miércoles, 25 de enero de 2012

Un caso de fobia

Al remitirnos a los estudios que hay acerca de la fobia, nos encontramos con numerosos trabajos y perspectivas desde los cuales podemos analizar la fobia. Sin embargo cualquiera de estas opciones que tomemos, es imposible no remitirse el trabajo de Freud. En este sentido resulta ilustrador el análisis que hace en torno al caso del pequeño Hans, y con posterioridad respecto a este mismo caso y al del Hombre de las ratas, en Inhibición, síntoma y angustia.
En estos textos, cobran relevancia los conceptos de castración y angustia. Lacan, hace una relectura de la obra de Freud, y con respecto a las fobias, se pueden hacer lecturas a distintos niveles; habla de la función paterna, y de los registros RSI.
Por su parte, Melman retoma las enseñanzas de Lacan, pero desde una perspectiva distinta, aun cuando podría pensarse que al igual que la de Freud, resulta complementaria a la comprensión de las fobias.

Las fobias en Freud

Para Freud (1909), las fobias están asociadas a grandes montos de angustia provenientes de deseos reprimidos. En principio, esta angustia no tendría un objeto específico. Pero luego, se activarían mecanismos defensivos, represivos, que lograrían vincular esta angustia con un objeto externo, temido. Es decir, la fijación de la libido se convierte en miedo. Este estado es el de la “fobia”.
A propósito de un caso de fobia infantil, Freud, señala que las “fobias” deben ser consideradas como síndromes comunes a diferentes neurosis, y no necesariamente son atribuirles la calidad de procesos patológicos especiales. Las fobias más frecuentes, son las de la “histeria de angustia”, propuesta por Freud al doctor W. Stekel cuando emprendió su exposición de los estados nerviosos de angustia, justificada por coincidencia del mecanismo psíquico de tales fobias con el de la histeria, salvo en un solo y único punto decisivo. En efecto, la libido desligada del material patógeno por la represión no es convertida, desde de lo anímico, para una inervación somática, sino que queda libre en calidad de angustia. En los casos patológicos, agrega, esta “histeria de angustia” puede mezclarse con la “histeria de conversión”, en distintas formas.
Desde el punto de vista pulsional, Freud retoma el término acuñado por Alfred Adler de “entrelazamiento pulsional”, donde la angustia surgiría a partir de la sofocación de la “pulsión de agresión”, aunque Freud acota que por el momento, se debe pensar que cada pulsión tiene la capacidad de devenir agresiva.
Respecto al contenido de las fobias, Freud sostiene que no es fácil encontrarlo, ya que la represión no solamente ha actuado sobre los complejos inconscientes de la persona, sino que se dirige también contra sus retoños, impidiendo que el sujeto pueda percibir sus productos patológicos como tales.
Para el trabajo con la fobia, Freud señala que es de gran utilidad indagar el los detalles de ésta, ya que la referencia de la angustia a sus objetos solo se puede establecer en forma secundaria, ya que se producen desfiguraciones y sustituciones que hay que ir develando.

