lunes, 14 de noviembre de 2011

LÍMITES EN LAS PSICOSIS (2011)



Laurent (1989) nos recuerda que en 1967 surge en el psicoanálisis norteamericano, el concepto de borderline, producto de la sistematización del estudio realizado por Otto Kernberg. A partir de ese momento, diversos autores desarrollan esta nueva categoría, en conjunto con el modelo psiquiátrico, lo cual remite a los límites entre las psicosis y alguna otra cosa.
Lo interesante, es que este concepto surge de la clínica, del análisis y de las dificultades relacionadas con la transferencia en el abordaje de estos casos.
Un autor francés destaca que se produce una ampliación del tema del borderline hacia una nueva clínica definida a partir de la situación analítica, que toma como punto de referencia los tipos de transferencia y no los síntomas, intentando separar estos dos elementos.
Otto Kernberg plantea con la presentación de su trabajo, explica que existe una organización del yo que continua en sus diferentes mecanismos de defensa. Para este autor, Anna Freud se habría equivocado al pensar que la continuidad de los mecanismos de defensa es histórica, oponiendo a esta idea, la de un continuo de organizaciones estructurales. Y lo plantea a partir de la idea de pensar que todo lo que amenaza la consistencia del yo y de su organización, todo lo negativo, debe ser pensado en positivo. Esta positivización de la amenaza de destrucción de la consistencia del yo, produce nuevas categorías que comprenden una serie de formas de personalidad. En realidad, un yo sin defectos, sería desde este punto de vista, un yo sin personalidad. Y las personalidades esquizoides, paranoides, etc. Se presentarían como una amenaza a ese funcionamiento ideal.
El borderline, es una personalidad que no es ni neurótica ni psicótica ni perversa, sino una organización límite. Por medio de esta operación lógica, se presenta una serie que tiene continuidad, y que se apoya sobre la desconfianza en el síntoma, ya que el paciente puede presentar síntomas que a primera vista parecen neuróticos, típicos, pero que no obstante, se inscriben en una forma particular de organización del yo que pudiera dar cuenta de una patología distinta. Pero ¿a qué le llama síntomas típicos Kernberg? La respuesta a esta pegunta es relevante, por la implicancia que tiene al pensar en los límites de la psicosis. Cuando se trata de obsesiones por ejemplo, Kernberg destaca que la obsesión surge imponiéndose al sujeto, y no en términos de la lucha permanente a la cual hace referencia Freud. Asimismo, las fobias serían un indicador de la presencia de angustia, y no estarían organizadas en torno a un significante que las cristaliza y organiza. En el caso de los síntomas histéricos, para Kernberg tienen relación con una vida amorosa erotizada, sin ahondar en los síntomas conversivos.
Entonces si retomamos con estos criterios los síntomas y la lógica de acuerdo a ellos, sería posible ser psicótico y tener una vida amorosa complicada, por ejemplo.
Al defkinir el síntoma basándose principalmente en el comportamiento, es decir no en lo que el paciente dice – estilo psiquiatría-psicoanálisis -, se introduce la desconfianza hacia el síntoma, e introduce la confianza en la personalidad. Kernberg afirma que es posible realizar un diagnóstico diferencial y descriptivo, que ubique experimentalmente al paciente en un continuum de acuerdo a la patología de personalidad que tenga. Esta propuesta logra efectivamente realizar una clínica con cierto éxito. Laurent (1989) se pregunta por qué.
El síntoma, explica, efectivamente cambia, se desplaza, en la experiencia analítica. Y por lo tanto es pensable tener desconfianza en él. Lo mismo ocurre desde la psiquiatría, cuando se trata con medicamentos a los pacientes y se reducen efectivamente, de manera que el síntoma respondería al efecto de un determinado medicamento.
Lacan por el contrario, acentuó el síntoma, su consistencia por una parte, y por otra, la inconsistencia de las formas imaginarias del yo. Es a partir de este punto, que Laurent (1989) propone retomar la pregunta acerca de los límites en las psicosis.
Lacan siempre mantuvo interés en la envoltura formal del síntoma (Seminario III), buscando el momento en el que surge un fenómeno elemental. Lo que interesa en el delirio, es justamente ese momento, en el cual surge el fenómeno elemental. Los delirios serían siempre organizaciones parciales. Cabe señalar sin embargo, que cuando se habla de siempre parcial, Lacan está pensando en que no todo en una psicosis es delirio. Hay una lógica del no todo del universo del discurso, siempre parcial, ya que siempre hay un elemento que queda fuera del universo del discurso. Por lo tanto decir que el delirio es una construcción siempre parcial, y que el psicótico se encuentra fuera del discurso, es equivalente, ya que siempre hay una producción de esa función en lo real llamada objeto a. Este objeto a, inmundo, es un objeto que nunca logra inscribirse en algo que describa un universo.
Después del año 1976 surge una nueva definición del síntoma, llamada síntoma. J. –A. Millar señala que se refiere al síntoma, en tanto que es real. El síntoma ya no se concibe solo del lado de lo simbólico, sino que en tanto real, es una función real. Asimismo Lacan desplaza al fantasma como imaginario, hacia el fantasma como real.
