martes, 28 de agosto de 2012

El malestar en la cultura hoy



1.         Introducción

Lo psicopatológico es algo con lo que convivimos constantemente. Lo miramos una y otra vez, sin verlo realmente, por su misma cotidianeidad. Y a través de los siglos se ha estudiado, cuestionado, relativizado su contenido, por lo que se podría suponer que ya no hay nada nuevo que decir, o descubrir. Efectivamente, en el presente trabajo tomaremos postulados ya establecidos, puesto que la intención no es la de descubrir nuevos conceptos ni conocimientos, sino tomar una postura crítica de las ideas de los autores leídos, y hacer un esbozo del sujeto frente al cual nos estaríamos encontrando en la actualidad.
Cómo se constituye este sujeto, qué características tiene, cómo vive el malestar en la cultura?  Suponemos de antemano, que existe un malestar inherente a la condición de sujeto, y que de alguna forma se transfiere también a la vida en comunidad. A su vez, esta misma condición de sujeto gregario nos limita, al tiempo que no nos es posible vivir en soledad. Sabemos de antemano que las respuestas o ideas delineadas serán todas extremadamente subjetivas, y en parte, no podría ser de otra manera. Se trata de sacarle una radiografía a nuestro tiempo, desde nuestra propia óptica.
Esta discusión sobre el tránsito e la vida psíquica el sujeto hacia la cultura, puede resultar tan atrayente, que es un tema que siembre nos convoca a la reflexión, aun cuando se considere que no lo amerita. Qué sentido tiene cuestionarse acerca de nuestra subjetividad como un tema que al parecer resulta intangible, y que en el contexto de lo cuantificable, e incluso bajo el concepto e capital humano no se traduce aparentemente en resultados concretos y numéricos? Podemos pensar, que encontraremos que la estadística de los cuadros depresivos de la población chilena disminuirán con una nueva mirada y un novedoso abordaje de tal síntoma cultural? Definitivamente estas son las respuestas que no encontraremos en esta reflexión.

