sábado, 12 de noviembre de 2011

sobre las “ESTABILIZACIONES EN LAS PSICOSIS”[1] (2011)



Al abordar la psicosis desde las enseñanzas de Lacan, nos dice el autor Laurent (1989), es necesario tener en cuenta que  entre los años 1936 y 1976 Lacan hace una reformulación acerca de este tema. Comienza en el año 36, con el estadio del espejo. Años más tarde, en 1946, encontramos el texto “Acerca de la causalidad psíquica”, en el que Lacan reordena su tesis anterior, y presenta la locura como límite de la libertad. En este texto, Lacan presenta a la locura y la articula, como identificación del ser con la libertad, de manea que en la psicosis el Ideal estaría ocupando el lugar de la infinitización de la libertad.
Pero si bien ya aparece el Ideal en este texto, es recién la preparación para el desarrollo que realizará posteriormente, en torno al esquema normal – esquema R -, hacia el esquema transformado en la psicosis – esquema I -, donde el Ideal del Yo ha ocupado el lugar del Otro. Es entonces en 1956 con su texto “Las Psicosis” (Seminario III), donde se retoman las ideas del trabajo anterior, explorando las psicosis, junto con la inclusión de la tesis del inconciente estructurado como lenguaje. El Ideal ya no es definido exclusivamente en elación a su función en el estadio del espejo, sino que se deduce de la estructura del Otro y en oposición a él.
Este texto, es un gran aporte para entender algunos fenómenos en las psicosis, que se encuentran del lado del desencadenamiento.
Este último término, fue introducido por Lacan en el contexto de las psicosis, y se adscribe a una posición discontinuista respecto a la psicosis, que la concibe en tanto la estructura del Otro se opone al Ideal. La discontinuidad estaría dada, en el hecho de que el significante es discontinuo, y se presenta esencialmente como diferencia y discontinuidad.
Esta presentación se tradujo entre otras cosas, en una nueva forma de pensar un tratamiento como por ejemplo, el texto de Serge Leclaire “En busca de un tratamiento psicoanalítico de las psicosis”. En él, la idea central es que si existe un déficit simbólico, la cura estaría del lado de lo imaginario. Por ejemplo en la esquizofrenia donde hay un déficit de lo imaginario, el tratamiento consistiría en proponer un exceso o una prótesis imaginaria con el fin de reconstruir una estructura. Por su parte en la paranoia donde por el contrario lo que se evidencia es un exceso de lo imaginario, se intentaría producir un vacío en lo imaginario y una prótesis simbólica.
En otra línea, se propusieron tratamientos orientados a restituir los límites del cuerpo esquizofrénico, es decir, inventarle un imaginario al psicótico, por medio del trabajo con barro por ejemplo, para modelar un cuerpo al sujeto.
Laurent (1989) critica estas líneas de trabajo, así como también califica de desastrosa la propuesta de Laplanche, quien sostuvo que si se trata de instaurar una prótesis simbólica al sujeto psicótico, el analista se presenta en el lugar del padre. Para Laurent (1989), habría una contradicción en esta concepción, ya que sería justamente esta situación de presentarse en el lugar del padre, lo que desencadena la psicosis.
Si bien la presentación de 1956 funciona bien en estos fenómenos de discontinuidad, quedan fuera las psicosis infantiles. Sin embargo lo relevante del planteamiento lacaniano, tiene relación con la intención de proponer un abordaje de las psicosis que permitiera desplazar el concepto de proyección. Este es un concepto esencial, ya que fue a partir de la identificación proyectiva, como mecanismo esquizoide, que se abrió un campo para la terapia de las psicosis, desde los planteamientos kleinianos. Estos sostenían que era posible manejar de alguna forma la transferencia en las psicosis.
Pero la proyección supone siempre un sujeto previo, que es la condición para proyectar algo. Es por eso que Lacan opone esta concepción, a una basada en la respuesta en lo real, a partir de un caso clínico expuesto en su texto de los Escritos la alucinación “marrana”. Cabe destacar que Lacan presenta este caso, con ciertas diferencias entre lo expuesto los años 56’ y 58’, período en el cual retoma ideas del texto de R. Jakobson “Shifters, verbal categories and the Russan verb”.
Lacan señala en 1956, que es el hombre que viene por el corredor frente a la paciente, quien introduce el mensaje, el “marrana” que nace en este enfrentamiento imaginario, por lo tanto no queda claro si fue emitido o pensado por la paciente o por el otro. Hay una confusión entre el sujeto y el otro. El Otro, no se encuentra en el circuito. Hay un cortocircuito en lo imaginario del sujeto y el otro con minúscula.
