Existe, no sabemos dónde, ya que nada nos da testimonio de su consistencia.
Es importante comprender la relación de estas tres dimensiones, para seguir la lógica que se suscita en la fobia, con respecto a la separación que se produce de ciertos elementos. En este sentido, Lacan propone pensarlos en una unidad mínima de anillos, que permanecen unidos. Si se saca uno, se liberan los otros. Pero a qué registro pertenece el nudo borroneo? Al del Imaginario. Es en tanto que se liga a lo Simbólico y a lo Real, que existe lo Imaginario. Es para sostener a lo Simbólico y lo Real, que existe lo Imaginario, como un cuerpo mínimo posible.
En la clínica de la fobia, en cambio, lo Imaginario no se resuelve en la imagen, ni en las dimensiones del fantasma del objeto a. lo Imaginario debe entenderse, como se explicó anteriormente, como uno de los constituyentes de la estructura del lenguaje, del lado del sentido. En el fóbico, nos mostrará la clínica, el sentido se desmorona, tanto como la cohesión tranquilizadora del espacio donde debiera encuadrarse el fantasma. En vez de estar la realidad regulada por este fantasma, surge lo Real de la mirada.
En la fobia infantil, señala Merman, se descompone el desafío: la simbolización en su lazo con lo Imaginario, es el lugar donde el fóbico paga su tributo a la sexualidad.

