Me pregunto por qué resulta tan
fácil escribir sobre el dolor. Sin importar la respuesta, me dispongo
nuevamente a arrojar letras, con la esperanza de que en su caída se lleve los vestigios
de tus palabras, que hubieran podido quedar sin caer por sí solas. Es decir,
todas. Quizás por no poder decir, o tal vez porque han quemado mis sentidos,
esas palabras siguen adheridas a mi piel.
Esas palabras… esas palabras tan
llenas de dolores y soledad… esos dolores y esa soledad profundas, que a su vez
duelen duelen duelen en mí, duele ver, sentir tu dolor, duele quedar fuera, ser
finalmente espectadora de tu caminar.
Quema el deseo de acercarme,
llueve la nostalgia de la pérdida que viene. Te veo caminar, e imagino que
pronto seguiré mirándote de reojo… observando una imagen construida de
recuerdos, vacíos… cuando no estés, cuando no estés… mis susurros se esparcirán
delirantes, incógnitos por el aire, llamándote.
Te nombraré. Te dibujaré. Te oleré
y te sentiré… te imaginaré con mil palabras, con los sentidos, con la emoción. Te
nombraré en cada palabra. Te dibujaré en cada cosa que mire… te imaginaré aquí,
presente, como ahora.
No. No es fácil dejarte ir. (inconcluso)
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