Este caso se trata de una psicosis declarada, paranoica. Y en el diálogo con ella, Lacan no buscaba un diagnóstico, sino los fenómenos elementales de esta psicosis. Qué hay que buscar en el diálogo con el sujeto psicótico? Lacan enfatiza en que no se trata de subrayar la temática o el sentido del delirio, sino de encontrar los fenómenos incidentales, aquellos que no son centrales desde la psiquiatría. Son estos pequeños fenómenos alucinatorios como el “marrana” donde surge un significante. La actitud, es buscar un elemento nuclear en la psicosis, que se presenta en torno a la producción de estos fenómenos elementales. Con esto Lacan presenta la estructura de las psicosis en función de estos trastornos del ciclo pregunta – respuesta. La pregunta esencial, dice Laurent citando a Lacan, es ¿quién soy yo? El sujeto psicótico articula su respuesta en el lugar mismo de la pregunta, desde lo real, y no con proyecciones.
Respecto al mismo caso del “marrana”, Lacan presenta las cosas de distinta manera en 1958. Hay una reformulación de la misma entrevista con al paciente. Para entender los matices y giros del abordaje que hace Lacan en este caso, resulta imposible omitir algunos pasajes del relato de Lacan y la entrevista realizada a la paciente.
En 1956 Lacan señala que la paciente le comentó que en el pasillo, “en el momento en que ella salía de su casa, se encontró con una especie de maleducado, hecho que no tenía por qué asombrarla, pues era ese malvado hombre casado que era el amante regular de una de sus vecinas de vida fácil” (Seminario III). Al pasar, ella prosigue todavía herida, “él le había dicho una palabra grosera”. Lacan destaca que la paciente intentaba demostrar algo. Probablemente su preocupación fundamental era no ser mal interpretada por el médico, hecho que ella daba por sentado. Entonces ella intentaba demostrar su buena intención, al tiempo que algo la hería, de modo que no podía silenciar este hecho. Una vez en confianza con Lacan, la paciente le confiesa que no es totalmente inocente, puesto que ella también le dijo algo al pasar “vengo del fiambrera”.
Para 1958 Lacan da una nueva mirada a la entrevista, señalando que este hombre implicado indirectamente en la situación, y en forma bastante borrosa, le había dicho a la paciente un término grosero “marrana”, frente a lo cual, dejando de lado el ejercicio de extrapolar el cerdo como una proyección, se le pegunta qué es lo que ella había podido decirse el instante anterior.
Entonces en esta reformulación de la entrevista, vemos que Lacan destaca el rechazo de la proyección, pero le dice a la paciente “Usted entonces piensa en un puerco”, y es ahí donde ella añade “vengo del fiambrero”. En un segundo momento, Lacan deja de lado esta proyección y presenta solamente la articulación con la respuesta “vengo del fiambrero” que se formuló en ella, dice Lacan, como algo que tapa y se presenta simultáneamente con la palabra en lo real.
Entonces esto da cuenta de una forma de proceder en el diálogo con el psicótico, sin referirse a una proyección, sino a “una respuesta que se articula en el lugar de la pregunta imposible de formular, la pregunta ¿Quién soy yo?”[2]. se tiene una guía además, para pensar la transferencia desde la perspectiva de una respuesta, y no desde la identificación proyectiva.
Podemos además, encontrar otra diferencia más. En 1956 Lacan se refiere al hombre que se encuentra con la paciente como un personaje destacado, mientras que en 1958, lo presenta como un sujeto borroso, alejando de ella.
También en 1956 Lacan habla de un delirio de vecindad, ya que el personaje central era la vecina de vida fácil. En este punto cabe aclarar que la acepción de vida fácil se utiliza por antinomia, puesto que se refiere más bien a un goce fácil. Y por cierto que entre estas dos puntuaciones, lo relevante es la ubicación del goce, desbordante, de esa mujer.
De esta manera se subraya la ubicación del objeto en esta alucinación, y se tiene una idea de que en la transferencia psicótica, el problema se planteará entonces, del lado del analista, puesto que será quien ocupe el lugar de vecino malo. la erotomanía de transferencia, aclara Laurent, es la articulación entre ese amor y ese goce malvado que puede ubicarse, en el caso de esta paciente, en el lugar del vecino.