El complejo de castración, a la base de todas las fobias
En “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud retoma el caso de Juanito (Hans) y el Hombre de las ratas, para dar nuevos aportes acerca de las fobias. Al respecto, señala que en los dos casos se trata de una moción hostil hacia el padre, donde ésta es reprimida por el proceso de la mudanza hacia la parte contraria. Es decir, en lugar de la agresión hacía el padre se presenta la agresión -la venganza- hacia la propia persona. Puesto que de todos modos una agresión esa agresión se arraiga en la fase libidinal sádica, sólo le hace falta cierta degradación al estadio oral, (en Hans es indicada por el ser-mordido, en el paciente ruso es el ser-devorado). Pero, aparte de ello, afirma Freud, el análisis lleva a la certeza que simultáneamente ha sucumbido a la represión otra moción pulsional, de sentido contrario: una moción pasiva tierna respecto del padre, que ya había alcanzado el nivel de la organización libidinal genital (fálica), y  podría pensarse incluso, que esta otra moción hubiera tenido mayor peso para el resultado final del proceso represivo, siendo además, la regresión más vasta, y con un influjo determinante sobre el contenido de la fobia. Por tanto, se debe admitir en cualquier pulsión que pesquisemos, el encuentro de dos procesos de esa índole; las dos mociones pulsionales afectadas -agresión sádica hacia el padre y actitud pasiva tierna frente a él- forman un par de opuestos. En los dos casos que Freud retoma para el análisis de las fobias, es posible identificar un proceso represivo que afecta a casi todos los componentes del complejo de Edipo, a saber, a la moción hostil como a la tierna hacia el padre, y a la moción tierna respecto de la madre.
Pero hay algunas diferencias entre los dos casos vistos por Freud. Acerca del pequeño Hans puede decirse que tramitó mediante su fobia las dos mociones principales del complejo de Edipo, la agresiva hacia el padre y la hipertierna hacia la madre, aunque también estuvo presente la moción tierna hacia el padre: desempeña su papel en la represión de su opuesta, pero ni puede demostrarse que fue lo bastante intensa como para provocar una represión, ni tampoco que resultó cancelada en lo sucesivo. Hans, afirma Freud, parece haber sido un muchachito normal con el llamado complejo de Edipo «positivo». En el caso del ruso, la falta se sitúa en su vínculo con el objeto femenino fue perturbado por una seducción prematura, y el aspecto pasivo, el femenino, se plasmó en él con intensidad. El análisis de su sueño de los lobos no revela gran cosa de una agresión deliberada hacia el padre; a cambio de ello, aporta las pruebas de que la represión afecta a la actitud pasiva, tierna, hacia el padre.
Y si a pesar de estas diferencias entre los dos casos, que están casi en una relación de oposición, el resultado final de la fobia es casi el mismo, la explicación de ello debe venir de otro lado. En ambos casos se conoce el motor de la represión en ambos casos, lo cual se ve corroborado por el curso que siguió el desarrollo de los dos niños. Es, en los dos, el mismo: la angustia frente a una castración inminente. Por angustia de castración, el pequeño Hans renuncia a la agresión hacia el padre; su angustia de que el caballo lo muerda puede completarse, sin forzar las cosas: que el caballo le arranque de un mordisco los genitales, lo castre. También el pequeño ruso renuncia por angustia de castración, al deseo de ser amado por el padre como objeto sexual, ya que ha comprendido que una relación así tendría, requeriría que él sacrificara sus genitales (lo diferencia de la mujer).
Ambas modalidades del complejo de Edipo, la normal, activa, así como la invertida, tienen en común, contra el complejo de castración. En los dos casos, el motor de la represión es la angustia frente a la castración, y los contenidos angustiantes -ser mordido por el caballo (Hans) y ser devorado por el lobo (el pequeño ruso) - son sustitutos desfigurados del contenido «ser castrado por el padre». Fue este último contenido, el que experimentó la represión.
Freud recuerda que a menudo ha sustentado la tesis de que por causa de la represión, la agencia representante de pulsión es desfigurada, desplazada, etc., en tanto que la libido de la moción pulsional es mudada en angustia[1]. Ahora bien, la indagación de las fobias, no corrobora esa tesis, e incluso parece contradecirla. Freud define a la angustia de las zoofobias como la angustia de castración del yo; la de la agorafobia, parece ser angustia de tentación, que ha de entramarse con certeza, con la angustia de castración. La mayoría de las fobias, hasta donde Freud logró vislumbrar en sus investigaciones, se remontarían a una angustia del yo, como la indicada, frente a exigencias de la libido. En ellas, explica, la actitud angustiada del yo es siempre lo primario, y es el impulso para la represión. La angustia nunca provendría de la libido reprimida. Tras la represión aparece cierto grado de angustia en lugar de la exteriorización de libido esperable. En efecto se da la correspondencia entre el vigor de la moción por reprimir y la intensidad de la angustia resultante. Sin embargo, señala que pese a este descubrimiento, no pudo establecer el modo en que se consumaría una trasmudación así.
         Las fobia en Melman

Si bien Freud hace un análisis acerca de las fobias, en opinión de Lacan (Seminario X), habla de todo menos de la angustia, que es un elemento esencial en la fobia. En este sentido, Melman cita a Lacan, quien señala que la angustia es un afecto, la presentificación del objeto a, y por lo tanto, la angustia no es el objeto, sino que se liga a uno. La positivización del objeto a, no debiera ocurrir.
Aquí, lo Imaginario asume la función de hacer tolerable la vida al sujeto. Si bien lo Imaginario no permite que este se conozca, le otorga calma en tanto contribuye a que el objeto a permanezca eclipsado, velado. Sin embargo no hay que perder de vista que es a partir de lo simbólico, que el sujeto puede organizar lo imaginario.