Esta doble vertiente, hace que los fenómenos elementales que en su definición sintomática parecían servir de guía hacia el desencadenamiento de la psicosis, nos guían hacia el núcleo central de la psicosis. Así, las alucinaciones informan mucho más que la temática delirante. Nos dan las circunstancias, y el punto en el cual el sujeto se eternizó.
Es precisamente la vertiente de las estabilizaciones, agrega Laurent (1989), la que permite entender cuál fue la razón que le permitió a Joyce (en Joyce-el-sinthoma) no delirar. Porque a pesar de que en estas epifanías se produjeron fenómenos elementales, algo de lo eral parecía imponerse. Surgió lo que Lacan llamaba un sujeto desabonado del inconciente. El término desabonado, tiene relación con la idea de estar abonado a algo, al teléfono por ejemplo, donde entonces hay una respuesta del otro lado. En este caso, se trata de la no circulación de los mensajes, por eso el sujeto se encuentra desabonado, en este caso de su inconciente. Esta separación del sujeto de su inconciente, es parte de la nueva definición del síntoma. Y en este sentido, la decisión de Joyse fue no pasar por un análisis, por el recorrido del inconciente, sino por la literatura.
Sin embargo cabe señalar, que esta elección fue exitosa para Joyce, pero que no asegura que sea efectiva para todos los psicóticos. Joyce creó una nueva literatura, un lenguaje donde lalengua se eleva hacia una posición de semblante de lenguaje.
Estas dos vertientes presentadas por Lacan, de los fenómenos elementales y el síntoma, nos introduce, señala Laurent (1989), a las tres exigencias que se pueden extraer de las enseñanzas de Lacan sobre las psicosis.
Además de las posibilidades que se deducen de sus enseñanzas, se presentan ciertas exigencias a la clínica analítica. La primera, es el retorno a la confianza del síntoma, buscando su organización en las dos vertientes planteadas anteriormente.
Por otro lado, nos encontramos en las enseñanzas de Lacan con una permanente búsqueda de los fenómenos elementales, sea o no evidente la psicosis, especialmente en las entrevistas preliminares, cuando por ejemplo nos encontramos con un sujeto que presenta síntomas neuróticos atípicos. Si bien en el seminario de 1956 Lacan no recomienda tomar en análisis a sujetos pre-psicóticos, ya que esto mismo los haría entrar de lleno a la psicosis, actualmente estos pacientes están siendo tomados. Y es en este contexto donde cobra relevancia prestar atención a estos elementos en las entrevistas preliminares. Laurent (1989) nos señala que los analistas están prevenidos ante sujetos pre-psicóticos, o psicóticos. Pero la sorpresa viene cuando el brote psicótico se presenta años después de haber entrado en análisis. Acá, si uno se remite a las entrevistar preliminares, debieran encontrarse elementos que pudieron advertir de este posible desenlace, fenómenos elementales que fueron desconocidos por el analista.
La segunda exigencia que se plantea, es describir lo más preciso que se pueda, las formas en que un síntoma se produce en el análisis del sujeto psicótico. Es decir, cómo algo llega a estabilizarse en un nuevo síntoma, como el caso de lalengua que produce ese pasaje entre lo simbólico y lo real, que logra calmar sin la presencia de la función paterna. Aunque como se dijo anteriormente, pensar que un psicótico se cura escribiendo, es insuficiente. Sin embargo la función del analista, tampoco está en interpretar esos escritos, sino que permitir al sujeto mantenerse en el orden de la palabra, usando la escritura como apoyo para lograrlo, que siempre corresponde al orden de un S1 que se repite. Por lo tanto la tentativa se direcciona no en mantenernos en el orden de la letra, sino que en el del significante.
Entonces retomando la segunda exigencia, se trata de describir con la mayor precisión posible las formas de estabilización de esta lógica de exclusión del universo del discurso. En este sentido, cabe retomar el concepto presentado en 1956 por Lacan, del empuje – a – la - mujer. Se trata de una estructura lógica, que se relaciona con la pulsión. Esta pulsión tiene algo del orden del empuje, y es una nueva forma de pulsión que se desprende del funcionamiento de las psicosis, articulada  con una estructura lógica que es la de La mujer de les falta a todos los hombres. Siempre vemos en las psicosis, dice Laurent (1989), esta formación de “el todo”, siempre parcial, donde siempre algo falta.
Un ejemplo que grafica esto, es el caso de una mujer que trabajaba en una empresa multinacional (Laurent, 1989) que pudiera llamarse ABM. Al salir del trabajo, ella alucina “Miss ABN”. Así, la estructura de esta alucinación constituye el universo del todo. Y la paciente se define como la mujer que falta en dicho universo. “Miss ABN” era por consiguiente, todo lo que le faltaba a ABN. La estructura del fenómeno elemental entonces, en este caso es la que introduce el desarrollo de su psicosis, como una esquizofrenia paranoide.
