lunes, 20 de junio de 2011

La metáfora paterna (2003)

Textos:

· Jacques - Alain Miller, La metáfora paterna, en “Seminario 5, formaciones del inconsciente”, Lacan, Jacques, Ed. Manantial

En el presente texto, se habla sobre la metáfora paterna. Esta, está relacionada con la función paterna. A su vez, la función del padre es el centro del complejo de Edipo. Freud, agrega el autor, introdujo al complejo de Edipo al principio de todo; es lo que revela el inconsciente. Lo importante de esto, es la amnesia infantil que afecta a los deseos infantiles por la madre, y a la represión de éstos. Sin embargo los deseos inconscientes no sólo son primordiales, sino que permanecen presentes.

Para comenzar el análisis del complejo de Edipo, el autor distingue tres polos históricos, sobre los cuales gira el complejo, haciendo mención a lo que se ha dicho sobre el tema, y las dudas que surgen al respecto:

En el primero, se plantea la cuestión de si es posible que haya neurosis sin Edipo. En este punto, se agrupan los casos excepcionales, y la relación entre el superyó paterno y el materno.

En principio, el complejo de Edipo ha sido considerado fundamental en la neurosis, pero en la obra freudiana, se ha universalizado, encontrándolo también, en el sujeto normal. Ello ocurriría, por su carácter normalizador. Sin embargo, no en todos los neuróticos está presente el complejo de Edipo. Esta noción de neurosis sin complejo de Edipo, es además, correlativa al conjunto de las cuestiones planteadas sobre el superyó materno. Efectivamente, ante los planteamientos de Freud, cabe preguntarse si solamente existe superyó paterno, o habría que considerar el materno que parece ser aun más opresivo.

Frente a esta situación, surge en el segundo polo, la pregunta, de si el campo de la patología podría ser referido al campo preedípico. Esto ocurre especialmente en la perversión y la psicosis. El primer caso era considerada como una patología cuya etiología se encontraba en el período preedípico, y que tenía una fijación anormal. En consecuencia, al no haber sido reprimida la perversión por no haber pasado por el complejo edípico, el inconsciente se encontraba “a cielo descubierto”. Sin embargo esta es una concepción que ya no se considera. Lo que sí se sabe, es que tanto en la perversión como en la psicosis, lo que se encuentra en juego es la función imaginaria. En ambos casos, se trata de manifestaciones patológicas en las cuales el campo de realidad está perturbado por imágenes.

El tercer polo, se refiere a la relación del complejo de Edipo con la genitalización. En este contexto, este complejo tiene una función normativizante en la estructura moral del sujeto, en sus relaciones con la realidad pero además, en la asunción de su sexo. Por parte la función genital es objeto de una maduración, después de un primer desarrollo sexual orgánico. El hecho es que la genitalización es doble. Por un lado hay un crecimiento, una maduración, y por otra parte, la asunción del sexo del sujeto remite a lo que hace a un sujeto asumirse como un hombre, o como una mujer. En este sentido, se encuentra estrechamente vinculado al Ideal del yo.

Así mismo, el complejo de Edipo, en tanto que está enlazado a la asunción del sexo, se relaciona también, con el complejo de castración. Desde aquí cabe preguntarse por la presencia o ausencia del padre, o por si era benéfico o no. Entonces cuando se busca la carencia paterna, es posible darse cuenta que un Edipo puede constituirse con o sin su presencia. El padre puede tener muchas características, pero lo relevante es tratar de ver qué se desprende de la situación.

En primer lugar, si no situamos en el nivel de la realidad, se comprueba que el padre existe aun cuando no esté. El Edipo puede desarrollarse normalmente tanto en su función normativizante, como en la desnormativizante, refiriéndose a sus efectos neurotizantes.

En realidad, que podría considerarse como un segundo punto, es el hecho de que nunca se sabe de qué es lo que carece el padre; que si fue demasiado amable, o demasiado autoritario, en realidad no es el punto. Más bien, hay que pensar su carencia considerando su lugar en el trío fundamental de la familia.

Aquí, señala el autor, la investigación ha enfocado su mirada confundiendo lo que es el padre normativizante, y el padre normal, cuando en realidad, la normalidad del padre es una cosa, y su posición de normalidad en la familia, es otra. Se agrega a este tercer punto, a saber, que la cuestión de la posición del padre en la familia, se confunde con su función normativizante. La carencia familiar, no es la carencia en el complejo. Para hablar de carencia, habrá que introducir otra dimensión distinta de la realista. Es en esta dirección a donde se dirige el siguiente paso del texto.