Este es un punto importante, en tanto la angustia es uno de los elementos que se encuentra intensamente presente en las fobias. Como se dijo anteriormente, la fobia desde Freud, se llamaba histeria de angustia. Sin embargo en opinión de algunos autores, el concepto se disipó en síntomas tanto en la neurosis, como en las psicosis, o en períodos de infancia.
Para Melman, la fobia se trata de una enfermedad de lo Imaginario, punto central de la cuestión de la fobia. El autor realiza un estudio de las fobias, desde las enseñanzas de Lacan. Para comprender su propuesta, hay que remitirse primeramente al estadio del espejo.[2] Más tarde Lacan desarrollará el nudo borromeo RSI.
La fobia, separa y distingue imagen, Imaginario y mirada. “Es la que separa y pone en relación el espacio de dos y de tres dimensiones”[3], justo lo que en el estadio del espejo, debiera juntarse. Opone escena y fuera de escena, poniendo fuera de ella un animal extraño, un cuerpo enigmático que causa miedo, sin ser un monstruo. Es este objeto fobígeno, el que permite ocultar la angustia fundamental del sujeto.
¿Es posible separar esta idea del cuerpo, que evoca goce de vida, de la imagen del cuerpo investida por el falo?, ¿Pensando justamente que el cuerpo tiene un efecto estructurante?.
Lacan desarrolla esta idea, cuando habla de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Lo Real, dice, es lo impensable. Es el punto de partida que permite vehiculizar un sentido. La práctica analítica opera ese sentido, reduciéndolo a ese algo. Y es en la medida en que el inconciente se soporta de ese algo, que podemos trabajar. Ese algo, es lo Simbólico.
El sentido, agrega Lacan, es aquello a lo cual responde algo que es diferente de lo Simbólico. Y solo es posible soportarlo por medio de lo Imaginario.
¿Qué es lo Imaginario? Se pregunta Lacan en el seminario 22, aquello que existe. Es lo que hace referencia al cuerpo. Todo lo que para él representa; es el reflejo de su organismo.
Pero la noción de cuerpo es su definición misma, lo que se presume que son sus funciones. De modo que lo que consta que el cuerpo existe, es esa mens (mente, mentira), porque esta dimensión se introduce por el lenguaje. Es decir que no sabemos verdaderamente si existe, puesto que es un saber supuesto por lo Real. Existe, no sabemos dónde, ya que nada nos da testimonio de su consistencia.
Es importante comprender la relación de estas tres dimensiones, para seguir la lógica que se suscita en la fobia, con respecto a la separación que se produce de ciertos elementos. En este sentido, Lacan propone pensarlos en una unidad mínima de anillos, que permanecen unidos. Si se saca uno, se liberan los otros. Pero a qué registro pertenece el nudo borroneo? Al del Imaginario. Es en tanto que se liga a lo Simbólico y a lo Real, que existe lo Imaginario. Es para sostener a lo Simbólico y lo Real, que existe lo Imaginario, como un cuerpo mínimo posible.
En la clínica de la fobia, en cambio, lo Imaginario no se resuelve en la imagen, ni en las dimensiones del fantasma del objeto a. Lo Imaginario debe entenderse, como se explicó anteriormente, como uno de los constituyentes de la estructura del lenguaje, del lado del sentido. En el fóbico, nos mostrará la clínica, el sentido se desmorona, tanto como la cohesión tranquilizadora del espacio donde debiera encuadrarse el fantasma. En vez de estar la realidad regulada por este fantasma, surge lo Real de la mirada.
En la fobia infantil, señala Melman, se descompone el desafío: la simbolización en su lazo con lo Imaginario, es el lugar donde el fóbico paga su tributo a la sexualidad.