1.1       Por qué el sujeto enferma desde el punto de vista psicopatológico?

Un camino de reflexión posible, es pensar que hay un malestar en la cultura que lo enferma. Hay algo del sujeto que va en contra de las pretensiones de lograr la paz, la felicidad, etc., de la cultura. Por otro lado, ésta no brinda el soporte necesario para que el sujeto pueda expresar y hacer lo que quiere. ¿Pero cómo se llega a eso? Para dar respuesta a esta interrogante, se hace necesario por una parte, comprender qué se entiende por psicopatológico. En este sentido, resulta interesante la definición de enfermedad mental que nos da Laplantine (1979) “… una tentativa desesperada de reorganización de la personalidad, pero que siempre se efectúa en detrimento del Yo, el cual no puede ya cumplir su doble misión diferenciadora de individuación y de socialización. En individuo se encuentra acorralado contra defensas funcionalmente costosas.”[1] En esta tentativa fallida, las pulsiones despojadas de cargas afectivas regresan al estado libre, invadiendo el campo psicológico y cultural desestructurado. Por lo tanto, en este proceso el sujeto se deshumaniza y a la vez se desocializa, ya que toda sociedad tiene en principio, un sistema de defensas para el Yo, puesto que si estuviese completamente al servicio del súper yo o del ello, la cultura dependería a desaparecer.
El autor agrega que la enfermedad mental, además es una deculturación. Esto quiere decir, que surge a partir del despojo del contenido cultural de los materiales culturales (por ejemplo, cuando un auto deja de ser lo que es, rueda, puerta, etc. Y pasa a ser un objeto de culto), lo cual se puede producir por ejemplo, en la lógica de un mundo cerrado donde la ambivalencia de lo simbólico ya no habla, siendo negado a favor de un sistema que ya no nos remite a ningún mito. Es a partir de la idea de que la enfermedad mental es una deculturación, nos dice el autor, que se puede entones, que se la puede pensar como una enfermedad de la des-simbolización, la que si se lleva al exceso, “puede conducir a los sujetos a elaborar rituales vacíos de significación cultural, y a que las sociedades destruyan los fundamentos mismos de su propia existencia”.[2]
De esta concepción también se desprende, que las culturas como tal, pudiendo caracterizarlas como un sistema que también puede estar más o menos psicotizada o neurótica en su conjunto. Laplantine sostiene que una sociedad se hunde en una enfermedad mental cuando:
1.      Los mecanismos de la aculturación son excesivamente violentos y brutales, ya que al no permitir nada más, la cultura se autoasfixia.
2.      Cuando los mecanismos de defensa utilizados en contra de la acultración, muestran demasiado celo y se tornan colectivamente delirantes, ya que al pretender evitar a toda costa que los individuos se angustien con la realidad, se corre el riesgo de percibirla finalmente.
Se podría decir, que no es posible llegar a la cultura si no es por medio de esta misma, lo cual conduce a pensar que dado el carácter deculturante de la cultura, tendemos a convertirnos en el enemigo de nuestra propia sociedad. Es decir, nos convertimos a su vez, en enemigos de nosotros mismos.
Si bien es cierto, a partir de los estudios etnológicos y antropológicos pareciera que en las sociedades primitivas no hubiera patologías mentales, Laplantine señala que sería un error pensar que no existen. Más bien lo que ocurre, es que hay culturas tradicionales, que tienen una “orientación terapéutica”, dado que favorecen la inserción del individuo en su grupo, ya que por medio de una comunicación constante (entre cantos, danzas, juegos, etc.), liberan emociones y tensiones que habitualmente tenemos reprimidas. Constituyen además, manifestaciones religiosas usualmente fundadas en el optimismo y la confianza en la vida. Esto no quiere decir que dichas sociedades no tengan conflictos. La intensidad de angustia que sienten los miembros de estas sociedades, resulta igualmente intensa que la de nosotros, cuando nos encontramos frente a la adversidad de un algo sobrenatural que no logramos nunca dominar, o frente a los deseos considerados nocivos dentro de una tribu vecina. Estos factores, señala el autor, favorecerían estados de sobreexitación patológica, los cuales no por ser aceptados culturalmente dejan de ser patológicos. Un segund error, completamente inversa al anterior, consiste en reducir a comportamientos neuróticos, la aparente absurdidad de los sistemas religiosos, de los rituales de brujería y las prácticas terapéuticas. Desde una antropología racionalista, el pensamiento médico -  mágico de los “primitivos”, damos por hecho que existe en alguna parte una realidad ideal y crear “valores verdaderos”. Creemos que somos más autónomos y conscientes que los “primitivos” a quienes vemos enredados en sus “supersticiones” e “ilusiones”. Sin embargo, nos dice el autor, con esto corremos el riesgo de no darnos cuenta que tras esos sistemas míticos y mágicos, subyace finalmente, la misma lógica del racionalismo que funda el sistema tradicional del humanismo occidental.