El nudo borroneo en la fobia
Al hablar de la fobia, Merman nos hace ver que hemos olvidado el tipo de goce que se organiza en la constelación fóbica. Para ello ilustra con un ejemplo cotidiano en el desarrollo infantil, a saber, el juego de las escondidas, que consiste en esconderse – en lo posible – con un compañero del sexo opuesto, para protegerse de un tercero amenazante.
Lo relevante, destaca el autor, es la relación con el compañero, ya sea de pareja, amigo, madre/hijo. Se produce un tipo de enlace polivalente, perverso, donde el erotismo está presente, en la medida que se encuentra un tercero, en un triángulo amoroso. Esto es la fobia, con el alcance, de que el fóbico ya no juega, sino que constituye su realidad. Aunque eso no quiere decir que no se encuentre algo de fóbico en cada uno de nosotros.
Desde otra perspectiva, es interesante analizar las fobias a espacios abiertos, por cuanto grafica cómo se conjugan una serie de elementos en dichas fobias. El acceso de angustia, nos dice el autor remitiéndose a la psiquiatría del siglo XIX, surge cuando aparece el agujero, ahí, donde no hay ningún detalle arquitectónico, algo que haga relieve, que ponga límites entre el fóbico y ese agujero. Pero qué es lo que hace tan heterogéneo el paisaje? Es el hecho de que los espacios están ordenados por líneas paralelas que conforman una perspectiva, con un punto de fuga hacia el infinito. Es ese punto el que desencadena la angustia. Es necesario agregar, que ello ocurre particularmente en lugares urbanizados, y no en el medioevo.
Para comprender el por qué esta analogía se hace necesaria para entender la fobia, caben algunas explicaciones acerca del estudio de la perspectiva. Para que las cosas parezcan verdaderas, deben ser deformadas, de manera que se entienda que ciertos objetos están más alejados que otros. Es decir, se debe aceptar que estamos frente a un mundo de representaciones, un semblant que nos ayude a que el mundo parezca verdadero.
Lo relevante en esto, es que este punto al infinito, el que permite crear la perspectiva, fobígeno, merece ser individualizado en el espacio, como la mirada, aquello que provoca el acceso de angustia en el fóbico. Es un lugar que se encuentra dispuesto de tal manera, que lo que se encuentra ahí presentificado es, como el agujero, algo que vale como la mirada. Y las líneas de perspectiva, viene a ser los rayos de aquella mirada.
¿Qué sucede entonces cuando surge de esta forma en el espacio, un objeto a? Se produce una disolución del fantasma, ya que éste, solo se sostiene si el objeto a no está ahí, si no se sabe desde dónde se es mirado. En consecuencia, junto con la caída del fantasma, se produce la disolución del sujeto.
Desde el momento en que el objeto a emerge, no queda nada del sujeto; es expulsado, y se produce una caída de la dimensión de lo Imaginario, ya que esta dimensión se sostiene solo en la medida en que la ventana del fantasma queda abierta. Es decir, se produce una caída del Yo. Ello podría llevar a una parálisis, y es por ello que aparece la angustia, para evitar dicha situación.
Pero cómo lo hace? Buscando un Yo suplementario, que pueda estabilizarlo, y que le permita sostenerse en ese eje Imaginario. (esquema L). Es manteniendo ese eje Imaginario a – a’ con el acompañante, que el sujeto puede conservar su espacio, una identidad, y puede afrontar lo que de otra forma estaría deshecho para él[A1] .
Es necesario recordar que el Home, es el lugar habitado por algún dios, nos dice Merman. Un lugar, donde el otro no está, pero a la vez, se encuentra demasiado presente. En el acceso de angustia, el espacio del Home no se debe entender como un espacio regido por lo Imaginario, sino como uno cuyo poder benéfico se agota con la distancia que se toma de él, como un espacio que no se sostiene sino por una especie de simbolización. Se encuentra recubierto por una posible simbolización, lo que explicaría por qué su poder benéfico se agota cuando uno se aleja de él. Pero qué condiciones produce el acceso de angustia?, esta surge en tanto para un parlêtre, viene a presentificarse el Otro, en esa posición sin límite, enigmática, a la cual no sabe cómo satisfacer, y no sabe qué es lo que hay que sacrificar para aplacar esa presencia, lo que le permitiría establecer un límite, un borde, una frontera. Ese borde, que diferencia el espacio mío del tuyo.
Quien está sujeto a estos accesos de angustia, el espacio se presenta como algo escurridizo, movedizo, porque una vez que ha salido de sí mismo, esa hiancia, ese agujero no tiene límite.
Pero por qué es la mirada la que emerge en ese espacio? Podemos suponer, dice Merman, que no ha pagado al Otro el tributo Simbólico que da estatuto sexual, e identificación sexuada. Es decir, se trata de alguien que no se introduce en el espacio a partir de la imagen de sí mismo, desde un estatuto Imaginario y Simbólico, que garantice su circulación.
El acceso de angustia se organiza en torno a una invitación del Otro a la castración. Sin embargo el fóbico se siente entregado a él, sin límite ni garantía de que el precio será pagado de una vez. El Otro es vivido como una boca (que lo devora).
En el dispositivo histérico, se trataría de encantar a esta bestia, de domesticarla, aunque en el intento, lo que hace es verificar que se trata de una bestia. Asimismo es posible encontrar esto en el inmigrante, siempre incómodo con su imagen. Este desentona en el paisaje, y al mismo tiempo es centro de él, de modo que se produce la conjunción de sentimientos de indignidad, y grandeza.
De alguna manera, la amputación del espacio mismo, viene a constituir en el fóbico, el tributo que debe pagar para reconstituirlo. Para los neuróticos, los espacios están delimitados, y el tributo ha sido pagado en el registro de lo Imaginario. El problema para el fóbico es que, como se dijo, ese tributo no tiene límite, de modo que puede darlo todo.
Entonces qué es lo que sucede en la fobia, desde el nudo borromeo? De los tres redondeles, lo Imaginario se encuentra expulsado, y en consecuencia, lo Simbólico y lo real, se encuentran desatados. Esto podría hacer pensar que se trata de la psicosis, pero no lo es, ya que para el fóbico, la represión originaria está en su lugar y lo Real y lo Simbólico subsisten. Pero sin embargo, el fóbico no parece querer pagar, o no acepta la castración.
Se podría pensar entonces, que lo que se produce en la fobia, es que el redondel de lo Real, recubriría el redondel de lo Imaginario. A partir de ese momento, todo sucedería como si el redondel de lo Simbólico fuese el que organiza el trenzamiento.
Es necesario recordar cuán refractaria es la dimensión de lo Imaginario a la percepción de la castración. Es ciertamente el campo de lo escópico donde la castración, por el mismo hecho de su imagen en su totalidad, es lo más fácilmente ocultada. En el fóbico, la castración aparece como un agujero sin límite, donde lo Simbólico no entra para ponérselo, y es en esta dimensión, donde la castración aparecería menos evidenciada.
En suma, en la fobia hay una relación con el semejante, cercana a la perfección, donde no es uno sin el otro, y donde todas las relaciones son posibles. No hay límites.

El nudo fóbico

Para desarrollar  el nudo fóbico, Merman retoma el Nudo “normal” de tres redondeles. Básicamente Lacan especifica que el redondel de lo Real, pasa sobre el redondel de lo Simbólico. Esto no significa que lo Real tenga preeminencia sobre lo Simbólico, pero que sí importa que esto suceda así. El redondel de lo Imaginario, es lo que asegura la consistencia del nudo.



