miércoles, 23 de septiembre de 2020

1. ¿Cómo resumirían las transformaciones en el campo religioso del Cono Sur según Béliveau, Mallimaci y Panotto, y qué relación tienen dichos procesos con los propios cambios dentro del ámbito socio-político?

 

Durante la conquista de los territorios del Cono Sur en el siglo XVI, se impone en Latinoamérica un modelo de cristiandad construyendo una esfera en la que Iglesia y Estado se superponen en funciones y en simbología.

 

Más adelante, el proceso independentista, debilita las estructuras de la Iglesia, pero no cambia sustancialmente los fundamentos de las relaciones entre los poderes civil y eclesiástico. A partir de la consolidación de los Estados nacionales, entre fines del siglo XIX y principios del XX, se afirma la separación entre las instancias política y religiosa en el plano institucional. Sin embargo, los Estados nacionales se erigen construyendo la esfera de lo público en detrimento de otros espacios institucionales. Se dictan normas tendientes a recortar la regulación eclesiástica sobre la sociedad y a colocar espacios sociales bajo la regulación estatal (Brasil, Argentina, Uruguay), en el contexto de un ideal Liberal.

 

Pero la religiosidad de las sociedades, continúa impregnada de catolicismo, en una modalidad de religiosidad popular, mezclada a veces con creencias autóctonas y poco controlada por la institución. En el sur de América Latina, la Iglesia no aplica homogéneamente el modelo parroquial de ocupación del territorio propuesto por el Concilio de Trento en el siglo XVI, y crece en los núcleos urbanos y en los espacios rurales, en forma desigual, considerados como demasiado vastos, despoblados y salvajes para justificar una inversión en personal eclesiástico. Así, entre la población rural y los habitantes de las periferias de las ciudades, se difunde una religiosidad que mezcla elementos católicos con creencias pre-colombinas y africanas.

 

En las décadas del 20’ al 30´, el modelo liberal de organización socio-política entra en crisis. El catolicismo integral propone un modelo de neo-cristiandad que es bien aceptado en la mayoría de los países del Cono Sur. Logra volverse hegemónico, siguiendo la línea propuesta por el Vaticano, y propone la ocupación del Estado y de la sociedad civil a partir de diferentes movimientos: por un lado, se consolidan y difunden las organizaciones laicas (como la Acción Católica), con el objetivo de formar cuadros dirigentes católicos capaces de ocupar espacios sindicales, políticos, universitarios; la iconografía religiosa se reproduce en el espacio urbano y en los edificios públicos (crucifijos en hospitales y en las aulas de las escuelas, imágenes de vírgenes en tribunales, ministerios y comisarías).

 

Es decir, la Iglesia católica se vuelve una referencia ineludible al legitimar políticas públicas, tejiendo con el poder político y con otros actores, como las Fuerzas Armadas y en ocasiones los sindicatos, alianzas que la posicionan en lugares de influencia respecto de los poderes estatales. Conviven en este proceso lógicas co-presentes en combinaciones variadas en las mismas situaciones, que generan formas de creencia (y de increencia) tradicionales, asociadas con religiosidades centradas en el individuo y con construcciones institucionales racionalizadas.

Visita a la Mezquita, diálogo interreligioso

 

Una de las partes esenciales del diálogo, es la escucha. Escuchar, no es solamente identificar las palabras, sino que hacerlo con todos los sentidos. Y es así que, en algunos lugares, quizás por la familiaridad, o tal vez por el formato, nos resulta más fácil, y menos perceptible este ejercicio. Cuando entramos a una iglesia católica, vemos los símbolos como estatuas, cruces, entre otros… lo mismo en otras iglesias donde hay otras representaciones, o no las hay… y en todas podemos darnos la vuelta e irnos fácilmente. Pero esta vez hemos vivido una experiencia distinta. En la visita realizada a una Mezquita, junto con mis compañeros del diplomado en diálogo interreligioso, sentí que nos sumergíamos en una atmósfera distinta. Llegué con actitud de apertura, es decir, dispuesta a escuchar y vivir lo que se me invitaba a conocer. Esto contrastaba con la ansiedad de otras personas, que suponían sería difícil para las mujeres vestirse con bata y pañuelo, para poder entrar a la zona de oración.

Salía a la luz, toda una carga de ideas, interrogantes e imágenes estilo noticiero de guerra, en estas personas que escuchaban mi experiencia. Pero no fue así. Fuimos gratamente acogidas, escuchadas… nos dieron respuesta   todas las interrogantes que tuvimos. Y poco a poco se fue deshilvanando la historia, las costumbres, sus creencias, que giran en torno al respeto por el otro…y pensaba que quizás no éramos tan distintos, aunque no fuese a profesar la misma religión en el futuro. Había una filosofía de paz, de creer en algo, de trabajar por sus ideales, y parecía que más bien la diferencia era de forma más que de fondo. Y dentro de su religión, como todo, había diferencias en sus prácticas y en la interpretación del Corán. Podría decir, que creo en dios, cuando paso por experiencias como ésta, donde me nutro de la diferencia, y me siento aceptada por ese otro. Así me pregunto, qué escuchará nuestro querido compañero de nosotros, de mí, recuerdo la cordialidad con que nos recibió, y su evidente interés por no hacernos sentir incómodas. Hemos sido invitados a su lugar sagrado, y soy, ante todos, tan alejada de las prácticas religiosas, que desde la otra vereda, soy esa otra diferente, pagana, pero escuchando, desde dentro, desde la contención de las telas que me cubrían, y agradeciendo haber estado ahí. Cada escucha nos cambia, y así cambiamos el mundo que nos rodea. Sé, que mi sólo relato ha cambiado la imagen de esta religión en algunas personas. Es lo que puedo hacer por generar un mundo más amable. Una persona a la vez, y sin quitarles sus creencias.

También me preguntaba cómo habría sido la experiencia de mi compañera. Éramos solamente dos mujeres. Ella es cristiana, y con seguridad tendría una vivencia completamente diferente a la mía. Entonces hemos querido dejar acá nuestro testimonio, y ella relata lo siguiente:

Para los cristianos el apóstol Pablo es un gran referente en la obra evangelística, era un hombre valiente, constante, no había dudas de que Dios estaba con él y se hacía manifiesto a través de los milagros realizados en los distintos lugares que visito, era sin duda, un hombre con autoridad de Dios, y una de las características que en lo personal me llaman mucho la atención y admiro del apóstol, es su capacidad de diálogo, y esto es visible cuando el mismo expresa que se ha dirigido a cada cual entendiendo y empatizando con aquellos a quienes ha predicado, con el Judío se ha hecho Judío, con los que están sujetos a la ley, como si también lo estuviera…, con el débil se ha hecho débil …etc. (1 Cor. 9:20-23). Menciono esto porque la gran comisión es “Id y haced discípulos a todas las naciones…”, pero esto implica dialogar con el otro y para que el dialogo sea real y efectivo, implica necesariamente conocer al otro, y el conocer implica a su vez ponernos en el lugar del otro, sentir como el otro, mirar al otro como nuestro prójimo, con amor, con respeto a su principios y accionar, sin ver en esto una amenaza a nuestra fe.

La visita a la Mezquita me hacía pensar sobre la relevancia que adquiere el ser capaces de dialogar en medio de la diversidad, sintiéndonos confrontados en el dialogo pero manteniendo integra nuestras convicciones.