El nudo borroneo en la fobia
Al hablar de la fobia, Melman nos hace ver que hemos olvidado el tipo de goce que se organiza en la constelación fóbica. Para ello ilustra con un ejemplo cotidiano en el desarrollo infantil, a saber, el juego de las escondidas, que consiste en esconderse – en lo posible – con un compañero del sexo opuesto, para protegerse de un tercero amenazante.
Lo relevante, destaca el autor, es la relación con el compañero, ya sea de pareja, amigo, madre/hijo. Se produce un tipo de enlace polivalente, perverso, donde el erotismo está presente, en la medida que se encuentra un tercero, en un triángulo amoroso. Esto es la fobia, con el alcance, de que el fóbico ya no juega, sino que constituye su realidad. Aunque eso no quiere decir que no se encuentre algo de fóbico en cada uno de nosotros.
Desde otra perspectiva, es interesante analizar las fobias a espacios abiertos, por cuanto grafica cómo se conjugan una serie de elementos en dichas fobias. El acceso de angustia, nos dice el autor remitiéndose a la psiquiatría del siglo XIX, surge cuando aparece el agujero, ahí, donde no hay ningún detalle arquitectónico, algo que haga relieve, que ponga límites entre el fóbico y ese agujero. Pero qué es lo que hace tan heterogéneo el paisaje? Es el hecho de que los espacios están ordenados por líneas paralelas que conforman una perspectiva, con un punto de fuga hacia el infinito. Es ese punto el que desencadena la angustia. Es necesario agregar, que ello ocurre particularmente en lugares urbanizados, y no en el medioevo.
Para comprender el por qué esta analogía se hace necesaria para entender la fobia, caben algunas explicaciones acerca del estudio de la perspectiva. Para que las cosas parezcan verdaderas, deben ser deformadas, de manera que se entienda que ciertos objetos están más alejados que otros. Es decir, se debe aceptar que estamos frente a un mundo de representaciones, un semblant que nos ayude a que el mundo parezca verdadero.
Lo relevante en esto, es que este punto al infinito, el que permite crear la perspectiva, fobígeno, merece ser individualizado en el espacio, como la mirada, aquello que provoca el acceso de angustia en el fóbico. Es un lugar que se encuentra dispuesto de tal manera, que lo que se encuentra ahí presentificado es, como el agujero, algo que vale como la mirada. Y las líneas de perspectiva, viene a ser los rayos de aquella mirada.
¿Qué sucede entonces cuando surge de esta forma en el espacio, un objeto a? Se produce una disolución del fantasma, ya que éste, solo se sostiene si el objeto a no está ahí, si no se sabe desde dónde se es mirado. En consecuencia, junto con la caída del fantasma, se produce la disolución del sujeto.
Desde el momento en que el objeto a emerge, no queda nada del sujeto; es expulsado, y se produce una caída de la dimensión de lo Imaginario, ya que esta dimensión se sostiene solo en la medida en que la ventana del fantasma queda abierta. Es decir, se produce una caída del Yo. Ello podría llevar a una parálisis, y es por ello que aparece la angustia, para evitar dicha situación.
Pero cómo lo hace? Buscando un Yo suplementario, que pueda estabilizarlo, y que le permita sostenerse en ese eje Imaginario. (esquema L). Es manteniendo ese eje Imaginario a – a’ con el acompañante, que el sujeto puede conservar su espacio, una identidad, y puede afrontar lo que de otra forma estaría deshecho para él.
Es necesario recordar que el Home, es el lugar habitado por algún dios, nos dice Melman. Un lugar, donde el otro no está, pero a la vez, se encuentra demasiado presente. En el acceso de angustia, el espacio del Home no se debe entender como un espacio regido por lo Imaginario, sino como uno cuyo poder benéfico se agota con la distancia que se toma de él, como un espacio que no se sostiene sino por una especie de simbolización. Se encuentra recubierto por una posible simbolización, lo que explicaría por qué su poder benéfico se agota cuando uno se aleja de él. Pero qué condiciones produce el acceso de angustia?, esta surge en tanto para un parlêtre, viene a presentificarse el Otro, en esa posición sin límite, enigmática, a la cual no sabe cómo satisfacer, y no sabe qué es lo que hay que sacrificar para aplacar esa presencia, lo que le permitiría establecer un límite, un borde, una frontera. Ese borde, que diferencia el espacio mío del tuyo.
Quien está sujeto a estos accesos de angustia, el espacio se presenta como algo escurridizo, movedizo, porque una vez que ha salido de sí mismo, esa hiancia, ese agujero no tiene límite.
Pero por qué es la mirada la que emerge en ese espacio? Podemos suponer, dice Melman, que no ha pagado al Otro el tributo Simbólico que da estatuto sexual, e identificación sexuada. Es decir, se trata de alguien que no se introduce en el espacio a partir de la imagen de sí mismo, desde un estatuto Imaginario y Simbólico, que garantice su circulación.
El acceso de angustia se organiza en torno a una invitación del Otro a la castración. Sin embargo el fóbico se siente entregado a él, sin límite ni garantía de que el precio será pagado de una vez. El Otro es vivido como una boca (que lo devora).
En el dispositivo histérico, se trataría de encantar a esta bestia, de domesticarla, aunque en el intento, lo que hace es verificar que se trata de una bestia. Asimismo es posible encontrar esto en el inmigrante, siempre incómodo con su imagen. Este desentona en el paisaje, y al mismo tiempo es centro de él, de modo que se produce la conjunción de sentimientos de indignidad, y grandeza.
De alguna manera, la amputación del espacio mismo, viene a constituir en el fóbico, el tributo que debe pagar para reconstituirlo. Para los neuróticos, los espacios están delimitados, y el tributo ha sido pagado en el registro de lo Imaginario. El problema para el fóbico es que, como se dijo, ese tributo no tiene límite, de modo que puede darlo todo.
Entonces qué es lo que sucede en la fobia, desde el nudo borromeo? De los tres redondeles, lo Imaginario se encuentra expulsado, y en consecuencia, lo Simbólico y lo real, se encuentran desatados. Esto podría hacer pensar que se trata de la psicosis, pero no lo es, ya que para el fóbico, la represión originaria está en su lugar y lo Real y lo Simbólico subsisten. Pero sin embargo, el fóbico no parece querer pagar, o no acepta la castración.
Se podría pensar entonces, que lo que se produce en la fobia, es que el redondel de lo Real, recubriría el redondel de lo Imaginario. A partir de ese momento, todo sucedería como si el redondel de lo Simbólico fuese el que organiza el trenzamiento.
Es necesario recordar cuán refractaria es la dimensión de lo Imaginario a la percepción de la castración. Es ciertamente el campo de lo escópico donde la castración, por el mismo hecho de su imagen en su totalidad, es lo más fácilmente ocultada. En el fóbico, la castración aparece como un agujero sin límite, donde lo Simbólico no entra para ponérselo, y es en esta dimensión, donde la castración aparecería menos evidenciada.
En suma, en la fobia hay una relación con el semejante, cercana a la perfección, donde no es uno sin el otro, y donde todas las relaciones son posibles. No hay límites.