 








Merman propone pensar qué pasaría si pensamos en la fobia, que el redondel de lo Real pasara sobre lo Imaginario, y a partir de ese momento, el redondel de lo Simbólico fuese el que le da consistencia al nudo, puesto que en la fobia, estas tres dimensiones se encuentran particularmente presentes, y en una extraña vinculación.












Pero por qué pensarlo de esta manera? Merman nos recuerda los dichos de Lacan, a saber, que lo Simbólico es lo que hace agujero, lo Imaginario la consistencia, y lo Real, es lo que funda la ek – sistencia.
En la fobia, aparece una relación singular entre lo Imaginario y lo Real. Es lo Imaginario lo que aparece como agujereado, como si la operación de la castración se produjera en este registro, cuando en los casos normales, la castración se encuentra escondida en este registro.
En la fobia, el espacio se encuentra marcado por esta amputación, por este agujero que desencadena la angustia. La fobia habita este espacio reservado, este agujero, con un efecto tranquilizador, que a su vez, se sostiene ella misma en este registro. No se trata de un sustituto del Nombre del Padre, sino del falo. Lo real viene a apoyar al redondel de lo Imaginario, siendo lo Simbólico, lo que da consistencia.
Entonces en la fobia es el redondel de lo Imaginario, lo que asegura la ek – sistencia, como el animal fóbico, que se caracteriza precisamente por sostenerse sin ek – sistir. “En cuanto a lo Real, aquí hace agujero”[3].
Otra consecuencia de esta operación, vendría a ser que el goce fálico se colocaría a nivel de esta amputación en el redondel de lo Imaginario, hecho por el del Real, mientras que el goce del Otro vendría a este otro agujereado.
Esto sucede así, porque es en el campo de lo Imaginario donde funciona al parecer, el carácter del límite, de lo prohibido, de la clausura. Y contrariamente a la forma en que se da en el neurótico, en el fóbico, se daría el acceso a lo ilimitado en la dimensión de lo Simbólico. Es decir que lo que se paga, la castración, se da en el registro de lo Imaginario, y los fóbicos no se encuentran en forma alguna inhibidos mentalmente por la castración.
Esta diferencia, introduce un elemento esencial, la relación con el animal fóbico en vez del Nombre del Padre. El animal fobígeno permite una relación con el falo, sin que ello implique una diferenciación de sexos, y produce una relación de fascinación yoica y particularmente libidinizada con su entorno.
Hay en la relación una inmediatez. Solo la distancia permite introducir una variación en la relación que se puede tener con un representante fálico, y no un elemento metafórico ni metonímico.
Ahora, retomando la cuestión de la angustia, Merman nos dice que en la fobia, es en relación a la angustia, que es posible modular el goce, y que haya momentos de sosiego, provocados por momentos de tensión. Es la angustia, la que sazona la existencia. El fóbico prescinde del Nombre del Padre. Es una persona que encanta, que atrae y seduce.





Bibliografía
§      (1974). Lacan, J. RSI.
§      (1999). Merman, Ch. Revista de la Asociación Freudiana Internacional. El nudo borroneo en la fobia. UNR Editorial. Argentina.
§      (1999). Merman, Ch. Revista de la Asociación Freudiana Internacional. El nudo fóbico. UNR Editorial. Argentina.
§      (2005). Quevedo, M. cátedra Psicoterapia Psicoanalítica. UAHC. Chile.



[1] En el espejo, nos encontramos inicialmente con un ser desorganizado. Hay un espacio real, y otro virtual. El ojo avanza hacia el mundo de la imagen, mientras que el espacio de lo Real se borra. El espejo plano, es lo que permite crear el espacio, diferenciar el Imaginario del real. El espejo en cierta forma hace de ley, que es la mirada de la madre. Es ella la que tiene el impulso de la pulsión escópica. Para que el niño fije su mirada en el objeto, es necesario que sea este objeto el que capte la mirada de la cría. Esto nos remite a la matriz de lo Simbólico, que permite a la cría reconocerse como especie.
Entonces una que el objeto ha sido captado por la cría, hay un investimento, que se devuelve y la cría capta al objeto nuevamente.
Esto explica cómo la madre cumple las tres funciones: como objeto, como ley, como deseante.
Como deseante, porque si la madre no carga libidinalmente al niño, éste no se diferencia de ella. Por su parte la ley, es el espacio consensuado, el del lenguaje.
Lo Imaginario, es lo que mapea y organiza el cuerpo. Y es gracias a la intervención del otro, que esto se hace posible.
[2] Fobia. Pág. 5
[3] Fobia. Pág. 84


 [A1]el fantasma?).

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