Si el lugar del padre en el complejo de Edipo puede orientarnos en la dirección correcta, hay que examinar entonces el complejo. El padre interviene en diversos planos a saber, prohíbe a la madre mediante toda su presencia y los efectos que produce en el inconsciente. Y se vincula de esta manera, a la prohibición del incesto. Es aquí donde entra en juego la castración. Este elemento es abordado desde la primera experiencia del complejo edípico, como una represalia dentro de una regresión agresiva. Puesto que la madre está prohibida para el niño, éste dirige su agresión hacia el padre. Pero lo hace proyectando imaginariamente en el padre, las intenciones agresivas que en realidad son de él (del niño). En el caso de los neuróticos, la experiencia de la castración se da en el plano de lo imaginario., aun cuando se encuentra vinculada con la articulación simbólica de la interdicción del incesto.

Freud aporta además, al examen del complejo de Edipo, la idea del Edipo invertido. Este se refiere a que el amor del padre no se puede eludir. Es el que proporciona el fin del complejo, en una dialéctica que comprende el amor y la identificación. De esta manera, el sujeto se identifica con el padre en la medida en que lo ama, y soluciona su Edipo con una represión amnésica, y la adquisición del Ideal del yo, gracias al cual se convierte en el padre. Sin embargo, si la neurosis estalla, no ocurre de esta manera. Por la misma vía del amor, se puede producir una posición de inversión. O sea que, en vez de producirse la identificación, el sujeto es afectado por su “simpática posicionista pasivizada en el plano del inconsciente”. Esto quiere decir que ante el padre temido y amado, el sujeto se pone en lugar de obtener sus favores, y hacerse querer. Pero esto implicaría hacerse pasar por mujer, y por lo tanto supone un peligro de castración, esa forma de homosexualidad inconsciente.

El padre, se responderá el autor más adelante, no es molesto solamente por su presencia, sino porque prohíbe la satisfacción pulsional real. Sin embargo, la experiencia muestra que la madre también prohíbe. De modo que en este sentido, el padre no es tan esencial. La amenaza de castración entonces, es posible verla en tres niveles. Es, en primer lugar, la intervención real del padre, con respecto a una amenaza imaginaria, puesto que es improbable que se lo corten realmente.

Por otra parte, ante la pregunta sobre qué es lo que prohíbe el padre, la respuesta es la madre. Es en este punto donde se establece una etapa tanto en el niño, como en la niña. El padre, frustra al niño de su madre. El padre, aparece como provisto de derecho, y no como un personaje real. De modo, que en cuanto simbólico, el padre en una frustración, acto imaginario, que tiene relación con u objeto real, la madre. Finalmente, un tercer nivel se distingue en la privación que interviene en la articulación del complejo edípico. Se refiere a la identificación con el padre, como objeto preferible a la madre, en el término del complejo, que permite la formación del Ideal del yo. Aquí también se da, el complejo de Edipo invertido, y se establece la diferencia de sus efectos entre el niño y la niña. A este respecto, se dice que el complejo de castración es disimétrica, puesto que para ella, la dificultas está en la entrada, mientras que para el niño es distinto, en tanto que teme la castración. El problema entonces, es saber cómo la función interdictora del padre, no lleve al niño a la privación correlativa de la identificación ideal. Lo que ocurre en el nivel de la identificación, necesariamente lleva a una privación.

Para introducir una solución a este punto, hay que responder a ¿qué es el padre?... en el complejo de Edipo. El padre, es el padre simbólico, es decir, una metáfora. Es un significante, que sustituye a otro significante, al primer significante introducido en la simbolización: el significante materno. Esta sustitución, es la función del complejo de Edipo. El significado de las idas y venidas de la madre, dirá el autor, es el falo. Y la vía por la cual se hace este cambio, es la simbólica; es la vía de la metáfora. Dicha metáfora se sitúa en el inconsciente, donde se encuentra la dimensión de la Otra cosa. Esta dimensión, no solamente se encuentra presente en el deseo, sino en muchos otros estados. Puede establecer por ejemplo, la noción de interior y exterior, en términos del Otro, de lo que no se está bien guarecido. Así, es posible ver en otras dimensiones en las cuales no pensamos, como lo es el del aburrimiento, que también es Otra cosa. En las formas institucionalizadas de la Otra cosa, pueden clasificarse las formaciones humanas, en función de la satisfacción que aportan las distintas formas de la relación con la Otra cosa. De esta manera, el aburrimiento le da sentido y regularidad a nuestras ocupaciones.

El autor esboza aquí, una posible solución, pero sólo a modo de anuncio, de lo que hablará posteriormente. Por lo pronto, no quedamos con una primera idea acerca de la metáfora paterna, como sustituto del significante materno, establecido en la dinámica del complejo de Edipo.

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