El nudo fóbico

Para desarrollar el nudo fóbico, Melman retoma el Nudo “normal” de tres redondeles. Básicamente Lacan especifica que el redondel de lo Real, pasa sobre el redondel de lo Simbólico. Esto no significa que lo Real tenga preeminencia sobre lo Simbólico, pero que sí importa que esto suceda así. El redondel de lo Imaginario, es lo que asegura la consistencia del nudo.
Melman propone pensar qué pasaría si pensamos en la fobia, que el redondel de lo Real pasara sobre lo Imaginario, y a partir de ese momento, el redondel de lo Simbólico fuese el que le da consistencia al nudo, puesto que en la fobia, estas tres dimensiones se encuentran particularmente presentes, y en una extraña vinculación.
Pero por qué pensarlo de esta manera? Melman nos recuerda los dichos de Lacan, a saber, que lo Simbólico es lo que hace agujero, lo Imaginario la consistencia, y lo Real, es lo que funda la ek – sistencia.
En la fobia, aparece una relación singular entre lo Imaginario y lo Real. Es lo Imaginario lo que aparece como agujereado, como si la operación de la castración se produjera en este registro, cuando en los casos normales, la castración se encuentra escondida en este registro.
En la fobia, el espacio se encuentra marcado por esta amputación, por este agujero que desencadena la angustia. La fobia habita este espacio reservado, este agujero, con un efecto tranquilizador, que a su vez, se sostiene ella misma en este registro. No se trata de un sustituto del Nombre del Padre, sino del falo. Lo real viene a apoyar al redondel de lo Imaginario, siendo lo Simbólico, lo que da consistencia.
Entonces en la fobia es el redondel de lo Imaginario, lo que asegura la ek – sistencia, como el animal fóbico, que se caracteriza precisamente por sostenerse sin ek – sistir. “En cuanto a lo Real, aquí hace agujero”[4].
Otra consecuencia de esta operación, vendría a ser que el goce fálico se colocaría a nivel de esta amputación en el redondel de lo Imaginario, hecho por el del Real, mientras que el goce del Otro vendría a este otro agujereado.
Esto sucede así, porque es en el campo de lo Imaginario donde funciona al parecer, el carácter del límite, de lo prohibido, de la clausura. Y contrariamente a la forma en que se da en el neurótico, en el fóbico, se daría el acceso a lo ilimitado en la dimensión de lo Simbólico. Es decir que lo que se paga, la castración, se da en el registro de lo Imaginario, y los fóbicos no se encuentran en forma alguna inhibidos mentalmente por la castración.
Esta diferencia, introduce un elemento esencial, la relación con el animal fóbico en vez del Nombre del Padre. El animal fobígeno permite una relación con el falo, sin que ello implique una diferenciación de sexos, y produce una relación de fascinación yoica y particularmente libidinizada con su entorno.
Hay en la relación una inmediatez. Solo la distancia permite introducir una variación en la relación que se puede tener con un representante fálico, y no un elemento metafórico ni metonímico.
Ahora, retomando la cuestión de la angustia, Melman nos dice que en la fobia, es en relación a la angustia, que es posible modular el goce, y que haya momentos de sosiego, provocados por momentos de tensión. Es la angustia, la que sazona la existencia. El fóbico prescinde del Nombre del Padre. Es una persona que encanta, que atrae y seduce.

