lunes, 20 de junio de 2011

El mito individual del neurótico

Texto:

· Jacques - Alain Miller, El mito individual del neurótico, en “Intervenciones y textos”, Lacan, Jacques, Ed. Manantial

En el presente texto, se habla sobre el mito individual del neurótico. Para desarrollar el tema, es necesario hablar sobre el mito, el cual está dado por un sistema cuaternario. Estos elementos van apareciendo en el análisis, por medio del mito, como si éste fuera un vehículo a través del cual se hace posible la expresión de la verdad, de los fantasmas. De esta manera, lo simbólico es establecido por medio de la palabra. la cual, agrega Millar, sólo puede expresar la verdad, de modo mítico. En este sentido, es posible afirmar que aquello en lo cual la teoría analítica concretiza la relación intersubjetiva, es decir el complejo de Edipo, tiene un valor de mito.

Para graficar esta idea, Miller expone dos ejemplos de experiencias analíticas, que permitirán ver que la teoría analítica está supeditada por el conflicto fundamental, donde el sujeto, vincula un valor simbólico, con la rivalidad con el padre. Pero esto, se encuentra siempre en función de una degradación concreta, en la manifestación social ya sea latente, o patente. Esta relación objetivada, que es el mito, expresa de un modo imaginario las relaciones fundamentales características del sujeto, en una época determinada. Es la manifestación social con o sin sentido, de esa manera de ser. Y resulta indudable, para este autor, que es posible reencontrar su función en la vivencia del neurótico. Mediante el análisis, sería posible modificar las estructuras del mito, que tienen relación con la rivalidad, con la figura paterna. Lo que no sería posible, es hacer desaparecer el mito ya que el neurótico se vive a través de éste. El mito, es una función simbólica, que media entre el sujeto y lo simbólico.

El primer ejemplo es un caso expuesto por Freud; “el Hombre de las ratas”. Es un caso de neurosis obsesiva particularmente interesante, que toma su nombre de un fantasma que, en la psicología de su crisis, tiene una función de desencadenamiento. La escucha del relato de un suplicio, actualiza los temas de la neurosis del sujeto, y le causa angustia. Este fantasma, resulta esencial para la teoría del determinismo de la neurosis.

En el caso de este sujeto, las relaciones familiares que estructuraron la unión de sus padres, tienen una relación precisa y definible por medio de una fórmula de transformación, con lo que aparece como más fantasmático, a saber, el estado último de su desarrollo obsesivo, que se evidencia mediante la crisis.

En principio, el relato va apareciendo en el análisis, sin que el sujeto lo vincule con lo que le sucede en el momento actual, y sin embargo, para el analista es clara la vinculación que existe entre estas dos instancias. Es precisamente este argumento fantasmático, que se presenta como pequeño drama, el supuesto acontecimiento que aqueja al sujeto (la necesidad imperiosa de cumplir un juramento), la manifestación del mito individual del neurótico. Este refleja la relación inaugural entre el padre, la madre y el amigo del pasado, del cual se habla en la narración. En el relato del sujeto, es relevante con quién se casó el padre, y con quién se quería casar. Así mismo, el hecho de tener una carrera militar, y de haber tenido problemas económicos de juego, junto a una deuda nunca pagada, son elementos que van configurando la historia pasada del sujeto. Pero esta situación es dilucidada por el valor subjetivo que ha tenido de ella el sujeto, y no de un modo fáctico.

Es entonces en torno a la idea de la deuda, que la crisis se desencadena. Así, el sujeto se impone el deber de pagar el dinero, pero bajo condiciones muy específicas. Y tantos fantasmas, producen el sujeto, una construcción delirante; está lleno de temores.

Lo que no ha sido resuelto, se reproduce de alguna manera eternamente en otras situaciones. En la situación del sujeto, hay en la situación original una doble deuda, que no ha sido resuelta. Por un lado existe una frustración, una castración del padre, y por otro lado, hay una deuda social no resuelta por el incumplimiento de una deuda. La situación presenta una suerte de diplopía. Es decir, que el elemento de la deuda se encuentra en dos planos a la vez. La imposibilidad de juntar estos planos, es lo que produce el drama en el neurótico, ya que nunca logra cerrar el ciclo.

En el trabajo de análisis, donde éste toma el lugar del Otro (del amigo), el mito y el fantasma se reúnen, siendo potenciada esta situación por la relación del sujeto con el analista, y por medio de las identificaciones, se hace posible la modificación de las estructuras del mito.

