viernes, 24 de junio de 2011

LA ESTRUCTURA DE LA NEUROSIS OBSESIVA (2011)


Relator:  Ellie Ragland-Sullivan
Resumen: Karin E. y Javiera N.

 El texto intenta dilucidar la estructura de la Neurosis Obsesiva a la luz de la fórmula  que Lacan  designó en 1973 como la del discurso universitario.
S2               a
S1              S

El autor supone que es indiscutible que en la neurosis obsesiva, el analista debe aislar el lugar del falo en el inconsciente del analizante con el fin de ver qué significa el síntoma.  Propone que en la neurosis obsesiva la estructura general que ordena los síntomas es una renegación (Verleugnung) del falo y del Otro y una reubicación del falo que está combinado con yo ideal.  Ese desplazamiento de lugar permite al obsesivo permanecer al yo ideal unido al deseo de la madre en el lugar del Otro, que puede ser tachado como un altar vaciado (S) donde sufrimiento y placer se vuelven uno.  De este  modo concluye que las metas o síntomas del obsesivo son:

1)      Mantener intacto su yo ideal
2)      Evitar el juicio a cualquier precio (con sus efectos superyoicos que lo acompañan, culpa y angustia).
3)      Excluir la alteridad.

Cuando Lacan estudia la estructura del discurso universitario, ésta revela el esfuerzo empleado para usar el saber al servicio del deseo, separado de la verdad.

En la estructura del discurso universitario, el significante fálico está ubicado en el lugar de la verdad, en tanto que la “producción” del Otro está identificado con la falta.  El universitario desea que su saber sea considerado como verdad.  De igual modo, el obsesivo quiere que el Otro tome su subjetividad (S2) como verdad.  Sin embargo, tomar la palabra de alguien o el ser de alguien como verdad significa que está bien: ley o autoridad.  El impasse del obsesivo se define nítidamente.  Mientras su pedido inconsciente es que su propio narcisismo sea la ley del Otro, el juego de lo imaginario se realiza en forma mortal.  La diferencia de la otra persona debe ser excluida para dejar espacio al goce del obsesivo.
El obsesivo debe excluir los efectos superyoicos como la palabra y la mirada de otros , para mantener incólume su yo ideal a través de la “ley” de la perfección del ser.  Esto le recuerda la mirada evanescente de la madre que le ha dado un lugar privilegiado pero al costo de su servidumbre.  El lazo del goce del deseo de la madre permanece intacto y de ahí en adelante, el obsesivo se identificará con la falta (el deseo metonímico).   La pregunta sobre la identidad se convierte en la búsqueda del nombre del padre como ancla para ser en el mundo externo, ya que sólo unos pocos pueden ser admitidos en su espacio psíquico.  El obsesivo llena el mundo externo con la alteridad de objetos ordenados de determinada forma y con rutinas petrificadas. Con esta manera de controlar a los otros, y delimitar el mundo externo, el yo ideal marca su territorio actuando el papel del falo. El deseo viviente es eliminado con el fin de que el deseo arcaico permanezca enterrado.[o1]  En tanto la búsqueda del padre ideal lo consume todo, porque su nombre en el Otro ha sido repudiado.  Esta tarea paradójica de reconstituirse a sí mismo para el otro que al mismo tiempo debe excluir, se traduce en la pregunta al Otro en forma de mandamiento implícito de “acepta mi deseo en lugar de una demanda ámame”.
El obsesivo trata a sus objetos de amor de la misma forma que lo hace con sus formaciones inconscientes: a través de la exclusión y el rechazo o alternativamente como culpable o glorioso.
El obsesivo libra una guerra en dos frentes:  primero es culpable de incesto; de repudiar la ley primordial y anular el signo del intercambio.  No sólo carga con la traición, muerte y deuda de su padre sino que además es culpable de haber experimentado el goce primordial que lo satura con la nostalgia que ninguna otra cosa puede suplantar.  O con un sufrimiento que significa pagando la deuda de la madre.
El obsesivo debe evitar la mirada para lo cual intenta construir Otro del Otro (idealizar) que ponga distancia entre él mismo y el Otro real.  La agresividad en él es omnipresente ya que su narcisismo  debe cargar con todo el peso de la sustitución, al tiempo que los sustitutos son rechazados. Los obsesivos huyen ante la excesiva exposición al Otro real, intentando volverse extranjeros de sí mismos. En este sentido, la castración del deseo de la madre, penetración por el padre y se muestra como un rechazo de la alteridad.
Cuando el analista intenta producir la disyunción entre el sujeto y el objeto rompiendo las fantasías obsesivas de ser especial, es decir, de estar exento de la castración impuesto aceptando el Nombre del Padre en el inconsciente, se enfrenta con una serie de fortalezas y tabúes. El obsesivo se adhiere a la fantasía de autosuficiencia, postergando la castración, evitando la transferencia, y continua siendo fiel al deseo del otro (a)
                                                                                                                                      S

 [o1]cuek

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