Caso Hans (Juanito)

La función del padre resulta crucial en la estructuración psíquica del sujeto, ya que permite vehiculizar al significante fálico que es lo que separa a la madre del hijo, introduciéndose de esta manera la castración, y colocando así al sujeto en una posición de falta, siendo ésta fundamental para el surgimiento del deseo en el sujeto. Lacan señala en el seminario de la relación de objeto, que toda la obra de Freud se puede leer en torno de un eje central, la función del padre. Pero ¿Qué es ser un padre?"[5]. La pregunta nos interroga por ese significante fundamental, que nos hace deudores con nuestros padres y nos lanza a la vez a la paternidad.
En Freud ¿cómo aparece la figura paterna? La respuesta adquiere diferente significado a partir del momento teórico. Sin embargo ante la imposibilidad de ahondar en ello en el presente ensayo, cabe destacar el documento escrito en 1905, Tres ensayos sobre una teoría sexual, donde expone premisas fundamentales para el complejo de edipo: a) la existencia de la sexualidad infantil; b) un nuevo concepto de sexualidad, más allá de la genitalidad.
En este marco surge otro concepto clave: el término "pulsión", eso que empuja a la satisfacción pero sin tener una meta preestablecida, la pulsión no tiene un objeto dado naturalmente. Esto abre un nuevo horizonte sobre el problema de la sexualidad: ¿cómo se asume la identidad sexual? Su, desde la concepción freudiana, pasa por diferentes formas de organización, pero un punto central para la constitución de la misma tiene que ver con el complejo de castración, es decir, el paso por el Edipo. En el caso del pequeño Hans, Freud parece apegarse a una noción de Edipo simple: para el niño significa amor hacia la madre y odio hacia el padre, pero no resulta ser tan simple. El niño parte de la teoría sexual sobre la universalidad del pene, reafirmada por cierto por la madre, quien en un principio, le dice que ella también tiene hace – pipí, pero luego bajo el efecto combinado de la amenaza de castración proferida por el padre, aunada al hecho de la angustia provocada por la percepción del cuerpo femenino privado de pene; son interpretados como consecuencia de la castración. Si bien la amenaza puede ser hecha por la madre, - que en este caso amenaza a su hijo con llamar al doctor para que se lo corte si continua tocándose - la ejecución es llevada a cabo por el padre (función paterna) quien relata haberle explicado a su hijo, que las mujeres no tienen hace-pipí. El eje a partir del cual el Edipo masculino se organiza, culmina y se desanuda es la angustia; la angustia de castración. Esto marca la prohibición de la madre, y con ello la promesa de poder acceder a otras mujeres.