LO PATOLÓGICO Y LO SAGADO EN LAS SOCIEDADES TRADICIONALES
Los diferentes procesos de la enfermedad mental, así como también los diferentes medios por los cuales se intenta curar, se inscriben siempre, en las sociedades tradicionales, al interior de representaciones colectivas que se encuentran en la categoría de lo sagrado. Ya sea que las manifestaciones patológicas sean valorizadas como algo positivo o no, son ante todo, percibidas como epifanías. En estas condiciones el diagnóstico consiste en identificar al espíritu que se manifiesta por medio de los síntomas del enfermo. Y antes que curar al enfermo, lo que interesa es reunirse con lo sagrado, tratando por medio del diálogo, determinar por qué le ha tocado la experiencia a dicho enfermo y no a otro (Laplantine, 1979).
Esta comprensión etiológica de la enfermedad mental, , nos dice Laplantine, forma parte de un sistema coherente que funda toda concepción de existencia, y no se podría afirmar que es menos científica que la psiquiatría occidental, puesto que lo que ha hecho la psiquiatría, es traducir el lenguaje de los mitos a otros lenguajes menos angustiantes y más comprensibles para nuestra mentalidad. Las explicaciones que encontramos acerca del origen de las enfermedades, entonces, en una y otra cultura, tiene relación con lo que la cultura desde la cual se mira la enfermedad, ha preestructurado como modelo susceptible de ser apreendido por ésta, respecto de las manifestaciones de felicidad o desgracia.
Lo importante de rescatar de las ideas expuestas por Laplantine (1979), es que las patologías mentales se encuentran presentes en todas las sociedades. Lo que difiere, son las maneras de ser vividas, abordadas, interpretadas por la sociedad en la cual se dan. Y lo común a todas las culturas, es que es una situación en la cual se corta o dificulta la comunicación con el resto de los individuos, y produce un enorme malestar al sujeto que la padece.
Se entiende por otro lado entonces, que el malestar cultural no es propio de la época en que Freud analiza, y es concordante con las ideas que expone acerca del origen de dicho malestar. En sus textos, Freud, establece una relación entre sujeto y cultura.
En Tótem y Tabú, el autor inicia su reflexión a partir de los estudios arqueológicos, etnológicos y antropológicos del desarrollo del ser humano. Del hombre prehistórico, nos dice, quedan monumentos inanimados, mitos, cuentos tradicionales, usos y costumbres. Pero además, podemos ver que nosotros mismos somos de alguna manera contemporáneos a esos hombres del pasado, a los llamados pueblos salvajes y semisalvajes, cuya vida anímica vendría a ser, según el autor, el estadio previo de nuestro propio desarrollo. A partir de este estudio, Freud establece una analogía entre la vida psíquica de estos pueblos, con la psicología del neurótico.
Para ello estudia y describe la vida de tribus australianas, las cuales se separan en clanes. Cada una de ellas, tiene un Tótem. Este elemento cobra una importancia vital para adentrarse en la topografía psíquica que Freud intenta transmitir en sus escritos. El tótem, nos dice, es generalmente un animal comestible e inofensivo, o peligroso y temido. Es además, el antepasado de la estirpe, espíritu guardián y auxiliador, que entrega oráculos. Este antepasado conoce a sus hijos y es benévolo con ellos. Por su parte, los miembros del clan tienen la obligación de no matar ni comerse a su tótem, so pena de castigo. Se realizan ceremonias para celebrarlo, y si bien el tótem no está ligado a un lugar o un suelo, este convive con todos los sujetos, los cuales tienen en común, la prohibición de no tener relaciones sexuales entre ellos. Cabe señalar, que Freud hace una analogía de este proceso, con el de la constitución psíquica del individuo, por lo cual estos mismos acontecimientos se desarrollarían en la etapa primaria infantil, con relación a la separación del infante de su madre y del mundo, en tanto al separarse del pecho materno, nos enfrentamos a la primera sensación de no – completud, como una primera experiencia diría Rey – Flaud (2005) comentando la obra freudiana, de castración, similar a la de los hijos que han asesinado al padre de la horda primitiva.