En este ejemplo, la transferencia y la interpretación se ubican de manera diferente a aquella en la que se ubicaría si la consideráramos desde el concepto de proyección.
Por ejemplo, prosigue Laurent, H. Searles o Longs se opone a la teoría de la proyección, sosteniendo que la transferencia no sería una proyección, “sino una percepción adecuada de la realidad de la transferencia”[3]. Proponer la respuesta, nos da la idea de que no se trata de una percepción, aun cuando es verdad que algo se percibe, pero en este sentido lo que se percibe, es una respuesta de lo real, y o una proyección.
En textos posteriores, Lacan desarrolla algunas ideas acerca de la psicosis infantil. Pero en lo que respecta a la psicosis en adultos, cabe destacar la presentación sobre el Seminario Joyce en 1976. “El Síntoma” surge una nueva idea del yo como procedimiento de rendimiento en las psicosis, la fabricación de un yo por el psicótico mismo.
Joyce no presenta una psicosis propiamente tal desde el punto de vista clínico. Entonces el punto de interés era responder a la pregunta ¿cómo alguien que es definido como un loco de acuerdo a la definición lacaniana, para quien la función del padre está completamente rechazada, cómo explicar que no se evidencie en él la psicosis clínica y que solo sea su hija quien la presenta?. En este año, lacan presenta una nueva forma de repensar las formas de estabilizar las psicosis, con la fabricación del yo o. hay que recordar, que hasta 1956, la posibilidad de estabilización que se presentaba era la delirante, que consistía en el acto como lo que podía sostener, lo que podía ocupar el lugar de un punto de detención, que podría ser por ejemplo, un acto de agresión.
Ahora, volviendo al planteamiento de 1976 con respecto a la fabricación del yo o, Lacan dice que la elección del yo introduce una dimensión distinta a la del acto propuesta en 1946, estableciendo a partir del estudio de los casos de Aimée, con su acto agresivo, y de Schreber con su acto de defecar, - como puntos delirantes que producen una estabilización - una oposición entre lo que es por una parte la infinitización del sujeto, la dispersión en el infinito de su delirio, y la reunión del sujeto en el acto.
Es posible pensar retroactivamente desde los textos de Lacan, la nueva definición del acto, no solamente desde el punto de vista de la acción, sino como el momento en que el sujeto psicótico logra unificarse, y en el cual obtiene algo que lo desata de la cadena significante. Lo común de Aimée y Schreber, señala Laurent, no es solamente la acción, que es la separación de ese otro que los persigue, sino que se trata de un acto para que de una vez caiga ese Otro que vocifera. En ambos se produce la separación de la cadena significante. En el caso Schreber, el acto de defecar, se produce el silencio.
Esto nos recuerda que no estamos en el psicoanálisis para hablar, sino que, para que cuando terminemos de hablar, encontremos la paz de callarse. Al final encontramos el punto donde lo que hay no son palabras, sino respuestas. En el neurótico, es la respuesta del goce. Y en ese lugar, la justificación del tormento es hablar. Al final, ese algo, que no es significante, nos responde, pero con otro significante, reiniciando el ciclo infernal.
Esto nos remite a pensar en la introducción del síntoma. En esta nueva definición del síntoma, hay que tener presente que a partir de los años 70’s, Lacan destaca al significante no como ligado a otro significante, sino como el significante Uno. A partir de ello, el síntoma cambia de posición y la topología lacaniana es precisamente el revés de la lingüística. Esta última fue la que Lacan usó para explorar el lazo entre el S1 y el S2: la topología por su parte fue el instrumento que usó para explicar el significante solo.
Para terminar este análisis, cabe destacar que en la última enseñanza, Lacan articula el S1 y el a. es decir, que hay algo en el significante, que se presenta como el objeto a solo. Es esta contradicción, la que no nos permite pensar la interpretación y el objeto.
Lacan pensó la topología para presentar la función del Uno, y la dificultad en la producción de este Uno solo (S1) en el fin de un análisis. A partir de esta nueva idea, cabe preguntarse sobre los límites de las psicosis, y la cuestión de la infinitización del sujeto.


[1] (1989). Laurent, Eric. Estabilizaciones en las psicosis. Ed. Manantial. Argentina. Buenos Aires.

[2] Pág.15
[3] Pág.16

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