Para ver cómo se construye y estabiliza esta lógica, actualmente se cuentan con mayores recursos que la propuesta antiguamente por Lacan, de la metáfora delirante. Porque la dificultad de este concepto, es la ausencia de la teorización del objeto a. si bien “la metáfora paterna permitía introducir una función que se aplicaba a este conjunto ordenado produciendo una significación y un significante, el falo y una significación del goce”[1], el problema estaba en cómo hacer funcionar la metáfora paterna sin la función de paréntesis que introduce la metáfora paterna. La función del padre no operaba y el desencadenamiento se produce cuando esta función que está, vacila, es ocupada por Un padre. Por consiguiente el vacío de la función es ocupado. Cabe aclarar que para Frege, una función se define como un argumento vacío, como un lugar que permite mantener vacío el predicado. Entonces la ocupación de esa función produce una ruptura y una oposición. Por lo tanto hay un goce que se opone al funcionamiento significante y que producirá un lugar externo, el objeto a.
Es posible pensar la metáfora paterna de manera más precisa, bajo la lógica de el empuje – a – la – mujer, del no – todo, donde el sujeto se produce como el objeto que falta en el universo del discurso. El sujeto intenta producir el significante pasando siempre por esa vía imposible, la de producir un significante a partir del goce, un nuevo goce que siempre surge, y es lo que vemos cada vez que hay un desencadenamiento de la psicosis. Entonces la segunda exigencia, refiere al establecimiento de una serie de estabilizaciones.
La tercera exigencia, que vale para todos los casos de psicosis, ubica la posición del analista en la transferencia.
Sabemos que usualmente el analista se pone del lado del objeto a, y ocupar ese lugar produce la división subjetiva. Sin embargo en el caso de la psicosis, el es el sujeto (psicótico) el que se coloca en la posición del que sabe. Para él, nunca es el Otro el que sabe, sino que él encarna ese saber que le es desconocido al Otro. Se trata del goce en su conexión con el saber.
La consecuencia de este cambio de posiciones, es que es el analista el que se encuentra dividido. Podemos entonces caer en la contratransferencia y quedar hipnotizados por ese sujeto que ocupa el lugar de objeto, o podemos situarnos como amo, tentación de la cual también hay que mantenerse distante.
Respecto al saber, podemos encontrar en el sujeto psicótico enunciados como “yo sé”, “sé quién soy”, “soy Jesús en el universo del Evangelio”… es un saber que forcluye al sujeto, el cual es producido como rechazo por este orden del saber.
Constatamos pues, que el sujeto psicótico intenta sostener un nuevo orden de discurso, y lo hace poniéndose a él mismo en la posición que permita garantizar este nuevo orden. Se observa también, que el sujeto impone al analista esta posición discursiva, desde la cual tanto él como el analista, garantizarían un nuevo orden del universo fuera del discurso. La exigencia del psicótico se apoya en la inexistencia misma del discurso como tal, de su inscripción en el discurso, no obstante se sostiene insertándose en la oposición entre el funcionamiento de lalengua y el del un lenguaje.
En suma, las tres exigencias que se deducen de la enseñanza de Lacan, en relación a las psicosis, se refieren en primer término, al interés de una forma de guiar el diálogo con el paciente para detectar el núcleo de aquello que habla, y no de la temática de su relato. Este núcleo se puede entender a partir del circuito del sujeto que se inscribe en el grafo del deseo. También el núcleo se basa en una metáfora usada para describir los términos del grafo como átomos de comunicación. Así, se hace referencia a una serie limitada de términos cuya estructura donde la retroacción se encuentra completamente modificada. Si arriba a la izquierda del grafo tenemos el goce y a la derecha la voz, en la psicosis lo que conecta son precisamente la voz y el deseo.
Se podría decir que es el mismo tipo de transformación que existe entre el esquema R y el esquema I, donde según exoklica J.-A. Millar, la célula elemental del grafo, el átomo de comunicación, toma la forma del núcleo de comunicación psicótica. Es decir, que cuando el psicótico se dirige al Otro, en vez de encontrar un enigma, encuentra algo que se pronuncia, una significación previa en el Otro, una significación de goce. Es por ello que Lacan afirma que el psicótico solo se ubica en el primer piso del grafo.
La conexión entre voz y goce se encontraría por fuera del grafo del deseo, siendo su revés entonces, el grafo del goce.
La segunda exigencia es ver de qué es la producción de este síntoma, por una parte inanalizable y por otro lado, estabilizador del paciente. Para ello se torna imprescindible ubicar correctamente el síntoma al final de un análisis. Lacan teoriza al síntoma como una identificación con este síntoma, y como relación incurable. Si bien es posible atravesar el fantasma, siempre queda esta relación de la imposibilidad de cuidar y todo el recorrido de un análisis finalmente alcanza este punto, que es lo que se espera que debiera suceder.
Finalmente la tercera exigencia, es la de definir esa nueva posición del analista en la transferencia, en la erotomanía, y definir además, dicha posición a partir de la forclusión del saber de la estructura de las psicosis.

(1989). Laurent, Eric. Estabilizaciones en las psicosis. Ed. Manantial. Argentina. Buenos Aires.


[1] (1989). Laurent, Eric. Estabilizaciones en las psicosis. Pág. 31

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