Para entender la lógica de la hipótesis que planteará Freud en estos escritos, también es necesario exponer qué entiende por Tabú. Freud lo define como lo sagrado, lo ominoso, lo peligroso, prohibido, impuro. Así, el tabú se expresa en limitaciones y prohibiciones. Estas carecen de fundamentación, se desconoce su origen, son incomprensibles, y se perciben como algo natural para quienes están bajo su influjo. Entonces en torno al tótem tendríamos dos tabúes fundamentales, a saber, la prohibición de no matar (ni comer) al tótem, y no tener relaciones endogámicas. Estas prohibiciones, operan de manera intensa e inconsciente en el sujeto. El que se atreve a violar un tabú, nos dice Freud, se vuelve él mismo tabú, ya que cabe la posibilidad de que ese sujeto tenga la habilidad para llevar a otros a hacer lo mismo, cuestión que provoca envidia. Es decir que de estas mociones inconcientes desde las cuales opera el tabú, al momento de ser violadas, las consecuencias sociales de imitación y daño hacia otras personas, pasan a formar mociones concientes, y pueden dañar seriamente el lazo social.
Entonces se hace necesario realizar una renuncia, por la preservación de la unidad social. El tótem, se vuelve en un punto de articulación y organización de la vida social, ya que implica establecer normas de convivencia entre los miembros de una cultura.
En las ceremonias totémicas sin embargo, se ejecuta lo prohibido comiéndose la carne del tótem, tras lo cual se realizan manifestaciones de culpa y dolor por su muerte. Sin embargo a ello le sigue una celebración llena de excesos, que al decir de Freud, podría representar el hecho de haber devorado su vitalidad y sus poderes.
El banquete totémico, podría entonces ser asimilado a la vida psíquica del sujeto, en tanto lo que se asesina psíquicamente, es el padre. Un día, nos relata Freud, “los hermanos expulsados se aliaron y mataron, y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna. [3] A partir de este hecho, Freud plantea como hipótesis fundamental, que es desde un acto – de asesinato del padre –se funda la cultura.
La muerte del padre, tiene ribetes imaginarios. Es a través de este acto que los hijos trascienden más allá de un amo absoluto. Renuncian a un padre idealizado y a la posesión de la madre. Se instala el tabú del incesto.
Los hijos sintieron culpa y crearon un animal totémico, como sustituto del padre asesinado, como algo simbólico que viene a cubrir y dar sentido al acto cometido. Un símbolo, que tiene que ver con la muerte.
Cuáles son los efectos? El sujeto se vio obligado a dar ofrendas y sacrificios a este padre muerto. Estas cumplen una función, que es la de poner un orden finito a este Otro que es el padre.
Lacan se pregunta qué es lo que diferencia a la horda humana de la animal? Según Lacan, nos diferencia la impronta del lenguaje. En el reino animal no quedan huellas cuando se mata. En los humanos sí, queda el tótem con sus características simbólicas.
El hombre tiene sentido de su muerte. Y sus hijos se vieron confrontados a su propia muerte; también ellos pueden morir. Esa muerte que es terrible, pero necesaria para que haya cultura, es además, la que constituye al sujeto mismo. Este padre muerto se ubica en tanto tótem, en el Otro. Y ese Otro en tanto padre muerto, revela la prohibición del sujeto incestuoso. Ya no puede desear cualquier cosa. El sujeto queda en situación de eximio, por lo cual, no tiene otra opción que añorar lo que se perdió.
Es importante rescatar la idea de que a partir del asesinato del padre, con la constitución del sujeto, se ha instalado también la añoranza de lo perdido… la posibilidad de acceder a todo, ausencia de la prohibición del incesto. Es el comienzo de lo perdido, del malestar que conlleva constituirse como sujeto. Ha nacido la falta.