Desde la mirada lacaniana, la función paterna se conceptualiza desde otros órdenes de registro. En primer lugar descentra la función paterna con respecto a la materna. La madre cumple una función como estructurante del deseo del niño, pero esta estructuración sólo puede considerarse en función de la doble prohibición paterna con la cual el padre introduce la ley en el vínculo previo, que determina una ruptura y un reordenamiento. Tanto el niño como la madre deben aceptar que el deseo es imposible de colmar con objeto alguno, que es imposible llenar la falta. Recordemos que el niño desea ser todo para la madre, es el deseo del deseo de la madre y para satisfacerla se identifica en el lugar del falo. En el caso del pequeño Hans, él manifiesta constantemente que desea hacerse cumplidos con la madre (caricias), estar con ella en la cama.
La función paterna, sólo adquiere tal dimensión en la medida en que la metáfora paterna logra reprimir el deseo materno; en la medida en que ella acepta la prohibición del incesto. Así se prepara la declinación del Edipo, donde el niño acepta la castración simbólica que efectúa el padre al separarlo de la madre, como no siendo el falo.                                         
Dicha función, posibilita esa condición de falta en la existencia del sujeto, que no puede ser colmada. Esta falta permite el acceso al deseo, la demanda, siempre metonímica, inagotable ya que remite a la carencia generada por la castración. La función del padre simbólico como soporte de la ley al prohibir el incesto, posibilita además, el ingreso del sujeto al orden de la cultura y accediendo el niño a la metáfora paterna se instala en el orden simbólico. Sin embargo, siempre hay un reducto de goce que no puede simbolizarse.
Pero ¿Qué se está jugando en el caso del pequeño Hans? La pregunta es fundamental porque no sólo estamos frente a la estructuración de la sexualidad, se juega con su subjetividad, y en el caso del pequeño Hans, estamos en presencia de un momento de constitución que determinará la posición subjetiva de Hans: neurosis o perversión, dice Freud. Los padres de Hans son quienes presentan el caso, y Freud usa este caso para ir comprobando sus hipótesis acerca de su teoría sexual infantil, y el complejo de castración.
A Hans lo aqueja una fobia, principalmente los caballos, la pregunta es ¿a quién representa el caballo? Para Freud el caballo es una representación del padre castrador: 
"… él sentía angustia ante el padre a causa de sus deseos celosos y hostiles contra éste. Con ello le había interpretado parcialmente la angustia frente a los caballos; el padre debía de ser el caballo a quien, con buen fundamento interior le tenía miedo. Ciertos detalles, lo negro en la boca y lo que lleva antes de los ojos (bigote y gafas como privilegios del varón adulto) por los cuales Hans exteriorizaba angustia, me parecieron directamente trasladados del padre al caballo" [6]
La interpretación de Freud es de un complejo de Edipo simple. El objeto fóbico, el caballo, simboliza al padre, el cual tiene ciertas propiedades: el bigote, el tamaño, etc. El miedo a ser mordido por el caballo, es el miedo de Hans, a la figura castradora de su padre.
Es posible también, hacer otra interpretación, que el caballo representa a la madre: Hans decía que la madre tenía un hace-pipí grande como el del caballo,
"Así, se creería, el caballo es sólo un sustituto de la mamá".[7]
y Freud por un momento se refiere a una madre devoradora, que de alguna manera responde a los deseos de su hijo, en sus cuidados y mimos.
Este modo de analizar el caso, tratando de responder a la pregunta ¿quién es el caballo? la cadena de sustituciones posibles se torna interminable, ya que el objeto fóbico tiene múltiples caras. De hecho en el mismo caso, no solamente es el caballo, sino que son caballos con carros, el baño. Pero en realidad no es tan importante a quién representa el caballo, sino la función del "caballo" como un significante que adquiere sentido en función de la cadena discursiva.
Entonces desde los tres registros trabajados por Lacan, es posible establecer que la personificación del caballo, corre más por el registro de lo imaginario. El síntoma en sí mismo aparece como una respuesta a la falla de lo simbólico, es decir, como "un parche" para suplir a la función simbólica claudicante. Hans se encuentra atrapado en las redes maternas, es devorado por la madre, e intenta cubrir esa falta en mamá: es decir ser falo. El padre relata,
Otra vez tenso, ve cómo su madre se desviste para meterse a la cama. Ella pregunta: <Pues ¿por qué me miras así? >
Hans: < sólo para ver si tú también tienes un hace-pipí >
Mamá: < naturalmente. ¿No lo sabías?
Hans: < No; pensé que como eres tan grande tendrías una hace-pipí como el del caballo>"[8]
De esta manera vemos que la madre de Hans no solamente lo seduce, sino que además, niega su castración. Pero para que esto se produzca, algo en el padre no anda bien. De alguna manera el padre no logra convocar la castración de la madre, y por tanto ella no puede mirar con deseo al padre, direccionado su deseo hacia el hijo. Si bien ella en palabras es prohibitiva con Hans, en la práctica lo alienta, con sus cumplidos (caricias), por ejemplo. Esto deja al padre relegado en su función, y deja a Hans sujetado al deseo de la madre. Por lo tanto, podría pensarse que lo real se hace presente, y surge la angustia. La fobia de Hans progresa, y se van agregando objetos fóbicos. No acepta la castración, y el Otro, recordemos, es vivido como una boca. Como ese caballo que muerde. La relación sin límites con la madre especialmente es evidente, según lo relata el padre de Hans, y Freud, a saber, la posibilidad del niño de ver a su madre en el baño, de introducirse en su cama, etc. La castración, se puede ver agujereada, producida en el registro de lo imaginario, en la abundante fantasía fóbica que presenta el niño. Y coherente a lo que plantean los autores, se desencadena la angustia que le impide acercarse a los caballos, dormir bien, salir a la calle y bañarse tranquilo. Pero es e esto mismo donde aparece el goce, las fantasías que remiten a los deseos inconscientes de estar con la madre, y deshacerse del padre. Pero además, el caso expone la relación libidinizada del pequeño Hans con su entorno, con las niñas con las que juega, con la niñera.
Pero hay que tener presente que la fobia le permite a Hans, organizar su mundo de alguna manera, aunque en el transcurso del relato no parezca aceptar la castración. No obstante, no podemos decir que se trata de forclusión, puesto que aparece claramente en sus fantasías, la rivalidad hacia el padre. Y particularmente, Hans parece haber comenzado a ser desplazado como único objeto de la mirada de la madre, con el nacimiento de su hermana.
Hacia finales del registro clínico del caso, se expone la remisión de los síntomas fóbicos en el niño. Esto se concluye además, con la hipótesis de que el padre ha tomado una mejor posición en la estructura, a partir de una fantasía narrada por el niño: el padre se casa con la abuela, mientras que Juanito se casa con la madre. Sin embargo se preserva la relación narcisista-fálica con la madre. Esto parece mostrar que las cosas están más ordenadas para Hans. Sin embargo podría suponerse que Hans no ha aceptado realmente la castración, en la medida en que sigue poniéndose como falo de la madre. Y consecuentemente, la función paterna no ha tomado su lugar, no ha resuelto su Edipo, diría Freud (guardando la salvedad de que Freud considera que el caso fue exitoso, en cuanto a la remisión de síntomas y resolución en la fantasía).
Entonces, si bien Hans ha mostrado signos de indiferenciación sexual normales para la edad, queda la pregunta de si podrá asumir su masculinidad, en la medida en que no queda claro si resolvió efectivamente su posición subjetiva separada de la mirada de la madre.




