domingo, 19 de junio de 2011

La Lujuria (2005)

Una mujer me contó alguna vez, que la mejor escuela de sexualidad había sido el colegio de monjas en el cual estudió. A los siete años, al confesarse el cura le habría preguntado si se tocaba el cuerpo con lujuria. Esta palabra le había parecido que sonaba fuerte, imponente, pero no tenía idea qué significaba, de modo que en las siguientes semanas, inició una exhaustiva investigación, consultando diversos diccionarios, donde salía la acepción de la palabra lujuria. Ya entonces, sabía que tenía que ver con tocarse el cuerpo, pero ella se tocaba y se tocaba el cuerpo, y no encontraba la lujuria por ninguna parte. Pero – agregaba divertida, avanicándose un una revista – de tanto probar y proba, con el tiempo ya lo fue hallando más interesante y entretenido. Posteriormente, las monjas insistieron en que no había que mirarse ni tocarse el cuerpo, incentivo suficiente para que ella y todas sus compañeras adquirieran espejos para mirarse, esculcarse y establecer comparaciones entre los genitales de cada compañera. Supo entonces, sobre el clítoris, la vagina y el placer.... sumado a la lujuria (Por cierto, que se trataba de Pía Barros).

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