1.2.      El sujeto en la cultura

Junto con el surgimiento del sujeto como lo conocemos, nace también la cultura. En El Malestar en la cultura,  Freud desarrolla como hipótesis, que hay una desgarradura del lazo social y el sujeto. Hay algo del sujeto que va a contra mano de la cultura, y algo de ésta, que atenta contra el ser humano. Freud da cuenta de una tensión entre lo que el sujeto quiere, y lo que le impone la cultura, la cual ejerce una coerción sobre el individuo. Este “paga” la inclusión en la cultura y la posibilidad de vivir en comunidad, con la restricción de sus deseos. Es por ello que el malestar es consustancial al hecho de vivir en comunidad.
Por eso cabe preguntarse si actualmente estamos frente al mismo malestar que hace 100 años, si es que afirmamos que existe dicho malestar. Si es así, de qué tipo de malestar estamos hablando?, ¿Qué aspectos caracterizan este malestar?  En Freud era la histeria. Es el mismo en esos momentos? O habrá otras patologías que dan cuenta del malestar contemporáneo?
Desde lo que se observa en la clínica, podríamos decir que actualmente estamos frente a muchos cuadros narcisistas, a diversas formas sociales de evitar el dolor, sintomatología física y psíquica vaga. Hace 30 años (Soca, 2012) la gente consultaba por depresión. Hoy en día los pacientes preguntan porque no saben lo que les pasa.
Esta vaguedad sintomatológica, da cuenta de una posición del sujeto contemporáneo que no se encuentra claramente anclado. Hace 50 años atrás, había parámetros tales como la religión, las ideologías. Pero ante la caída del muro de Berlín, se patentizó la caída de los ideales. Junto con ello, la institución paterna está cuestionada, pero no en el sentido de si está bien o mal, sino que nos encontramos ante formas diferentes, aun cuando estas no quedan claras.
Podemos ver también, que hay una pérdida de sentido, de sentido existencial, una crisis que da cuenta, desde el psicoanálisis de un malestar en el sujeto, y que se expresa en lo físico, produciéndose un aumento en los índices de depresión, en los casos de colon irritable, entre otros síntomas.
En otro plano, en su relación con el entorno, podemos suponer que el sujeto se encuentra “prendido” de los objetos culturales del momento, como por ejemplo los audífonos, que atrapan al sujeto y lo aísla de los demás. Otros objetos capitalinos, resultan ser altamente desechables y además, hay una sobre abundancia de ellos. Y el sujeto no puede dejar de consumir. Estos sujetos se convierten en amos. Es decir, son desechables, pero inmediatamente son cambiados por otros, o renovados, lo que en definitiva no deja espacio a la sensación de pérdida. El hombre parece tener una dificultad estructural para aceptar dichas pérdidas. Entonces no queda claro en primera instancia quién consume a quién, si el sujeto al objeto o viceversa. Pero en un segundo momento pareciera más bien que es el objeto el que consume al sujeto, puesto que se evidencia una dificultad de hacer lazo social, quedándose cada vez más, en esta relación cerrada sujeto/objeto. Cuando vemos a un sujeto enfrentado a otro, aparece una especie de funcionalidad en la relación. Y nos encontramos con ese otro, no porque sea de una determinada forma, sino porque nos “sirve” o nos conviene.
Esta dificultad, también está enlazada con la caída del padre, de la autoridad tal como la concebimos en un sentido tradicional. Pero como se dijo anteriormente, no se trata de que ya no esté, o el ideal paterno de otras épocas haya sido mejor, más sólido, más imponente, etc., sino que se trata de la configuración de otras formas de paternidad.
Es así como en esta transición, se están produciendo manifestaciones de nuevas patologías al acto, dado que la representación simbólica como mecanismo psíquico ya no es tan efectiva. Así nos encontramos con anorexias, consumo compulsivo, entre otras manifestaciones. Otras manifestaciones de esto, son las enfermedades psicosomáticas tales como las alergias por ejemplo. El cuerpo habla y muestra el malestar que siente en sujeto, dando cuenta de esta falta de envoltura psíquica que tiene, y que lo deja más indefenso y expuesto a la modernidad. Pero esta es una mirada posible.
Ahora bien, todos estos puntos expuestos, dan cuenta del sujeto de nuestra actualidad, de sus características y su funcionamiento. Ello, en respuesta en parte, al malestar que siente en su contexto cultural, por lo cual podría decirse que si bien las manifestaciones de dicho malestar son diferentes a las de hace un siglo atrás, la hipótesis de Freud, continua vigente.
Pero en primera instancia se podría suponer, que el malestar no está inicialmente en la cultura, sino que constituye al sujeto. La falta, la angustia son parte del sujeto, por lo que podría decirse que la cultura no es causante de su malestar, sino que este malestar se da en el sujeto ontológicamente, y en la articulación con la cultura. Es posible pensar que la cultura no solamente limita la felicidad del sujeto, sino que es asimismo el reflejo y manifestación de su propia falta?
Porque si bien es cierto Freud inicia sus aportes teóricos desde la teoría de las pulsiones, y agencia al desarrollo cultural a la presencia de Eros y muerte, pulsión de vida y de destrucción, pensando un paso más atrás, si no existiera la cultura, el malestar se encontraría presente de todas maneras en el sujeto, desde el momento en que se constituye como tal.
Cuál sería la relevancia de cuestionarse la vigencia de los postulados freudianos acerca del malestar en la cultura y de la forma en que actualmente se vive? La reflexión acerca de lo patológico está inserta en esta discusión, en tanto se pretende no caer en la idea dicotomizante de lo bueno y lo malo, lo normal y lo anormal, sino comprender la subjetividad de los seres humanos en su contexto cultural. Ello tiene implicancias en el ejercicio de nuestra profesión como psicólogos, dado que somos constantemente convocados a dar una opinión, a realizar informes, a definir una mirada específica respecto a un paciente, a una organización y en todo lo que realizamos laboralmente, lo cual trae consecuencias prácticas y concretas en este ámbito, y para las personas sobre las cuales recaen los diagnósticos, o las que son pacientes y atendemos. De alguna manera, todo lo que hagamos, se permea de estos supuestos y reflexiones, aun cuando no sea algo que pensemos de manera consciente en forma permanente.


2.      Bibliografía

·         Freud, S. (1913-1914). El malestar en la cultura. Amorrortu editores. Vol.XXI. Buenos Aires.
·         Freud, S. (1913-1914). Tótem y tabú y otras obras. Pág. 143. Amorrortu editores. Vol. XIII. Buenos Aires.
·         Laplantine, F. (1979). La Etnopsiquiatría. Gedisa Editorial, Barcelona.
·         Le Rider, J.; Michel, P.; Raulet, G.; Rey – Flaud, H. (2005). Sobre El Malestar en la Cultura de Sigmund Freud. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. Argentina.
·         Reik, T.; Saal, F.; Aparicio, A.; Braunstein, N.; Rozitchner, L.; Castilla, C. A Medio Siglo del Malestar en la Cultura. Ed. Siglo XXI. Bogotá. Colombia.
·         Soca, J.J. Cátedra de Psicopatología del lazo social. (2012). UAHC.


[1] Laplantine, F. (1979). La Etnopsiquiatría. Pág. 79.
[2] Laplantine, F. (1979). La Etnopsiquiatría. Pàg. 81.
[3] Freud, S. (1913-1914). Tótem y tabú y otras obras. Pág. 143. 

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