Lo que se ve en la realidad clínica, puntualiza el autor, es una situación de cuarteto que se renueva constantemente, y que coexiste en varios planos (es lo fantasmático). De manera esquemática, hay que precisar que el sujeto es de sexo masculino, y que por lo tanto se hace necesaria la asunción de su propia función tanto viril, como en su trabajo, en pos de su equilibrio psíquico y moral. La otra exigencia, es permitirse un goce pacífico y unívoco del objeto sexual. Pero estas circunstancias se ven impedidas ya que el objeto (sexual) se desdobla; se desplaza. Por otra parte, el neurótico obsesivo se esfuerza (inconscientemente) en seguir una identificación del orden de lo moral, intentando cumplir a como dé lugar, con su función social. En este caso, lo que está en juego es el pago de la deuda. Entonces el neurótico necesita de otro personaje, que lo represente en el mundo. Pero el sujeto, se siente excluido, sin poder asumir sus particularidades y contingencias.

Es bajo esta forma de desdoblamiento donde se encuentra el drama del neurótico. En relación a éste, las formas míticas adquieren valor, cuya forma ha sido mostrada en los fantasmas, pero también puede darse en los sueños.

El segundo ejemplo expuesto en este texto, consiste en una historia de Goethe, donde la noción de sustitución se expone en historias y justificaciones que no son más que formas racionalizadas que encubren la fuga ante el objeto deseado. Nuevamente se ve el desdoblamiento del sujeto, su alienación consigo mismo y lo que tiene que hacer para encontrar un sustituto sobre el cual recaigan las amenazas. De esta manera, se vería imposibilitado de alcanzar la meta. Cierto acontecimiento en la vida de Goethe, es tomado como una prohibición, que le impide acercarse a las mujeres. De esta manera, externaliza una imposición que en realidad está destinada a alejarlo del objeto deseado. De esta manera, la única forma de aproximarse a la mujer, es representando a otro. Es un neurótico, y aquí su incapacidad para enfrentarse directamente a la realidad, la manifiesta encubriéndose tras sus disfraces.

A partir de estos dos ejemplos, Miller plantea que todo el esquema del Edipo debe ser criticado. En los neuróticos, el sistema cuaternario tiene una estructura distinta, a la que se da normalmente: “el deseo incestuoso por la madre, la interdicción del padre, sus efectos de barrera y alrededor”, la proliferación de síntomas.

Dentro de este esquema, se introduce un cuarto elemento. Pero para entenderlo en su contexto, es necesario plantear primeramente, que la situación más normativizante de la situación vivida por el sujeto, en la familia conyugal, se vincula con el hecho de que el padre es la función simbólica, que concentra estructuras culturalmente determinados y fundados, del amor de la madre, y por medio del discurso de ella. La función del padre supone una relación simbólica, que recubre lo real. Sin embargo este recubrimiento es inaprehensible en una sociedad como la nuestra, donde el padre es un padre carente; siempre hay discordancia entre el padre real y la función simbólica. Es este contexto, lo que le da valor al complejo de Edipo que frecuentemente, tiene un efecto patógeno, punto en el cual Lacan difiere con la idea freudiana, que plantea que el complejo de Edipo sería normativizante. Pero lo que nos hace comprender de lo que se trata la estructura cuaternaria, agrega Miller, es la relación narcisística.

La relación narcisista es la experiencia fundamental del desarrollo imaginario del ser humano. La experiencia del yo (moi), es decisiva en la constitución del sujeto. Inicialmente el yo es vivido por el sujeto, como algo que le es ajeno a sí mismo. En el estadio del espejo, el sujeto percibe en un primer tiempo, la imagen como un todo, sin reconocerse a sí mismo como tal, ya que además, sus funciones motrices y afectivas no están completamente desarrolladas en este período, que bordea los seis meses de edad. El sujeto se vive como un ser incompleto, lo que hace que en todas sus relaciones imaginarias, se manifieste una experiencia de muerte. Esta sería constitutiva de la condición humana, pero se hace especialmente manifiesta en el neurótico.

El autor agrega, que si el padre imaginario y simbólico están diferenciados, no sólo se debe a las razones estructurales expuestas, sino también, a la historia y contingencia particular de cada sujeto, especialmente en los neuróticos, donde volvemos a encontrar el cuarteto mítico desplazado en diferentes personajes de la vida del sujeto, formando parte de la leyenda familiar, en forma actualizada. Reconocer este punto, es central para la cura del sujeto.

Entonces ahora sí, se introduce el cuarto elemento, que es la muerte. Basándose en Hegel, se plantea que para que la dialéctica de lucha a muerte pueda tomar su punto de partida, se preciso que la muerte no sea realizada, sino solamente imaginada. En efecto, en la relación narcisista la muerte es imaginaria e imaginada. ¿Quién nos reconocería, si eliminamos verdaderamente al otro? Es necesario que el adversario permanezca. Esta relación se introduce en el drama edípico, y es ella la que aparece en la formación del neurótico, pero que además, es la actitud existencial característica del hombre moderno. La muerte cumple una función mediadora entre lo simbólico y lo real.

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