Bibliografía

§  Freud, S. (1909). Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans). Obras Completas. Tomo X. Amorortu Ediciones. Buenos Aires – Madrid.
§  Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas. Tomo XX. Amorortu Ediciones. Buenos Aires – Madrid.
§  Lacan, J. (1974). Seminario: Lo Simbólio, lo Imaginario y lo Real.
§  Melman, Ch. (1999). Revista de la Asociación Freudiana Internacional. El nudo fóbico. UNR Editorial. Argentina.
§  Quevedo, M. (2005). Cátedra Psicoterapia Psicoanalítica. UAHC. Chile.
§  Lacan, J. (1962). Seminario: La angustia. Paidós. Buenos Aires.
§  Lacan, J. (1972). Seminario: Las formaciones del inconciente.
§  Lacan J. (1995). Seminario: La Relación de Objeto.  Paidós. Barcelona.
§  Melman, Ch. (1999). Revista de la Asociación Freudiana Internacional. El nudo borroneo en la fobia. UNR Editorial. Argentina.
§  Navarro, Javiera (2011). Fobia. 


[1] Cf., por ejemplo, «La represión» (1915d), AE, 14, págs. 149-50, 150, donde también se analiza el caso del «Hombre de los Lobos». Se hallarán otras puntualizaciones sobre esto en el apartado «Angustia por trasmudación de libido», así como en «Introducción».
[2] En el espejo, nos encontramos inicialmente con un ser desorganizado. Hay un espacio real, y otro virtual. El ojo avanza hacia el mundo de la imagen, mientras que el espacio de lo Real se borra. El espejo plano, es lo que permite crear el espacio, diferenciar el Imaginario del real. El espejo en cierta forma hace de ley, que es la mirada de la madre. Es ella la que tiene el impulso de la pulsión escópica. Para que el niño fije su mirada en el objeto, es necesario que sea este objeto el que capte la mirada de la cría. Esto nos remite a la matriz de lo Simbólico, que permite a la cría reconocerse como especie.
Entonces una que el objeto ha sido captado por la cría, hay un investimento, que se devuelve y la cría capta al objeto nuevamente.
Esto explica cómo la madre cumple las tres funciones: como objeto, como ley, como deseante.
Como deseante, porque si la madre no carga libidinalmente al niño, éste no se diferencia de ella. Por su parte la ley, es el espacio consensuado, el del lenguaje.
Lo Imaginario, es lo que mapea y organiza el cuerpo. Y es gracias a la intervención del otro, que esto se hace posible.
[3] Fobia. Pág. 5
[4] Fobia. Pág. 84
§  [5] Lacan J. (1995). Seminario: La Relación de Objeto.  Pág. 206. Paidós. Barcelona.

[6] Freud, S. (1909). Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans). Pág. 100 Obras Completas. Tomo X. Amorortu Ediciones. Buenos Aires – Madrid.

[7] Op cit.
[8] Op cit. Pág. 10